El derrotero de la compañía PLUNA demuestra la ineptitud en la
gestión de los representantes del gobierno a la hora de coadministrar la
empresa de aviación e ilustra la falta
de un marco estratégico en las acciones políticas de un partido que llegó al
poder sin saber para qué. La crónica de su agonía es inverosímil.
Los otrora defensores del
patrimonio y la soberanía nacional, insistentes opositores a todo proceso de
asociación de empresas estatales con privados (que en su momento se opusieron a
la asociación de PLUNA con VARIG en la que el estado se quedó con el 49 % de
las acciones), fueron quienes, durante el gobierno de Tabaré Vázquez, asociaron
a esa misma empresa con LEADGATE. Cabe recordar que este genial negocio significó
la entrega del 75 % del paquete accionario, con una capitalización previa de 28
millones de dólares a cargo del estado uruguayo, para dejar a la empresa con
patrimonio positivo, y la firma como garante de millonarios créditos para la
compra de nuevos aviones.
Negocio brillante. Para los
privados, claro está.
La transacción con LEADGATE y
otros socios representados por Campiani fue orquestada por la Sociedad de Bolsa
Ficus Capital, broker contratado en forma directa por el gobierno uruguayo para
encontrar nuevos socios, luego de haberse descartado la posibilidad de
asociarse con la compañía venezolana estatal CONVIASA, porque carecía de
garantías (fíjese usted).
De arranque nomás, PLUNA perdió
U$S 27 millones el primer año, sufrió el desmantelamiento de la empresa (con una
pérdida patrimonial de U$S 12 millones) y se suspendieron los vuelos a España.
Los años posteriores no fueron
mejores. Entre el año 2008 y el 2009 PLUNA perdió 22 millones de dólares; del
2009 al 2010 U$S 17,6 millones y del 2010 al 2011 perdió 8 millones de dólares
más. Además hoy PLUNA debe más de 260 millones de
dólares a dos bancos canadienses por la compra de los 13 aviones
Bombardier que fueron comprados con garantía estatal, más 3 millones de dólares
a ANCAP, más, vaya a saber usted cuánto más.
Siendo generosos, la falta de
idoneidad del gobierno (para ser gobierno) podría ser una explicación.
Hagamos de cuenta que a la hora de
contratar en forma directa al broker se eligió mal. Por eso de las Leyes de
Murphy, que dicen que cuando algo puede salir mal sale mal, ¿vio? Que no era
necesario hacer un llamado a licitación para su elección; se la llevo también…
Tomemos por cierto que Campiani
era más confiable que Hugo Chávez, ¿le parece?
Digamos que la culpa la tiene la
prensa, ¿tá?
Lo que me resulta inadmisible es
la liviandad con la que el ministro de Transporte y Obras Públicas, Enrique
Pintado, declara que “no es lo que uno quisiera, pero
tampoco es tan dramática la situación”.
Se puede ser burro.
Pero no tanto.
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