A fines de junio del año pasado, un hecho en apariencia anecdótico como lo fue la aparición de la pancarta que se usó en el Acto del Obelisco el 27 de noviembre de 1983 replanteó una cuestión clave que blancos y colorados no deberíamos pasar por alto: ¿cuál fue el papel que nuestros partidos jugaron durante la dictadura?
Gracias a la persistente labor de algunos malintencionados, se ha instalado la idea de que blancos y colorados fuimos cómplices de los militares golpistas. Se nos acusa, al barrer, de haber secundado e incluso inspirado las atrocidades cometidas durante el proceso cívico-militar. Lo peor de todo es que a nadie se le mueve un pelo. Ni siquiera a los injustamente imputados, aquellos a los que les cupo un papel muy distinto al que buscan asignarles los cultores de la “historia roja”.
La generalización no sólo es injusta sino también errónea. Tanto de un lado, como del otro. Si bien hubo blancos y colorados que traicionando sus mejores tradiciones colaboraron con el régimen, la inmensa mayoría se ubicó en la vereda de enfrente y llevó a cabo una resistencia tan digna y heroica como la que se le atribuye a muchos de aquellos que abrazaron las armas en los años sesenta o participaron de la formación del Frente Amplio a principios de los setenta.
Hay que decirlo fuerte y claro: hubo blancos y colorados que arriesgaron su libertad, su seguridad y hasta su vida en procura del retorno a la democracia. Cada uno a su modo, aquí o en el exterior, en forma más o menos notoria según su protagonismo y ascendente político, contribuyeron a que el Uruguay volviera a la senda de la que jamás debió apartarse.
Poco después de que apareciera la pancarta, la Intendencia de Montevideo realizó un acto público en el que las autoridades municipales informaron que ese histórico paño pasaría a integrar el denominado "Museo de la Memoria".
En esa ocasión, Mauricio Rosencof, por entonces director de Cultura de la intendencia, tuvo la honestidad de reconocer que todos los partidos políticos fueron el "motor de la resistencia que permitió el retorno a la institucionalidad de nuestro país". Luego habló la señora Matilde Rodríguez de Gutiérrez Ruiz, quien señaló que la "exhibición tiene un rol muy importante a la hora de difundir nuestra historia reciente. Esa proclama que brillantemente redactaron los doctores Gonzalo Aguirre y Enrique Tarigo en nombre de todos los sectores políticos, proclamada por el magnífico Candeau".
Rodríguez recordó que "esa misma noche del glorioso acto el dictador de turno, el general Álvarez pronunció (un discurso) en una cadena nacional calificando aquel estrado de Cambalache, tratando de neutralizar esa hazaña popular, con tan poco éxito que el pueblo le contestó sin que hubiera mediado coordinación alguna con un fabuloso caceroleo".
Vale decir, para ilustrar a los que no recuerdan lo que pasó o jamás se lo contaron, que se trataba del primer acto político de esa magnitud que se organizaba en rechazo de la dictadura. El país tenía cerca de dos mil presos políticos en cárceles y cuarteles, cientos de personas desaparecidas, muertas, torturadas y muchos uruguayos se encontraban en el exilio como el líder blanco, Wilson Ferreira Aldunate y buena parte de la dirigencia frenteamplista.
Con ese marco, se dieron cita frente al obelisco todos representantes, militantes y simpatizantes de todos los partidos políticos de la época (Nacional, Colorado, Frente Amplio y Unión Cívica). Los medios de comunicación informaron que la concurrencia ascendió a medio millón de personas, las que conformaron lo que se llamó poéticamente “un río de libertad”.
La organización del acto corrió por cuenta de una comisión integrada, entre otros, por el ex presidente Julio María Sanguinetti, el actual ministro de Turismo Héctor Lescano, el profesor Juan Pivel Devoto, el ex vicepresidente Enrique Tarigo y el doctor Fernando Oliú.
No hace mucho, el ex vicepresidente Gonzalo Aguirre señaló que "es muy común que el FA y lo que llaman organizaciones sociales brinden una versión de esta etapa de la historia del país en la que ellos quedan en un primer plano y los partidos tradicionales en ningún lado", dijo, calificando como "una gran mentira" que dicha fuerza política haya "movilizado al pueblo". "El FA no podía hacer nada", remarcó, destacando que sus dirigentes estaban "presos o en el exilio".
En ese contexto, relató que en una reunión realizada durante la primavera de 1983 y en la que participaron varios dirigentes políticos, el ex presidente Jorge Batlle propuso realizar un acto público, dando lugar al mitin del Obelisco, efectuado el último domingo de noviembre de 1983.
Aguirre reconoció haber sido uno de los autores de la proclama leída en esa ocasión e incluso reveló que adjuntó tramos de otro texto que había presentado el doctor Enrique Tarigo. Al respecto, sostuvo que la izquierda fue invitada a participar en el acto por los partidos tradicionales. "Al FA lo desproscribimos los demás partidos", apuntó. "La idea fue de Jorge Batlle y la llevamos adelante los blancos y colorados; después los frenteamplistas se animaron a salir a la calle y se subieron al estrado, entre ellos la señora de Seregni”.
A medida que pasa el tiempo, uno descubre que la historia y el mar se parecen en algo: devuelven a la orilla toda aquello que no digieren. A veces como basura, otras como bumerang. O, simplemente, como llamados de atención para las nuevas generaciones, esas que no deberían tropezar con las mismas piedras que sus mayores.
Por eso, es deber de todos –y no sólo de aquellos que viven de la “pesca”- leer el mensaje que emerge del pasado y poner cada cosa en su lugar. Para que, parafraseando la célebre proclama que leyera el recordado Alberto Candeau: "ningún sordo de esos que no quiere oír diga que no lo escuchó: ¡VIVA LA PATRIA! ¡VIVA LA LIBERTAD! ¡VIVA LA REPUBLICA! ¡VIVA LA DEMOCRACIA!
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