15 de febrero de 1985. Nadie puede discutir que fue una de las fechas más importantes de la vida democrática uruguaya, ya que ese día fue acatado nuevamente el mandato popular, y finalizó una tiranía que oprimió a la Nación, cometiendo una infinidad de crímenes que nunca se borrarán de la memoria, más allá de cualquier diferencia, sea política o de cualquier otra índole. Al fin, los representantes del pueblo se reunían nuevamente.
Pero dejando de lado la alegría y la esperanza que despertó en los corazones de la ciudadanía la restauración del Parlamento Nacional, mi propósito es recordar que ese día de febrero se apagaba una luz y se callaba una voz que luchó por la libertad y que con su trabajo heroico, digno de admiración y respeto, contribuyó a la caída del régimen criminal y opresor, que tanto daño le hizo a nuestra Patria. Hablo de Manuel Flores Mora, Maneco.
En una nota que escribí sobre Maneco, homenajeándolo en el mes de su nacimiento, comencé diciendo que no acostumbraba a hacer ofrendas de este tipo cuando se cumple el aniversario de la muerte de alguien. Pero mi admiración por este hombre hace que valga esta excepción.
De Maneco, se puede decir mucho, ¿y cómo no hacerlo si durante 61 años este ciudadano ejemplar se dedicó al periodismo, la política y la literatura de una manera destacable? Su fallecimiento aconteció cuando la República renacía, y hace que esté cargado de un gran valor simbólico, considerando todo lo que hizo para que esto último ocurriera. Por tanto, creo oportuno hablar de Flores Mora como un verdadero paladín de la libertad.
En los años en que reinó la censura, cesó la actividad periodística de Maneco, la cual desarrolló en El Diario de la Noche, Marcha, Acción y El País. Durante esa época se dedicó de lleno a la literatura, pero volvió al periodismo en 1977, escribiendo en El Día. En 1982, año en el que avanzó el proceso de transición hacia la democracia con las elecciones internas de los partidos políticos, fundó el semanario Radical, donde comenzó su labor opositora. En 1983, apareció Jaque, y comenzó a redactar las célebres “Contratapas”, desde dónde denunció los abusos de la dictadura. En una breve biografía suya que acompaña a la recopilación de artículos periodísticos, intervenciones parlamentarias y parte de su obra como historiador, editada por la Cámara de Representantes, dice: “Las ‘Contratapas’ fueron un enfrentamiento entre la inteligencia y la fuerza, la razón y el poder. Terminó ganando la inteligencia y podemos afirmar ahora que su esfuerzo contra la dictadura conmovió al pueblo uruguayo y tuvo influencia substantiva en el derrumbe de aquella.”
Pasadas las elecciones de 1982, Maneco escribió en Radical una nota excelente, donde elogiaba las virtudes del pueblo, único depositario de la soberanía, cómo este poco a poco avanzaba para volver a recuperar sus derechos que le fueron arrebatados injustamente. Habla también del golpe que habían recibido en las urnas los más cercanos al régimen, refiriéndose explícitamente a Pacheco Areco y a Gallinal. Finalmente termina preguntándose por qué debía el régimen permanecer dos años más, por qué el pueblo debía esperar tanto (recordemos que las elecciones nacionales serían en 1984). “Pero además: ¿qué cosa tiene el proceso en marcha, desde el punto de vista gubernativo, que justifique su permanencia por dos años más? ¿Acaso el estrepitoso fracaso de su política económica no está aconsejando una mayor rapidez en el cambio de guardia y en la llegada de otros hombres, otras ideas, y otros equipos a los puestos de conducción?
Entendemos personalmente –y lo decimos con claridad a qué tenemos derecho pero a qué, asimismo, estamos obligados por nuestro deber– que acortar la transición, adelantar los plazos de cronograma y poner nuevamente al país en las manos del país, constituyen el paso de mayor sensatez que está, hoy, al alcance de los orientales”. De esa forma concluye el artículo mencionado.
En Jaque, Maneco le hizo frente a la dictadura de forma implacable en sus últimos años, si bien nadie estaba tan seguro de que realmente lo fueran. En las “Contratapas” podemos encontrar artículos que condenaban la censura, las violaciones a los derechos humanos y demás atropellos cometidos por el gobierno de facto. Entre las personas que son defendidas por Flores Mora, se encuentran: Daymán Cabrera, un prisionero del Penal de Libertad que se encontraba internado, con peligro de muerte, en el Hospital Central de las Fuerzas Armadas; Wilson Ferreira Aldunate, que luego de haber regresado al país, se encontraba detenido; y ni más ni menos que Raúl Sendic, rehén de la dictadura desde sus comienzos.
Pero tal vez la hazaña más importante que logró Maneco, fue ponerle fin a la investigación sobre el caso del Dr. Vladimir Roslik, probando que había sido torturado hasta morir. Todo comenzó en abril de 1984, cuando aparece la noticia de que un médico había muerto en Fray Bentos. Estaba siendo investigado por los militares por estar implicado en una supuesta invasión tupamara. La versión oficial sobre su fallecimiento decía que se había producido en el momento que iba a ser interrogado y producto de un paro cardíaco. Su esposa, posteriormente encargó una segunda autopsia que decía la verdad de los hechos.
Luego de que periodistas de Jaque lograran que dos de los médicos que hicieron la segunda autopsia reconocieran que Roslik había muerto por torturas, comenzaron los problemas con los que hasta entonces tenían el poder. La publicación corrió el riesgo de ser cerrada si no se demostraba de forma fehaciente lo que se estaba denunciando. Gracias a la intervención de Maneco esto nunca ocurrió y se supo la verdad sobre el polémico caso.
Un médico forense había recibido la autopsia en Montevideo, y por tanto tenía acceso a ella. Maneco lo conocía y decidió hablar con él. Luego de convencerlo, una noche ingresaron juntos al Instituto Técnico Forense Militar, de donde se extrajo la segunda autopsia. “Roslik, muerte violenta por múltiples causas y lesiones” fue la nota donde se presentaban las pruebas de que el régimen había asesinado al médico de Río Negro. Posteriormente, los militares admitieron su responsabilidad en el caso.
Años después de su muerte, creo que debemos pensar en Maneco como un auténtico héroe de la democracia.
(*) Estudiante.
(*) Estudiante.
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