En general se cree y se hace creer que Batlle nunca prestó cuidado al llamado “problema de la tierra”, y que no tenía una posición al respecto, cuando en realidad es algo totalmente erróneo.
En 1910, estando junto con su familia en Europa, Batlle ya se perfilaba como candidato a la presidencia para las próximas elecciones. Esto propició la oposición de las clases conservadoras y renovó la posibilidad de que surgieran nuevos levantamientos armados de parte de los nacionalistas. Juan Andrés Ramírez, director del periódico “El Siglo”, que respondía a los intereses de comerciantes y estancieros, estaba haciendo una campaña en contra de los posibles alzamientos revolucionarios. Luego de hablar con Williman y Manini Ríos, se comprometió a reforzar dicha campaña con la condición de que Batlle se definiera en algunos puntos, como la postergación de la separación de la Iglesia y el Estado, entre otros.
El 31 de julio de 1910, “El Siglo” publicó los cometarios realizados por un uruguayo residente en París, que firmaba bajo el pseudónimo de ”El Corresponsal”, sobre la conversación que había mantenido con Batlle. No se presentaron citas textuales de las opiniones vertidas por el entrevistado. Este diálogo contribuyó a crear una imagen moderada de Batlle, alineado con los terratenientes y los comerciantes, aunque en realidad, volvió de Europa más radical de lo que era.
Un extracto de la nota de “El Siglo” es el punto de partida del tema aquí tratado. Este dice: “Batlle no reconoce la existencia en el país de un problema agrario que reclame con urgencia la atención de los poderes públicos”. Estas palabras, que tranquilizaron a los conservadores y apaciguaron levantamientos contra la institucionalidad, pueden ser las que han hecho pensar que Batlle no reconocía el problema que representa la posesión de la tierra en manos de unos pocos.
En las diecisiete reuniones en que fue debatido el programa económico del Partido Batllista, que van desde junio a agosto de 1925, Batlle dejó bien claro cuál era su posición al respecto del problema de la tierra. En una oportunidad va a decir: “La propiedad también es una gran injusticia. El mundo, puede decirse, sin equivocarse, es de todos. El que viene al mundo, viene con el derecho de poner los pies, por lo menos, sobre él. Y tal como está organizada, hay muchos que nacen sin tener donde asentar los pie. La propiedad, en realidad, no debe ser de nadie, o más bien dicho, debe ser de todos; y la entidad que representa a todos es la sociedad. La propiedad debe ser de la sociedad”. Si bien Batlle afirma que la propiedad individual de la tierra es una injusticia, no es partidario de la expropiación. Adelantándose a los comentarios que pudieran surgir por lo expresado en la cita anterior, Batlle dijo: “De esto podría sacarse la consecuencia de que yo soy partidario de que se despoje a los que tienen tierras para repartirlas entre los demás y no es así…”.
Batlle sostenía la teoría de que los propietarios de la tierra en el Uruguay lo eran por “consenso general”, y esto se debía a que en lo que todavía era la Banda Oriental, un territorio deshabitado, las tierras fueron en un principio ocupadas y luego vendidas a precios muy bajos. La solución no era expropiar y repartir, pero sí había que garantizar que la propiedad de la tierra no fuera un privilegio, a través de legislación pertinente.
La influencia en el Batllismo del pensamiento del economista estadounidense Henry George es bien conocida, y es de donde se parte para darle una solución a la cuestión agraria. Para el georgismo, los males de la sociedad están causados por la propiedad privada de la tierra. Esta debe volver a la comunidad, a la que pertenece, pero no mediante la expropiación, sino mediante la aplicación del “Single Tax”, o impuesto único sobre la tierra. Si bien para Batlle esta medida debía implementarse, debían existir otros impuestos. Él deseaba adaptar las teorías de George a la realidad uruguaya.
Según Batlle, otra cosa que debía ser combatida, era el derecho ilimitado a la herencia, ya que por eso las grandes fortunas estaban en pocas manos. Había voces más radicales en la convención partidaria, que abogaban por la eliminación del derecho de herencia, y argumentaban que el Estado debía apoderarse de los bienes de los fallecidos. Sin embargo, apelando a los derechos naturales, Batlle se oponía a esto. En la concepción Batllista, los herederos no tienen derecho a heredar, en cambio, los que fruto del trabajo honesto generaron riquezas pueden dejar en herencia una parte de estas. El Estado, en representación de la comunidad, debe decidir que parte de esas riquezas pasan a sus manos. Batlle explicaba que cuando se manifestaba a favor del derecho de herencia, se refería a aquellos que habían construido fortunas mediante el trabajo, y no de otra manera.
En el “Programa de Acción del Partido Colorado Batllismo”, el último capítulo, que tiene el nombre de “Tierras Públicas”, dice así: “78-La conservación en propiedad del estado de las tierras que actualmente le pertenecen y de las que le pertenezcan en lo sucesivo; el destino de sumas de consideración a la adquisición de tierras para el estado; el alquiler o arrendamiento de las tierras del estado al mejor postor, y el destino del producto de ese alquiler o arrendamiento a la adquisición de nuevas tierras”.
Hay que reconocer que el problema de la tierra no ocupa un lugar central en el pensamiento de Batlle, ni en su accionar político. Lo justifica el esfuerzo y empeño que puso junto con sus seguidores en concretar su mayor ambición: la colegialización del Poder Ejecutivo, el establecimiento del mandato imperativo y la revocabilidad de los mandatos, y la celebración de elecciones frecuentes para mantener a los ciudadanos atentos y comprometidos con la res publica, y así generar virtud cívica en ellos.
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