Los
tres ministros estrella del gabinete del presidente José Mujica –Eduardo Bonomi,
Daniel Olesker y Eleuterio Fernández Huidobro- anunciaron en conferencia de
prensa el pasado miércoles una batería de medidas para “combatir la inseguridad”
(los signos de interrogación y exclamación corren por cuenta del lector), entre
las cuales mencionaron: la legalización y regulación de la venta de marihuana
por parte del Estado, la aplicación del horario de protección al menor a
informativos y programas periodísticos y la “autorregulación” de los medios de
comunicación. ¡Sí, para “combatir la inseguridad” el gobierno se propone estatizar
la producción y venta de drogas y silenciar a los medios! ¡De Riplay!
Una vez más el
gobierno equivoca el camino, ya no en el objetivo que se propone concretar sino
en su abordaje. Plantea con frivolidad y absoluta improvisación una cuestión delicada
como la del consumo de drogas, que afecta a miles de personas y es motivo de
preocupación para padres, médicos y docentes en todo el país. Aunque esto no es
nuevo, no deja de llamar la atención que no se tenga un mínimo de recato y
seriedad en ciertos temas. Ni mucho menos se piense en los daños colaterales
que puede llegar a generar un manejo inadecuado de los mismos.
Supongo que nadie en
su sano juicio puede llegar a pensar que por esta vía se va rescatar a los
chicos que están sumergidos en la pasta base facilitándoles el acceso a otras
drogas o que se va a combatir al narcotráfico organizado vendiendo cannabis en
las farmacias o en las oficinas públicas… ¿Alguien puede creer, realmente, que
esta medida va a generar otra cosa que no sea confusión y nuevos problemas?
El presidente dijo en
Brasil que “alguien tenía que ser el primero” en América Latina en dar este paso.
Comparó esta propuesta con el Plan Ceibal y la legalización de la prostitución
a principios del siglo pasado. Señaló que habrá un registro de consumidores y
aclaró que “la idea no es liberar” sino por el contrario “controlar a través de
una red estatal de distribución”. Dijo que sólo podrán comprar la droga quienes
presenten cédula de identidad y que los consumidores deberán devolver las
colillas (?).
El ministro de Defensa
argumentó que se legaliza el comercio de marihuana “para combatirlo, porque de
otra manera no lo estamos combatiendo” y opinó, contradiciendo a su jefe, que “hay
que tratar de evitar que haya registro de consumidores”. Asimismo, señaló que
esta medida pasará a ser parte de la política exterior del Uruguay, que dará el
debate “en todos los foros internacionales” para impulsar que el comercio de
esta droga se legalice a nivel internacional.
Según trascendió, el subsecretario
del Interior, Jorge Vázquez, discrepa con la propuesta del Ejecutivo, y que la
cúpula policial de la Dirección de Combate al Tráfico Ilícito de Drogas tampoco
la comparte.
El Vicepresidente Danilo
Astori admitió que a la propuesta le “falta mucha elaboración” y advirtió que
cabe esperar una “discusión prolongada” al respecto tanto a nivel político como
social.
Por su parte, el ex
presidente Tabaré Vázquez, tenaz opositor al consumo de tabaco, declaró que se trata de una medida "controversial", llamó a “debatir
el tema en la región” y señaló que está dispuesto a dar su opinión llegado el caso como médico y como político.
Y, por si faltara
algo, los diputados Sebastián Sabini (MPP) y Nicolás Núñez (PS) anunciaron que
insistirán con el proyecto de autocultivo presentado en el Parlamento. ¿Alguien
se preguntó qué pasaría si nuestros legisladores aprueban esa iniciativa? El
presidente anunció en su momento que no es partidario de vetar ninguna ley
aprobada por el Legislativo…
En fin, las dudas son
muchas y las contradicciones se acumulan día tras día. Por eso, tiene razón el
prosecretario de la Presidencia, el Dr. Alberto Breccia –el mismo que admitió
haber fumado marihuana (“sentí, paz, tranquilidad, alegría”, dijo) y reconoció
que esta droga puede ser la puerta de entrada para el consumo de otras- cuando
se queja de que el debate planteado en torno a este tema se “banalizó”.
Está claro quiénes lo banalizaron.
Y está claro también que el mensaje que baja de las alturas en nada ayuda al combate
de este flagelo y que lo más probable es que esta “revolución” termine finalmente
en el cajón de algún escritorio como tantos otros bolazos tirados al viento.
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