Lo
conocí mejor en febrero del 2005. Él había sido designado Ministro de Turismo.
Yo dejaba de serlo.
La primera reunión la
tuvimos en Maldonado. Fueron cerca de cuatro horas en las que escuchó,
pacientemente y casi sin hacer preguntas, los planes que se habían llevado a
cabo en los últimos años.
Después de eso nos
reunimos algunas veces más para hacer la transición de gobierno mejor, más
fácil.
Mi verborragia y
entusiasmo contrastaban con su serenidad. Las preguntas eran pocas pero
profundas.
Fue generoso. No dudó
en decir públicamente que entendía que el trabajo había sido bueno y que las
grandes líneas se seguirían.
Actitud valiente y
caballeresca que cuesta mucho asumir a los que trabajamos en la política.
No llegó al Ministerio
con la mochila del vedettismo o del estrellato del que pretende cambiar todo
para dejar una impronta que lo recuerde.
Asumió con el objetivo
de lograr una política de Estado, que trascendiera gobiernos.
Lo hizo.
Hace doce años que el
país, con tres gobiernos distintos, sigue una estrategia de desarrollo del
turismo.
Esto llevó a que los
ingresos de divisas por esta actividad hoy sean mayores que, por ejemplo, las
exportaciones de carnes.
Tuvimos algún
desencuentro. Con inteligencia y respeto, lo supimos superar. Tanto que ya no
recuerdo bien cuál fue. Debe haber sido por el deporte, él de la cuchilla de
Belvedere, yo del juego al ras de piso del Parque Viera.
Se va Lescano del
Ministerio, no de la política creo, por la puerta grande.
Si bien en el concepto
del deporte, que compartimos, los resultados no son todo, en el mundo de la
economía, el turismo y la actividad profesional si son importantes.
Los de Héctor Lescano
son muy buenos.
El año pasado el país
recibió 2 millones novecientos mil viajeros. Es mucho, pero mucho.
En la segunda mitad de
la década del noventa se había llegado casi a 2 millones quinientos mil, cifra
que cayó en el 2002 a 1 millón 400 mil con la crisis regional y las medidas de
Argentina.
A partir de ese
momento se comenzó una recuperación que se arañó (sin alcanzarlo) los 2
millones en el 2004, 2005, 2006 y los años siguientes.
En el 2011 se superó
holgadamente ese número mágico de los dos millones.
Con perseverancia,
continuidad de políticas, desarrollo de productos y estrategia comercial.
Compartimos, sin
saberlo, otras pasiones. El folklore, don Santiago Chalar, la charla con los
amigos, el fútbol.
Quizás por eso le fue
fácil salir a vender el Uruguay Natural. Es que si uno ama un país, presentarlo
no es un trabajo sino un acto de convicción.
Esa misma convicción
que exhibió Héctor Lescano, un caballero de la política y un hombre de bien.
(*) Abogado. Senador de
la República. Líder de Vamos Uruguay – Partido Colorado
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