Juan Castillo, secretario del PIT -CNT, justificó la expulsión de la profesora Estela Alem, afiliada al sindicato de docentes e integrante del Partido Socialista.
La ortodoxia comunista es invariable, aunque solo existe en Cuba y en el Uruguay. Al que no está de acuerdo y no obedece, se le expulsa. Se decreta su muerte civil; si estuviéramos en la Rusia soviética sería el paredón o la deportación a Siberia. El comunismo ahora aliado al MPP, ambos apoyados por la Senadora Topolansky, no sabe lo que es la libertad. No la respeta, no le sirve la libertad, sólo le sirve la obediencia y la esclavitud.
Esta manera de pensar, que en Montevideo cuenta tan solo con la adhesión de 27.000 votantes, sin embargo domina la estructura sindical y con ese dominio impide todo mejoramiento, toda modernización y toda forma de reconocer los profundos cambios que los tiempos han aportado al conocimiento y a la educación.
La libertad y la educación van de la mano. El que es ignorante de lo que ocurre en el mundo en que vive no encuentra trabajo, no tiene destino, se siente expulsado por la sociedad y genera con ello una reacción violenta y anti-sistémica. Es el camino más fácil para aproximarse al delito.
Cuando el Ministro Díaz, en el gobierno de Vázquez, sostenía que la sociedad era culpable del delito, tenía su razón, porque una sociedad manejada con este criterio que el comunismo impone al generar marginales le quita al ciudadano la libertad y lo transforma en una víctima.
Para imponerse estas ideas de base marxista necesitan sociedades sin libertad y ciudadanos empobrecidos culturalmente.
El Uruguay no puede admitir tal descalabro ni barbaridad en silencio.
(*) Abogado. Ex presidente de la República (2000-2005)
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