Por Reinaldo Perdomo
Es común que todo el mundo hable de los DD.HH. (Derechos Humanos), que se defiendan con ardor por parte de los Partidos Políticos democráticos, de las instituciones públicas y privadas, de Organizaciones no Gubernamentales creadas al efecto y de las personas individuales amantes de sus propios derechos.
Todo ello está muy bien, y me cuento entre los defensores más acérrimos de tales derechos.
No podemos olvidar que la propia trascendencia, que cada día el Mundo les ha dado, ha hecho que estén, como en el caso de nuestro país, consagrados en la Constitución de la República, que ya en su Art.7º enumera los seis más importantes: vida, honor, libertad, seguridad, trabajo y propiedad. Luego se establecen otros que también tiene mucha importancia desde el punto de vista individual, y se agregan a éstos, los derechos sociales.
Hasta aquí todo muy bien, y todos debemos acatarlos, cumplirlos y hacerlos cumplir.
Lo lamentable, es que hay muchas personas y aún instituciones públicas y/o privadas, que olvidan o parecen desconocer que toda norma jurídica, establece una relación jurídica que genera derechos y obligaciones para ambas partes. Así si la norma nos da el derecho a la vida, nos impone la obligación de no matar; si nos da el derecho al honor, la obligación de respetar el honor de los demás; si nos da el derecho a la libertad, nos manda no privar de su ejercicio a los que nos rodean; si nos otorga el derecho a vivir una vida segura, nos impone que no rapiñemos, matemos o tomemos por asalto la vivienda de otro; si nos consagra el derecho a trabajar para lograr nuestro sustento, nos impone la obligación de no interferir en el trabajo de nuestros congéneres y, finalmente, si nos otorga el derecho de propiedad, es decir, de disfrutar del producto de nuestro propio esfuerzo, nos impone la obligación de no robar o destruir lo ajeno. Y así podríamos seguir con todos los Derechos Humanos, puesto que todos generan Deberes Humanos.
Cabría preguntarse: ¿hemos oído hablar de esto alguna vez, en una tribuna política, en algún diario, en alguna radio, en la televisión? ¿Hay alguna ONG que haya encarado el tema?
Creo que esto se debe a que, en general, el público asimila mejor lo dulce que ácido o sea le gusta más tener derechos que cumplir con las obligaciones y muchos aspirantes a políticos, hablan de defender sólo los derechos para no perder votos; los falsos periodistas no tocan el tema para no perder lectores o audiencia y las ONGs tienen miedo a la autodestrucción.
Lamentable.
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