El Frente Amplio, para cuyos dirigentes todo estaba
muy bien bajo su gobierno, todo el mundo estaba contento y conforme con las
medidas que tomaban y hasta con las que no tomaban, que eran las más, se
dispuso a consultar a la ciudadanía, poniendo como excusa la elección de un presidente del
partido.
Tenían la
esperanza de que una buena votación les renovara los bríos electorales, para
enfrentar con una mayor tranquilidad la segunda mitad del período de gobierno.
Lamentablemente,
si ese era el motivo de toda este costoso emprendimiento, tanto en movilización
de los votantes como en dinero para pagar una muy importante propaganda
escrita, radial y televisiva, los dirigentes fueron por lana y salieron
trasquilados.
Cuando se
propusieron realizar cientos de actos en todo el país, a los pocos días los tuvieron
que suspender porque la concurrencia no alcanzaba a ni para llenar la primera
fila.
La prensa
adicta al gobierno y la que, sin serlo, le interesa mantener los avisos y
prebendas oficiales, anunciaba las elecciones, realizaba entrevistas y señalaba
la importancia de concurrir a votar.
La televisión,
dentro y fuera de los informativos, entrevistaba noche y día a los “compañeros”
frenteamplistas y publicaba fotografías de la concurrencia a los actos, tomadas
por hábiles fotógrafos que las hacían aparecer como parciales.
Todo ello se
complementaba con altoparlantes, letreros y murales por doquier.
Llega el día de
las elecciones y en vez de la tradicional algarabía a que estamos acostumbrados
en el Uruguay para tan magnos acontecimientos, casi podría decirse que más se
parecía a un “velorio”. Ahí fue cuando los dirigentes empezaron a presentir el
resultado y buscaron, mediante la extensión del horario de votación de las 19
horas a las 20, a
las 21 y en algunas mesas hasta las 22.
Aquellos que
pretendían superar los resultados de una elección similar del 2006 (220 000
votos) y por lo tanto esperaban por lo menos llegar a los 300.000, se tuvieron
que conformar con 170.000. Esta cifra, para una consulta realizada a poco más
de dos años haber obtenido el gobierno por bastante más de 1.000.000 de votos,
es realmente desalentadora.
Si el Partido
Colorado, y algunos sectores del Partido Nacional, lograron recientemente que
370.000 ciudadanos se acercaran a firmar por el plebiscito, sin propaganda de
ninguna especie (ni paga, ni interesada en avisos), es casi una vergüenza que
el Frente Amplio, partido en el gobierno y con mucho dinero para gastar en
propaganda, no logre llegar ni siquiera a la mitad de esa cifra.
Ahora, aquellos
que nos decían que la inseguridad era una sensación térmica, que la educación
marchaba muy bien, que la salud llegaba a todos, que se construían miles de
viviendas (invisibles), que ya casi no había indigencia y que los pobres eran
muy pocos, que la drogadicción existente era poca y no ameritaba combatirla con
eficacia, en estos pocos días después de la elección salen a proponer un
paquete de medidas para combatir la inseguridad, publicitan que inauguraron una
escuela de tiempo completo y 32 viviendas donde van a ubicar a más de cien
indigentes y que la drogadicción es una enfermedad y que por lo tanto, como ya
lo habíamos dicho nosotros desde esta misma columna, a ese tipo de enfermos hay que internarlos aún contra su propia
voluntad, para bien de ellos y de la sociedad.
Por lo visto,
la elección se ha trasformado en una lección. Amén.
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