La Reforma de la Educación, que debemos encarar en forma urgente, debe tener como objetivo fundamental la formación, especialmente moral y cívica, del educando, para lograr la tan ansiada como imprescindible armonía social.
Para ello debe tenerse muy en cuenta, que en ella intervienen varios factores que deben ser atendidos profundamente.
A nuestro entender, los factores más trascendentes son: el educando, el educador, la familia y el estado.
Con respecto al educando debe partirse de la base de que hay que darle una formación integral: información más formación, partiendo de la base que educar no es otra cosa que ayudar a aprender. Y se aprende no sólo lo que la humanidad ha descubierto a través de los siglos, sino cómo debe comportarse en la sociedad actual y su proyección hacia el futuro. La pérdida de valores se ha acrecentado en los últimos tiempos, no por responsabilidad exclusiva de los estudiantes, sino de todos los factores que venimos analizando. Tampoco debemos caer en el simplismo de culpar a la totalidad de los jóvenes, sino a una minoría, la que no sólo tiene el deber, sino también el derecho, a conocer cuales son los límites que nos impone la vida en sociedad.
En cuanto a los educadores, tampoco todos, deben preocuparse por impartir una enseñanza de la mayor calidad posible, por lo que no deben olvidar que tienen que actualizarse, y sobre todo entender que no son tan sólo “dadores” de conocimientos, sino formadores integrales de los educandos y que por lo tanto deben predicar con el ejemplo.
La familia, parte fundamental, por ser el primer escalón en la formación del ser humano, debe dar las primeras nociones acerca del conocimiento y el comportamiento, y debe mantener esa acción educativa por lo menos hasta la mayoría de edad. Hoy, el ejercicio de la patria potestad, otorga a los padres muchos más obligaciones que derechos, y entre esas obligaciones, está la de enseñar los límites que nos impone la vida social.
En cuanto al Estado, sus funciones son variadas y todas ellas muy importantes. No sólo en cuanto a fijar el rumbo mediante la Reforma que se impone realizar con urgencia, sino a regular en ella los derechos y las obligaciones de los otros factores.
Con referencia a los estudiantes, debe proporcionarles una educación actualizada para el siglo en que vivimos, promover los medios que hagan atractiva la formación, asegurar la convivencia pacífica en los locales de estudio, atender la seguridad en los ambientes donde los jóvenes tienen derecho a concurrir a divertirse o a trabajar cuando ya están en condiciones de hacerlo.
Con respecto a los docentes, entendemos que hay que disminuir sensiblemente el horario de trabajo, sin disminución de sueldo, para entonces poderles exigir más rendimiento, actualización permanente, bajar el porcentaje de inasistencias que es hoy muy elevado y realizar el contralor necesario, mediante las inspecciones periódicas. En la actualidad hay docentes a los cuales no se les inspecciona desde hace más de 16 años.
Y en lo referente a la familia, el Estado no sólo debe protegerla económicamente, eliminando las condiciones que conllevan a la existencia de muchas que hoy viven no ya en la pobreza sino en la indigencia y la exclusión. Luego se deberá exigir a los padres el cumplimiento de sus deberes como tales, y cuando no lo hagan, deberá sancionarlos y/o prestarles asistencia, mediante la creación de Escuelas para Padres, de asistencia obligatoria para aquellos cuyos hijos estén recorriendo el camino del delito, que como sabemos es una ínfima minoría, pero que debe ser atendida.
Finalmente, la sociedad toda debe encarar con eficacia y con la dureza que el asunto requiere, el combate a las drogas, tanto a las que hoy son lícitas como a las ilícitas. Este es un asunto de todos, y la Reforma de la Educación servirá de poco, si no luchamos unidos para erradicar este flagelo.
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