En
el Uruguay de hoy, los monos hacen huelga porque sus jaulas se abren solas. Así
está el mundo amigos (Traverso dixit).
Fíjese usted:
La falta de brújula en las políticas
educativas es francamente inaudita. Si las autoridades de gobierno fueran
indagadas acerca de cuales son sus expectativas en materia de educación,
tildarían el casillero “no sabe, no contesta”.
El mundo está en crisis. Las
tecnologías imponen nuevos métodos de producción y éstos exigen cambios a
velocidades siderales en el conocimiento. Por lo tanto, la educación también
está en crisis. Son crisis de cambio y el cambio es permanente.
Las nuevas generaciones son las
que tienen el poder. Ellos son los que improvisan, innovan y producen. Más y
mejor. Tienen la capacidad de soñar, de atreverse y sobre todo de manejar y
mejorar los aparatos que cambian el mundo de un día para el otro.
Tarde o temprano romperán las
anclas que les imponen por temor al derrumbe de viejos dogmas. Los jóvenes no
se preguntan, como Heráclito, si el agua del río es la misma cuando se bañan
dos veces. Navegan. Frente a ellos, los docentes en las aulas tienen la gran
oportunidad que muchos no tienen, la de darles alas para volar. Y ante la
desidia de las autoridades hoy podrían – si lo quisieran - incidir en los
cambios curriculares necesarios para actualizar la educación, sus métodos y sus
contenidos.
En su lugar cierran las aulas
como ejercicio político. Y como pasa con la enseñanza el gobierno no sabe, no
contesta que hacer con ellos. Ni
siquiera se atreve, con autoridad, a hacer respetar los acuerdos
interpartidarios firmados con la oposición - cuya única iniciativa en materia
de calidad de los contenidos estaba en el “Plan Promejora” (más no se podía
pretender)- para darles, apenas, una oportunidad a los centros de enseñanza de
fabricar sus propios sueños. Para generar innovación y hacerla correr del
alumno al aula, del aula al liceo y del liceo a la sociedad.
El gobierno frenteamplista es un
gobierno excluyente, sometido a los axiomas del pasado que fomentan la lucha de
clases y – por ende – atentan contra la movilidad social que hace campo fértil
en la educación. Es
por eso que los jóvenes uruguayos tienen cada vez menos posibilidades de participar
en las oportunidades del mundo globalizado que paga el conocimiento, mientras
que los sindicalistas tienen las mejores condiciones para prolongar el statu
quo.
Una pena. Por los muchachos.
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