Cuando se le pregunta por su gobierno dice que se
resiste a hablar del pasado. "Ya ni me acuerdo, a mi me desvela el futuro,
el porvenir, el mundo que viene", contesta. Afirma que dejó un país
"en crecimiento" y puede sacar rédito de eso, pero asegura que
"hoy el debate es otro y tiene que ver con la esperanza".
"Cuando habla (José) Mujica dice cosas inteligentes, lúcidas, sensibles.
Ese es el Mujica del futuro. Pero luego hace todo lo contrario a lo que dice y
es porque está anclado en el pasado. Va por un camino ciego", sostiene.
- En una entrevista con el semanario
Voces del Frente usted dijo que al país le faltan "ideas" y en otros
ámbitos ha señalado la necesidad de procesar un cambio a nivel educativo. ¿Qué
propone?
-Las materias primas valen mucho y el dinero no
vale nada, ese es el mundo actual y ese mundo ha beneficiado a Uruguay. Pero el
tema no pasa por analizar si hemos aprovechado bien o mal los años de bonanza
ni tampoco por la pelea entre capitalistas y sindicalistas. El tema central
pasa por preguntarnos cómo nos vamos a insertar en un mundo cada vez más
abierto pese a las dificultades proteccionistas que aparecen en el barrio. Hoy,
los flujos financieros en el mundo, más la internet, tienen tal fuerza y
magnitud que los gobiernos ya ni siquiera los pueden controlar. Los cambios
sociales que estas circunstancias le van a incorporar al mundo en los próximos
años son imposibles de detener. Esto supera toda soberanía conocida en el
pasado. La pregunta es: ¿estamos preparados para ese mundo? La respuesta es
absolutamente negativa. El tema central que tiene hoy que resolver Uruguay es
si va a aceptar que el futuro llegó o va a seguir viviendo en el pasado.
-El presidente José Mujica también,
desde un punto de vista filosófico, ha hablado sobre estos temas.
-Pero Mujica se ha autocalificado con eso de que ‘como
te digo una cosa, te digo la otra’. Él vive en dos tiempos. Cuando habla todos
los días muchas veces quien le escucha siente que dice cosas que llegan a la
gente, que son sensibles, lúcidas, inteligentes. Ese es el Mujica del mañana,
el que habla. Pero cuando hace es el Mujica del ayer. Está parado con un pie en
el pasado y otro pie en el porvenir. No sabe cómo hacer para meterse en el
porvenir porque su hacer está tan anclado en el pasado, como todo su gobierno,
que el camino que está recorriendo no tiene destino. Y es ese el más grave
problema que hoy tiene el gobierno y el Uruguay. En un momento de expansión
económica donde el gasto está por encima de todo lo prudente y aconsejable, se
ha elegido un camino ciego.
-¿Qué mundo imagina usted?
-Le pregunto a mi nieta si la madre le dio la
computadora que le regalé y me dice "esa ‘compu’ es lenta, yo uso el Ipad.
¡Y tiene nueve años! Ese es el mundo. En nuestro tiempo, aunque vimos cambiar
la tecnología y la ciencia influyendo sobre nuestras vidas, como seres humanos
no nos dimos cuenta del cambio. Pero estos chicos nacieron en un mundo
diferente, ellos son el mundo diferente, y nosotros estamos anclados en el
ayer. Ese es el grave problema que tiene el gobierno, y lo siente el
presidente, por eso dice una cosa pero después hace lo contrario. Todo lo que
dice no lo puede hacer o porque no lo sabe, o porque no lo siente, o porque no
lo dejan hacer. Y cada día que pasa el Uruguay se aleja más de su porvenir y de
sus esperanzas. La gente lo ha comenzado a percibir y no solo por el problema
de la inseguridad. Aún la gente más humilde y, aparentemente, que carece de más
conocimiento y cultura, lo percibe en el punto central de la vida del Uruguay
que es la educación. El país no precisa una revolución, el país precisa una
profunda reforma educativa.
-¿Qué impide esa reforma?
-No se puede hacer esa reforma con sindicatos que
luchan por un poder vacío que no tiene sentido en sí mismo, y menos con
profesores a los que luego de 40 años de hacer determinada cosa el mundo, no el
gobierno, el mundo les dice que ahora hay que hacer otra distinta,
completamente diferente, y lo resisten. El mundo de hoy no tiene nada que ver
ni con geografía ni con el estudio de Roma o Grecia, el mundo de hoy permite
asistir desde el sillón de su casa a una clase con el mejor profesor del mundo
en determinada materia en la Universidad de Oxford, Stanford o Harvard. Ese es
el mundo al que debemos aspirar. Y la sociedad uruguaya empieza a darse cuenta
que éste no es el camino. Hoy se da el aprovechamiento de una coyuntura
fantásticamente positiva que ha permitido darle mejores ingresos a la gente
pero sin cambiarle el destino. Muchos se han transformado, sin saberlo, en
dependientes de la generosidad de la sociedad a través del Estado pero sin
mejorar su condición hacia el futuro. ¿Ellos piensan que van a vivir toda la
vida sin trabajar? ¿Esa es la moral? Esa no es la historia del Uruguay ni de
ningún país. Ningún país se hizo sin trabajo, audacia, coraje, osadía y
generosidad. Ayudar para salir del pantano sí, pero transformar la ayuda en
dependencia, no. Eso no forma democráticos, forma esclavos.
-Usted hablaba de la reforma
educativa, el futuro y las nuevas herramientas. El Plan Ceibal va en ese
sentido.
-El Plan Ceibal es algo muy bueno, ahora se
requiere andar sobre él para mejorar los resultados, pero es bueno y como es
bueno lo resistieron los profesores y maestros. Es un cambio, no sé si
revolucionario, pero es el principio de un camino y por tanto en sí mismo es
bueno. Hoy por hoy si usted no tiene un laptop no puede ingresar a ninguna
universidad en el Universo.
-Más allá de que usted dice que
faltan ideas, el debate educativo está presente en la agenda política. Lo han
manifestado tanto el gobierno como su partido y el Partido Nacional.
-Mujica mantuvo en vilo al país con su preocupación
por la educación pero no ha hecho absolutamente nada. Darle tres votos al
presidente del Codicen no es una reforma educativa, es la nada. Hoy el problema
está en Primaria donde hay un 1,8% de repetidores en sexto año, según números
oficiales, mientras que en Secundaria, al final del Ciclo Básico, hay un 40% de
repetidores. Por lo tanto, lo de Primaria es falso, ahí no hay formación, no
hay educación, el asunto es que pasen, que pasen y que pasen. Esa es la voz de
los inspectores y directores que llega a los maestros. Eso es lo que hay que
cambiar.
-Usted califica el gasto social de
exagerado, pero también es cierto que la crisis de 2002 dejó una profunda
fractura social en todo el país.
-En 20 años una sociedad no cambia tanto. Aquí hay
un mensaje ideológico que dice ‘la sociedad es la culpable’. Ese fue el mensaje
explícito del ministro José Díaz y el expresidente (Tabaré) Vázquez. Por tanto,
si yo no soy culpable, no tengo la obligación de ser responsable de nada. El
gobierno es mi padre y me dice que soy una víctima de la sociedad, por tanto,
violo la ley de una sociedad culpable. Es así de claro. Si además la actitud de
las fuerzas del orden está signada por ese perfil, dejo los presos libres y no
quiero sancionar a menores, todo deriva en piedra libre para que cada uno haga
lo que se le antoja.
-¿Cómo se reduce la pobreza y la
indigencia sin esos niveles de gasto social?
-Es muy sencillo, hay que darle trabajo a la gente
para que pueda mejorar su condición. Si alguien tiene la certeza que durante
siete años va a recibir un ingreso sin trabajar, lo que hace es trasmitir esa
forma de pensar a toda la familia. El que hace siete años que recibe una ayuda
del Estado no va a cambiar de actitud ante la vida mientras el gobierno hace el
esfuerzo para mantener a esa gente pobre, débil y esclava.
-¿Cómo ve al Partido Colorado de cara
a las próximas elecciones nacionales?
-El Partido Colorado va a votar mejor que en la
anterior elección, sobre eso no tengo ninguna duda, pero desde ya también digo
que la obligación del Partido Colorado, si quiere ganar la elección, cosa que
puede hacer, es devolver la esperanza que el país está perdiendo. No se gana
una elección diciendo que el otro es malo, se gana convocando al país al gran
desafío del porvenir. ¿Tá claro?
-A diez años de la crisis de 2002,
¿cómo recuerda aquella etapa de su gobierno?
-La crisis se inició en Brasil con la devaluación,
rebotó en Argentina con el corralito y pegó acá en los bancos más comprometidos
con la economía argentina. Dijimos que no al default cuando lo pidió Vázquez y
el Fondo Monetario. Yo nunca le pedí nada al presidente George Bush y nadie
habló con él en mi nombre. El préstamo fue una determinación que tomó el
gobierno de Estados Unidos gracias al mensaje que por intermedio del embajador
Fernández Faingold le hice llegar al ministro de hacienda. Le dije que en
Uruguay no había una situación estructural sino de iliquidez, y que el asunto
dejaba de ser financiero para pasar al grado de ser institucional. En Uruguay
no se caían los bancos, se caía la democracia. Ese fue el disparador que llevó
al gobierno de los Estados Unidos a hacer una excepción y darnos la ayuda
financiera que resolvió el problema. Tuvimos una comprensión muy decidida del
Partido Nacional y el Partido Independiente. El Frente Amplio podía sacar
ventaja electoral pero prefirió no hacer olas y el senador Astori apoyó la
solución que propuso el gobierno de forma valiente, patriótica y honesta. Seis
meses después estábamos colocando deuda en moneda propia y el país comenzó a
crecer. Si la elección hubiera sido a fines de 2003 nos ganaban por más del 60%
de los votos. Fue en 2004 y Tabaré Vázquez ganó apenas, se podría decir que
hubo un empate técnico. Si la elección se hubiera hecho en 2005 no perdíamos.
-Qué opina de la seguridad y lo que
hace el gobierno?
-Soy partidario de la libertad y los megaoperativos
no sirven para nada, son las viejas razzias. A los adictos a la pasta base los
tienen que atender organizaciones sociales que son las que mejor trabajan en
esos temas. Por el otro lado, hay ciudades enormes que convivieron con
violencia extrema y lograron resolverla. No es un tema simple, se necesitan
muchas medidas. Firmé para bajar la edad de imputabilidad pero estamos a tiempo
de que el oficialismo acepte convertirlo en ley y nos ahorre la reforma
constitucional.
-Bajar la edad de imputabilidad no
solucionará el problema de la inseguridad.
-Es uno de los temas. La cosa empieza desde la más
tierna infancia y la educación es la base para que la gente asuma
responsabilidades. La permisibilidad como expresión de la libertad no sirve
porque termina en conductas destructivas. La ley limita la libertad para
proteger a los seres humanos y evita que la sociedad se destruya a sí misma.
Fuente: El País Digital
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