
La capital del país, sede del gobierno nacional, de las principales instituciones y hogar de casi la mitad de los compatriotas, enfrenta una elección crucial en el año 2015. Un cuarto de siglo de administraciones frenteamplistas se someterá al escrutinio popular, en un clima de creciente descontento por la gestión de este último periodo. Sin embargo, la peculiar sociología política del electorado montevideano no permite descartar una sexta victoria consecutiva del Frente Amplio, algo que una abrumadora mayoría no desea que ocurra.
¿Cómo enfrentar esta singular peripecia política? Desde tiendas opositoras se levantan ya candidaturas partidarias para luchar por el gobierno departamental. Paralelamente, aumentan las voces que reclaman la conformación de una coalición electoral, conformada en torno de un programa consensuado de gobierno, como única forma de lograr un cambio político en Montevideo.
¿Cuál es el camino
adecuado? Un análisis sereno de la realidad electoral de Montevideo, a la luz
de las últimas cinco elecciones, sugiere que el Frente Amplio conserva aún una
mayoría relativa que puede oscilar en el 35 % de los votos. Ese guarismo le
permitiría conservar el poder, si persiste el cuadro de una oposición
fraccionada como lo conocimos desde 1989 a la fecha.
Quienes creen que eso puede cambiarse sin cambiar la estrategia electoral opositora, ponen el ejemplo de departamentos como San José, Paysandú, Florida o Salto, donde el Frente Amplio perdió el poder, o no pudo conquistarlo, sin alianzas políticas formales en los partidos fundacionales.
El razonamiento es
simplista, y no toma en cuenta la singularidad de Montevideo, con un Frente
Amplio hegemónico, algo que no ocurre en ningún otro departamento del país, con
la excepción de Canelones en las últimas dos elecciones.
En efecto, en los
departamentos donde uno de los partidos fundacionales retomó el gobierno
departamental, hubo acuerdos más o menos explícitos, en un escenario en el que
solamente uno de los dos partidos fundacionales tenía posibilidades de
enfrentar al FA de igual a igual. Eso no ocurre en Montevideo, ni hay indicios
de que vaya a ocurrir en el año 2015.
Se han planteado dos caminos: la utilización de un lema común, que permita aglutinar hasta tres candidatos opositores, o una reforma constitucional, que introduzca el ballotage para los gobiernos departamentales. Esta última opción, planteada por el sector mayoritario del Partido Colorado, supone un camino largo y complejo, de resultado incierto, ya que coloca en manos de quienes no se favorecen por ese sistema la condición de árbitro en un plebiscito constitucional, de incierto resultado.
La opción del acuerdo
electoral dentro de un lema común aparece, entonces como la propuesta más
realista y sensata de cara a promover un cambio político en Montevideo. Urge
que los líderes partidarios se aboquen al tema con la máxima seriedad, y que
todos los que sienten que ha llegado la hora de un cambio en Montevideo se lo
exijan de modo perentorio a sus referentes políticos.
(*) Periodista
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