El SEMANARIO RECONQUISTA es el órgano de prensa de la Agrupación Reconquista del Partido Colorado, fundado por Honorio Barrios Tassano y Carlos Flores. Director Prof. Gustavo Toledo.

domingo, 18 de marzo de 2012

¿Adoctrinamiento?

Dr. Julio María Sanguinetti
Por Julio María Sanguinetti (*)

El "Libro de Ciencias Sociales de sexto año" de escuela que publicó hace tres años -y anuncia reeditar- el Consejo de Educación Primaria, asume como "hilo conductor" el tema de la identidad cultural, concepto siempre esquivo y polémico, que para niños de 11 años -además- puede resultar particularmente difuso. Salvo para hacerles sentir que integran una sociedad tan injusta que, según un reportaje de tres páginas que le dedica al coordinador de un grupo llamado Choñik, "tanto los descendientes (de indígenas) como sus aportes han sido desarraigados, negados e invisibilizados". Esta iracunda visión, sin credencial científica, supone despreciar la de historiadores y antropólogos serios como Pi Hugarte, Vidart, González Rissoto o Padrón Favre. Por otra parte, ni menciona el aporte cultural africano, invocándose en cambio el racista concepto de los porcentajes de "sangre" indígena.

El texto oficial afirma que la actividad guerrillera de los años 60 y 70, "se manifestó en lo político denunciando la corrupción existente en el régimen de gobierno" (pág. 68), dando por válido lo que nunca se demostró y generalizando la descalificación moral de gobiernos democráticos, todo lo discutibles que se quiera pero que actuaron limpiamente bajo un régimen constitucional de libertades y separación de poderes. La justificación del empleo de la violencia en un país democrático aparece por todos lados. Por ejemplo, bajo el título de "La guerrilla urbana", define a los tupamaros como "enemigos del capitalismo imperialista identificado con la política intervencionista de Estados Unidos". Allí se describe (pág. 67) el "nacionalismo" y el "socialismo" como sus ejes ideológicos, pero en ningún momento se dice que se trataba de sustituir al régimen democrático por otro inspirado en la revolución cubana.

Si llevamos la mirada a lo económico, encontramos con que por los años 50, "América Latina se veía bombardeada de inversiones estadounidenses, intensificando las deudas contraídas por los países de este continente" (pág. 61). Mezclar inversiones con deuda externa es navegar en el mar del disparate pero -en todo caso- cultivando el clásico eslogan de las víctimas del imperialismo. Desde la misma visión, la "deuda en los países periféricos" (pág. 141) se describe como un perverso mecanismo que normalmente genera una "deuda social" y "estos países deudores terminan recortando sus gastos públicos, aun en importantes sectores sociales que requieren fondos para funcionar". Por supuesto, ni se recuerda que toda la infraestructura latinoamericana y uruguaya se hizo con préstamos internacionales, que hoy se siguen aplicando, aún en una coyuntura internacional benévola como nunca (esta semana, por ejemplo, se está reuniendo la Asamblea de Gobernadores del Banco Interamericano de Desarrollo en nuestro país).

Del mismo modo, las políticas económicas de los gobiernos uruguayos fueron, a juicio del texto oficial, terribles. Se afirma el "fracaso de la conducción económica del primer gobierno blanco…" (pág. 64). El posterior gobierno "blanco", así se le identifica, "aumentó el descontento de los distintos sectores económicos y sociales". Años más tarde, la política de estabilización del gobierno de Pacheco tuvo "bastante éxito", pero "a costa del sacrificio de los trabajadores, los asalariados y los pasivos" (pág. 70), afirmación reñida con los datos de la realidad, disponibles aún en ensayos de autores internacionales, como el del académico británico Henry Finch, quien describe la exitosa peculiaridad de esa política.

El gobierno de Pacheco Areco es mirado, desde todos los ángulos, como la encarnación del mal. Se le tilda de "dictadura disfrazada", escondiendo que -pese al clima de agitación y violencia de la época- llegó a elecciones libres y además las ganó. Ignora, incluso, que el propio General Seregni, insospechable de simpatías pachequistas, llegó a afirmar que "nunca transgredió la Constitución y la Ley".

Cuando se refiere a la "la dictadura", con bastante detalle se describe la huelga que decretó en junio la CNT, pero se ignora olímpicamente la sublevación de febrero de 1973, verdadero momento de toma del poder por la fuerza militar, en que el movimiento sindical, débil en su concepción democrática, apoyó los comunicados 4 y 7 de los comandantes en jefe de las FFAA.

Por supuesto, se registra cumplidamente la Ley de Caducidad, pero no se habla de la amnistía que benefició antes a los integrantes de las organizaciones que por medio de la violencia pretendieron derribar las instituciones (pág. 97).

Podríamos prolongar esta glosa de afirmaciones temerarias. Baste lo dicho para advertir que estamos ante un texto que no puede merecer, bajo ningún concepto, consagración oficial. Al historiador -dice Ricour- le corresponde la tarea de comprender sin inculpar ni disculpar. Si él -además- actúa por cuenta del Estado, está más obligado que ningún otro a preservarse de enfoques ideologizados. En el caso se impone -en la maleable personalidad de niños de escuela- una visión rencorosa y parcial de la vida de una sociedad uruguaya que, con luces y contraluces, brilló siempre en el concierto latinoamericano. La famosa tapa, de la que tanto se ha hablado, con las fotos del Dr. Vázquez y del Che Guevara, es apenas un simbolismo gráfico de la grosera violación de la laicidad ante la que estamos, sin que hasta el momento haya merecido la menor reacción de los poderes públicos. Pasa el tiempo, se habla, la prensa algo se ocupa, y así, en la raíz misma, se erosiona el más preciado bien de la vida republicana, el "carácter moral y cívico de los alumnos", como dice nuestra Constitución. (**)

(*) Abogado. Ex presidente de la República (1985-1990) y (1995-2000)

(**) Diario El País, 18 de marzo de 2012

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...