Ya no tengo dudas: la realidad supera a la ficción. Hasta el más delirante de los futurólogos se quedó corto. El tango Cambalache perdió todo tinte surrealista; se volvió un texto costumbrista. Nos ganó el absurdo por goleada. Encerrados en el círculo vicioso de la resignación, ya nada nos sorprende. Y eso, créanme, es ¡trágico!
El presidente anuncia a la bancada de su fuerza política que le pedirá que lo libere del compromiso electoral de rebajar dos puntos del IVA (compromiso que, según recuerdo, contrajo con la ciudadanía, no con sus camaradas). Por su parte, el vicepresidente, que se siente “invadido” por la OPP, anuncia que le pedirá una entrevista al mandatario para abordar el tema. No sé ustedes, pero yo creía que el presidente y el vice tenían contacto diario o casi diario, que bastaba con que alguno de los dos levantara un teléfono para juntarse, sobre todo tratándose de un mandatario con tanto tiempo libre como el nuestro. Pues no. Por lo visto no es así. Aparentemente casi no se ven. Ni se hablan. Cada uno vive en su feudo, de espaldas al otro.
En uno de esos momentos libres, el presidente redactó un volante contra la violencia doméstica en el que exhorta a los hombres a “aprender a perder” y salió a la calle a repartirlo. Pasó por un liceo y se cruzó con un grupo de adolescentes con los que mantuvo una charla para el olvido. Si alguien tenía alguna duda del metamensaje presidencial, su autor se encargó de aclararlo: el varón debe aceptar el hecho de que su mujer un día lo abandone o se vaya con otro, porque “si la agarrás del pescuezo vas en cana” y eso “es un desastre”. Es decir, ¿las mujeres son propiedad del hombre? Un transeúnte que pasaba por ahí lo encaró y le dijo con buen tino que los hombres no debemos comportarnos violentamente con las mujeres porque es nuestro deber respetarlas y no por temor a ir “en cana”. Notoriamente contrariado, el presidente le respondió levantando el tono de voz y palmeándole el hombro: “no viejito, no te vengas a poner difícil, no somos iguales hombres y mujeres, déjate de literatura…”.
Poco tiempo antes, en medio del conflicto diplomático con Francia por las declaraciones del presidente Sarkozy en las que nos acusaba de ser “un paraíso fiscal” y nos prometía echarnos de la comunidad internacional, el señor Mujica no tuvo mejor idea que atribuir los comentarios de su homólogo francés a una discusión con su esposa, Carla Bruni. "Creo que (Sarkozy) se había peleado con ese camión que tiene (por esposa, Carla Bruni), vino caliente y ya está", señaló. Suerte que los franceses no nos registran sino el problema hubiese sido mucho más grave.
Como si esto fuera poco, la semana pasada, el presidente asistió al foro sobre estrategia nacional de desarrollo y estructura productiva. Como llegó temprano, se ubicó en la segunda fila, en medio del público, y esperó su turno para hablar dado que en el programa oficial estaba previsto que lo hiciera.
Hablaron, según lo programado, el ministro de Industria, Roberto Kreimerman, sobre "Transformación productiva para el desarrollo", y, posteriormente, el titular de Ganadería, Tabaré Aguerre, sobre "Estrategia de desarrollo del agro". Luego, estaba previsto que entre 12:00 y 12:30 horas hiciera uso de la palabra Mujica. Sin embargo, el mandatario no habló. "Qué voy a hablar después de esto, si además los escucho en el Consejo de Ministros todos los lunes", comentó a quienes estaban por ahí cerca y se marchó.
Haciendo gala de una franqueza poco común, el diputado Álvaro Vega, del MPP, dijo que el gobierno “trasmite una imagen caótica”. En declaraciones al diario El Heraldo, opinó sobre la crisis en la educación y dijo que el presidente “no ha sabido lidiar y ha dejado correr cosas que no ha debido dejar correr”. A eso agregó que Mujica debe buscar una solución “porque el gobierno tiene que tener unidad de acción”.
Vega tiene razón, sólo que omite un detalle: el principal promotor de esa “imagen caótica” es el propio presidente. Quien debería poner orden, aportar mesura y equilibrio, promueve exactamente lo contrario. Si viviéramos en la antigua Grecia lo acusarían de pecar de “hybris”.
El mundo exterior danza al borde del abismo. Europa se desmorona y EEUU no logra levantar cabeza. Acá, mientras tanto, nos dedicamos a la dolce vita. A improvisar en cuestiones que deberían abordarse con seriedad y profesionalismo. A faltarle el respeto al buen gusto y al sentido común de la gente. A hacer el ridículo ante mandatarios extranjeros. A llamar la atención de la peor manera. A transmitir la imagen de que estamos al garete, sin ancla ni timonel. Total, al Uruguay todo llega 30 o 40 años más tarde, ¿no?
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