Los últimos años han sido de cambios radicales en los paradigmas de la sexualidad en Occidente, desde la “Revolución Cultural” de los años 60 hasta la actualidad, las concepciones sociales sobre el sexo, la sexualidad y el género se han transformado completamente.
Este fenómeno se puede ver en varios indicadores, que también están presentes en nuestro país, así pues, “Las revoluciones Ocultas” de las que hablaba la CEPAL han transformado la familia en el Uruguay, a tal punto que hoy ya no se puede hablar de un tipo de familia sino de muchos tipos. Las transformaciones en la sexualidad, la intimidad y la vida privada en Occidente (y, obviamente, en nuestro país) han sido dramáticas, profundas y estructurales, y son propias de sociedades que empiezan a reclamar el derecho a la sexualidad y al placer, como un derecho constitutivo de la vida humana.
Las variantes de esta gran transformación civilizatoria son muchas, y van desde el rol de la mujer, a la forma y concepción de la familia, los aspectos demográficos, la nupcialidad, el divorcio, las relaciones de género y la aceptación gradual de la diversidad sexual como variante normal de la sexualidad.
Justamente este último punto es en el que nos vamos a detener en la presente nota. Todos podemos ver cómo en años anteriores los distintos países democráticos de Occidente, tanto en las Américas como en Europa u Oceanía, han comenzado a legislar en cuestiones vinculadas con los derechos de las minorías sexuales. Uno de los casos más recientes y cercanos a nosotros es la aprobación del la ley de “Matrimonio Igualitario” en la vecina Argentina, ley de gran importancia ya que equipara en derechos a las parejas homosexuales con las heterosexuales.
Aunque la cuestión actual esta cifrada en esos términos (la Igualdad de derechos en el ámbito del matrimonio), la legislación en pro de los derechos de las minorías sexuales tiene una historia de varias décadas en el mundo occidental, comenzando con la despenalización de las relaciones homosexuales, legislación contra la discriminación y primeras legislaciones de reconocimiento de concubinatos y parejas constituidas. Por su parte, las Naciones Unidas en tanto organismo supranacional, ha elevado varias declaraciones tendientes a eliminar la orientación sexual de los códigos penales del mundo y las leyes discriminatorias; en estas instancias, en la ONU, los países de Occidente, europeos y americanos (con la triste excepción de Cuba), han votado generalmente juntos, mientras que los regímenes autoritarios de África, Asía y las teocracias de Oriente Medio votan en contra de los derechos de las minorías sexuales.
Nuestro país como integrante del mundo democrático y la civilización occidental, tampoco ha estado exento de estos temas, en los últimos años se han aprobado varias leyes favorables a los derechos de las minorías sexuales. Sin embargo nuestro país continúa rezagado en cuestiones de igualdad de derechos y siguen existiendo obstáculos que superar. Aún en este país hay ciudadanos clase A y clase B, y aún la orientación sexual sigue siendo un impedimento en la realización personal e individual, y en la búsqueda de la felicidad. Así pues nuestro país debe dar un paso más y aprobar en su Parlamento el proyecto que modifica la institución matrimonial, la modificación del Código Civil que garantice la Igualdad de Derechos entre los ciudadanos, tal y como está estipulada en los artículos 7 y 8 de la Constitución de la República.
El tema será discutido y debatido, de seguro de forma ardua en el Parlamento Nacional; lo importante será que el tema se discuta y sea puesto en su lugar, que se discuta sobre lo que debe discutirse, sin prejuicios ni anteojeras ideológicas.
Para empezar se va a querer usar argumentos de corte religioso, es seguro que los sectores más conservadores de la Iglesia intentarán imponer su visión, pero se debe recordar que nos encontramos en un estado laico, separado de la Iglesia (las sociedades modernas, hijas de la modernidad y las revoluciones liberales, no se rigen por códigos canónicos sino por el derecho positivo, que emerge de la legitimidad de los estados, por ello los argumentos de corte religioso no son los más adecuados para discutir sobre estos temas, son validos como todos, deben ser escuchados pero no tienen el privilegio exclusivo); el legislador debe legislar para la sociedad, por lo tanto debe escuchar todas las voces.
También se intentará discutir o imponer cuestiones vinculadas a “la naturaleza humana” o la “normalidad o anormalidad sexual”, estos argumentos, por supuesto van a contracorriente de lo que la ciencia afirma, y es que la sexología clínica considera que la “sexualidad normal” lo es si cumple con la función sexual, la misma se pude cumplir tanto en relaciones hetero como homosexuales (en la medicina moderna el viejo concepto de las “perversiones sexuales” ha sido reemplazado por el de las parafilias, comportamientos esos sí, anormales, tales como la pedofilia, la zoofilia u otros de similar entidad). Los defensores de ese concepto tan restrictivo de la “naturaleza humana” olvidan además que la propia naturaleza predispone la homosexualidad, que la misma se encuentra presente en todas las sociedades humanas, actuales o históricas, e incluso en muchas especies animales. También se olvidan de las distinciones necesarias y pertinentes que deben hacerse entre sexo y género, así nos dice el sociólogo Giddens, mientras el sexo es biológico y natural (hombre o mujer), las relaciones de género son construcciones sociales, que se incorporan en el individuo mediante el proceso de socialización. Por tanto, la sexualidad humana no es “natural” determinada por la biología sino que incluye muchos elementos culturales y psicológicos, por ello mismo también el concepto de familia no puede estar restringido al de reproducción, ya que la sexualidad humana no lo está.
La cuestión que debe discutirse es la de los derechos, y la igualdad de las personas, de los ciudadanos en materia de derechos, una sociedad que proclama la igualdad de derechos no puede tener ciudadanos clase A y clase B. Y este no es un tema privativo de la Izquierda, como algunos conservadores en los partidos tradicionales quieren hacer ver; este es un tema de liberales, puesto que fuimos los liberales durante los siglos XVIII y XIX, quienes levantamos la bandera de la Igualdad de derechos, quienes dijimos al mundo que los “hombres” (se entiende por seres humanos) “nacen libres e iguales en derechos”. El tema es ser fiel a esos principios que se enarbolan, el tema es entre la libertad y la iIgualdad o la hipocresía, la cuestión de los liberales es ser fieles a nuestro propio credo.
Vivimos en una sociedad conservadora, y este es un tema que genera rechazos entre los conservadores, pero las sociedades cambian, y toda la historia de la humanidad, ha sido la de las luchas por la obtención de derechos. Durante miles de años no se podía votar, después en el siglo XIX la lucha fue por el sufragio universal, en el siglo XX los conservadores se oponían al voto de la mujer, o al divorcio. Pero esos derechos se obtuvieron, hoy la rueda de la historia sigue su curso, hoy son otros los temas y otras las minorías que requieren el reconocimiento de sus derechos.
El cambio es fundamentalmente cultural, por supuesto que no bastará con votar leyes, pero las leyes que el Estado consagra legitiman las situaciones, seguramente en el 900 alguna encuesta hubiera mostrado gran oposición al divorcio, pero el Estado legislo y legítimo, y ello fue uno de los factores de cambio cultural.
El tema de la sexualidad es un tema complejo, parece determinar cosas importantes en la vida de las personas, aunque no debería hacerlo, no creemos que una persona debe definirse por con quien se acuesta o no, o por cuales sean sus preferencias sexuales, sino que una persona debe definirse por los rasgos de su personalidad, por su bondad, por sus cualidades humanas y espirituales, que le hagan ser un ciudadano de bien, como profesa la Constitución de la República, “por sus talentos y sus virtudes”. Es hora de cambiar, de resolver la situación de una minoría históricamente perseguida y excluida. También la discriminación sexual y la persecución tiene su historia, Foucault en su “Historia de la Sexualidad” define que el concepto del “homosexual” como un tipo humano distinto, como un “anormal”, como una construcción de la “ciencia médica” (todavía dominada por la moral) del siglo XIX, que sustituyó de esta forma el viejo concepto cristiano de la “sodomía”, y así pasamos de la persecución del acto sexual a la persecución de un tipo humano distinto por naturaleza, un “anormal”. También en el Uruguay, como han mostrado los trabajos del Profesor Barrán, la ciencia médica persiguió, investigó y catalogo a los “anormales”, el manicomio y el sifilicomio, fueron dos muestras de aquella persecución que sufrieron por igual los locos, los “invertidos” sexuales, y las mujeres, grandes víctimas del proceso de “Disciplinamiento Cultural”.
El siglo XX lo cambió todo, siglo de grandes tragedias, esperanzas y revoluciones, la cultura no quedó inmune ante los cambios; el desarrollo de la ciencia, tanto de la medicina, como las ciencias humanas, o la psicología contribuyó a traer un poco de luz sobre los fenómenos de la sexualidad humana. La antropología de Margaret Mead, el contacto con otros pueblos con tradiciones sexuales distintas, los estudios de Alfred Kinsey, Master y Jhonson y otros científicos, la revolución de la psicología. Todo ello contribuyó a destruir los viejos conceptos heredados de la era victoriana.
Hoy la ciencia, enriquecida de aquellos aportes, y muchos otros, considera la sexualidad humana de otra manera, así la homosexualidad fue eliminada de la lista de Enfermedades por la OMS, y hoy se ve como una variante natural del comportamiento sexual humano. No como una opción, nadie elige, las orientaciones sexuales son innatas, el deseo, como nos enseñó Freud, pertenece al inconsciente de un individuo, las personas nacen homosexuales, no se hacen. Los factores culturales determinan si su relación con el medio, con la sociedad, si se acepta o no su forma de vida.
Es hora de legislar, es hora de actuar para consagrar en la ley la Igualdad de derechos, una democracia siempre es un proyecto en construcción, siempre extendiendo derechos a quienes están excluidos, el mundo no se va a destruir porque un puñado de personas puedan realizar sus proyectos de vida, pero de seguro seremos una sociedad más democrática cuando ese grupo de personas tengan los mismos derechos que la mayoría tiene, cuando sean juzgados por sus cualidades humanas, y no por su vida privada.
Los batllistas tienen un rol importante es esta lucha, la historia del Batllismo fue la de la vanguardia, la de los derechos, la del partido como “escudo de los débiles”, los legisladores batllistas tienen hoy otra causa que apoyar.
Hasta la próxima…
(*) Profesor de Historia.
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