Cuando el descuido, la basura y la desprolijidad, las vemos solo los locales, nos enoja y preocupa, pero cuando la casa está recibiendo visitas del mundo entero desde hace ya más de dos meses, atraídos por congresos mundiales o regionales y empezó la temporada de cruceros, ya es otra cosa.
El Ministerio de Turismo exhibe con orgullo el número de barcos que calarán en nuestras costas, y anuncia con bombos y platillos la llegada del primer crucero de la temporada, hace ya un mes, pero ningún organismo del Estado, de los que tienen jurisdicción en las costas de Maldonado, fue capaz de construir un refugio para los más de 200.000 cruceristas que nos visitarán este año. Porque otra de las curiosidades uruguayas es que Intendencia, Prefectura y Ministerio de Transporte se reparten la responsabilidad de una buena franja de nuestro departamento. Así es que el muelle de Mailhos no se va a reconstruir, a los miradores de ballenas no se les reponen las barandas y a los cruceros no se les hace una terminal. ¿A quién le corresponde? Al gran bonete. Hidrografía dice que la prioridad es reconstruir el muelle de la isla Gorriti y el Ministerio de Turismo y la Intendencia se lavan las manos y todavía hoy a más de un mes del accidente de la niña brasileña en el mirador de la Punta de la Salinas, siguen faltando las barandas y la cinta de plástico que cerraba el paso, se voló con el viento. ¿Irresponsabilidad? ¿Inoperancia? ¿Incapacidad?
Solo vi dos obras este año: el saneamiento que hace una empresa contratada y la nueva ermita de piedra para alojar a la Virgen de la Candelaria que autorizó la Intendencia y pagó y ejecutó una familia. La obra del saneamiento rompió veredas y calles y aún no ha terminado a pesar de estar sobre la temporada. Y la nueva ermita, es un paredón desintegrado del paisaje, más alto que el horizonte, que tapa la visual de la costa y la isla. Una sola ventaja he visto yo a esta obra y es que su ejecución motivó la formación de una comisión de vecinos de Punta del Este en defensa del Patrimonio local. No hay bien que por mal no venga, dice el refrán. Solamente la unión de los vecinos lugareños permanentes o temporales podrá salvar Punta del Este de los gobiernos insensibles de turno.
Cada año que pasa, la infraestructura del balneario luce peor y es lógico que así sea porque con las ciudades pasa como con las casas. Si uno no las pinta, limpia los techos y protege las maderas, éstas se van deteriorando año a año, hasta resquebrajarse y derrumbarse. Así es como los bancos de la rambla de circunvalación que el año pasado estuvieron secuestrados hasta enero, ya necesitan una barnizada, las maderas del deck empezaron nuevamente a levantarse, los bebederos no tienen agua, los muros se desmoronan y tienen grafitis, las veredas están levantadas, los cordones rotos, los hurgadores pasean por la rambla llevando sus pertenencias en carritos de supermercado, los pescadores tuvieron que desalojar los muelles y fueron alojados temporalmente en el estacionamiento del puerto, pero claro, como todo se hace con lentitud, siguen todavía allí ahuyentando las moscas del pescado.
Da lástima ver el poco amor por la ciudad de Punta del Este que tienen las autoridades municipales. A veces me pregunto dónde nacieron y de qué vivieron toda su vida antes de tener el empleo que los ocupa hoy. Porque demuestran falta de amor por este pedazo de tierra que tanta admiración despierta en gente de todo el mundo y que tantas fuentes de trabajo crea y mantiene. Punta del Este tiene un alcalde ahora, receptor de todas las quejas de los vecinos y responsable de la ejecución de las obras de mantenimiento, pero sin presupuesto y sin personal a su cargo. Otra curiosidad más de la burocracia.
Y para colmo de los colmos, abro el diario “Correo de Punta del Este” en el día de hoy y leo que la contribución inmobiliaria aumentará en la zona de Punta del Este, La Barra, Manantiales y Punta Ballena entre un 20 y un 30%. ¿En qué gastan el dinero de los contribuyentes?
Me consta que no es ni en nuevas obras ni en el mantenimiento de las que ya existen.
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