Por Luis G. Baietti (*)
El 15 de febrero de 1985 estaba llamado a ser un día de júbilo para todos los uruguayos. Tanto para aquellos que habían permanecido en el país y padecido en carne propia la opresión de la dictadura, como para quienes habían emigrado sea por razones de persecución política o por mera necesidad económica.
El país recuperaba con la instalación de su Parlamento las instituciones democráticas perdidas.
Sin embargo, el mismo día en que el país recuperaba su libertad y su democracia, perdía a uno de los más grandes lideres democráticos de su historia. Manuel Flores Mora moría a los 61 años de edad, tras una larga y dolorosa batalla contra el cáncer.
No voy a hablar del hombre. Hay gente que ha tenido contacto directo con el (familia, amigos) que pueden tocar ese tema con mucho mayor conocimiento de causa que yo.
Simplemente me limito a señalar la generosidad extrema del hombre que aún golpeado por una enfermedad que no sabe si acabara con su vida (él mismo lo dice) encuentra tiempo y energías para -siempre el líder, siempre el maestro- aconsejar a los otros que no repitan sus mismos errores “a mí me salvan mis médicos, me salvan mis amigos, me visita medio país, mucho más allá de lo que merezco por los males que me busqué a mí mismo por fumar como un idiota. Cada hijo de este país que haga fuerza para que el padre no fume”.
Es del otro Flores Mora que quiero hablar, del hombre político que supo como pocos ejercer la forma más difícil de lealtad, que es la lealtad hacia uno mismo, hacia sus convicciones, tan escasa en los tiempos de crudo pragmatismo que vivimos... Que supo renunciar al calor de su posición en la Lista 15 cuando fallecido Luis Batlle ésta comenzó a inclinarse por soluciones contrarias a su línea de pensamiento, que supo renunciar a un cargo de ministro cuando sintió que el Presidente había cruzado la raya de la legalidad con el uso abusivo de las Medidas de Seguridad como recurso para en los hechos gobernar por decreto, y el que se atrevió a publicar una carta abierta a Vegh Villegas enrostrándole su participación en un gobierno dictatorial que no daba ninguna muestra de evolucionar hacia la reimplantación de la Ley y el Derecho, y de paso denunciar las “tan gravemente equivocadas orientaciones que en esa materia específica (la económica) usted aplica y nos aplica”.
Quizás no hayamos sido totalmente conscientes en el momento en que ocurría de la enorme pérdida que el país estaba sufriendo, que aparecía mascarada por el jubilo de la recuperación de la democracia. Pero hoy que las libertades democráticas han dejado de ser una novedad y las consideramos nuevamente incorporadas a nuestra vida normal, vemos en perspectiva el valor de lo que perdimos en ese día feliz y aciago a la vez.
Flores Mora tenía al morir 7 años menos que los que yo tengo ahora. Y las fuerzas que aún conservo así como la capacidad de seguir pensando la realidad con la misma cuota de lucidez (sea ella escasa o adecuada) que tuve siempre, me hacen pensar en la tremenda injusticia de haber perdido a esa edad un hombre que podía haber contribuido de manera destacada a la reconstrucción del Uruguay “de antes”, aquel que supo conjugar el liberalismo de sus instituciones políticas con la lucha por la justicia social.
Pienso en las contribuciones que pudo haber hecho un hombre de ideas batllistas profundamente arraigadas, tanto en la defensa del liberalismo político como en la defensa de la justicia social y el papel rector del Estado en la Economía, como lo puso de manifiesto pocos días antes de fallecer en un editorial saludando la asunción del Dr. Sanguinetti como primer presidente electo de la nueva era democrática, definiendo con una precisión cardinal de dónde venía nuestro país y hacia donde debía encaminarse ahora que era libre de elegir su destino nuevamente, y cuál era el camino que el batllismo debía defender dentro de la convivencia democrática. Y lamento la ausencia de una voz auténticamente batllista como la suya, capaz de ofrecer una alternativa positiva a la actual conducción del país.
Decía el editorial: “Este país fue durante décadas, por obra de algunos grandes gobernantes que tuvo, el país más libre de América. El país del régimen de Derecho, refugio para los perseguidos de todas las latitudes y ejemplo de convivencia que mereció por igual el expreso reconocimiento del Che Guevara por un lado y del Presidente Eisenhower por otro, en días próximos entre sí”. (…) “Fuimos también la tierra laboratorio de los cambios sin miedo donde se ensayaban con audacia décadas antes que en cualquier otra parte del mundo reformas sociales y económicas que otros pueblos todavía discuten, como el divorcio o la enseñanza obligatoria laica y gratuita, (el régimen de jubilaciones), el amparo de los derechos obreros con muy temprana limitación a 8 horas de la jornada de trabajo (…) EL RESCATE PARA LA NACIÓN DE LA PROPIEDAD DE SUS SERVICIOS PÚBLICOS, ARRANCADA DE LAS MANOS EXTRANJERAS (…), el monopolio de la explotación de algunas grandes actividades industriales y comerciales (…), asimismo cobradas a la avidez capitalista privada y extranjera (…) tales conquistas muy lejanas todavía de recuperación vista la postración social y económica en cuyos pliegues viene envuelto el país que nos devuelven, fueron obra de La Nación cumplida en la tolerancia y en la paz, dentro del orden y bajo la Ley ciñéndose estrictamente a los dictados del derecho. Todo lo que este país conquisto en el pasado, perdió después, y debe reconquistar y superar ahora se forjo en la dura discusión y en los enfrentamientos cívicos de mayor aspereza (…) Ninguna conquista fue fruto del autoritarismo o la imposición de ciertos hombres o sectores sobre otros sino que todo se logro a través del Parlamento y de la Ley (…) surgidos (…) del mandato soberano que solo reconoce el sufragio como fuente”.
“Símbolo de la ansiada institucionalidad las autoridades electas tienen que saber que en esta tesitura encontrarán el apoyo resuelto de todos. No solamente de aquellos que contribuimos con nuestro voto a su elección SINO LA DE TODOS LOS QUE CUANDO HABLAN DE DEMOCRACIA LO HACEN CON VERDAD EN EL CORAZON”.
(Extractado del Editorial CREPUSCULO PARA TODO AUTORITARISMO del semanario JAQUE que fundara y dirigiera junto con su hijo Manuel Flores Silva. Recomiendo la lectura integral del editorial publicada por la Universidad de la República y accesible por Internet. Es un documento esencial, un verdadero testamento político de un hombre que nos hace hoy más falta que nunca.)
(*) Administrador de Empresas. Contribución especial para Reconquista.
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