Por Dr. Julio María Sanguinetti (*)
En la última edición de la Gaceta de la Universidad de la República, y bajo el título de "Contra la pared: sobre los ataques a la educación", la Senadora Constanza Moreira, Presidente -nada menos- de la Comisión de Educación del Senado, ha dicho que "todavía seguimos con esa idea de que la calidad de la educación es lo más importante. No señor. Lo más importantes es que todos terminen el liceo, reducir la brecha educativa". Y añadió: "La masificación de la enseñanza secundaria en principio va contra la calidad de la educación porque nivela para abajo". Esta bajada, sin embargo, le enorgullece: "Eso me hizo ser lo que soy".
En una palabra, lo único que importa es que los jóvenes terminan este liceo nuestro que, desgraciadamente, alcanza tan pobres resultados según las Pruebas PISA, que universalmente se aceptan como una medición del nivel de los adolescentes al término de su enseñanza obligatoria. Según la Senadora, son "una engañifa".
Esa evaluación examina a miles de jóvenes en el mundo entero en matemáticas, su propia lengua y conocimientos científicos básicos. Pero a la Senadora no le sirve; lo que importa es la masificación, aunque nivele para abajo.
Según su criterio, el debate de la educación se ha instalado por "la manija que dan los medios". Que en el primer año del liceo repita el 43%, para ella es sinónimo de virtud, aparentemente. Que el 82% de los alumnos que intentar ingresar a la Facultad de Ingeniería no posea buena comprensión de un texto, no es problema porque terminaron Secundaria…
Estamos, entonces, ante la instauración de la mediocridad como virtud. La calidad no es progresista. Por lo que no debe extrañar, entonces, que la Directora de Formación Docente reconozca públicamente que hay que bajar el nivel de exigencia en la formación de profesores porque la deserción es alta en el IPA.
Los últimos datos oficiales nos dicen que de 1.976 alumnos que en 2007 iniciaron sus estudios en el viejo instituto fundado por Grompone, hoy cursan 4º año solamente 67, o sea, poco más del 3%.
Ante el desastre, entonces, la respuesta anunciada es reducir "la carga horaria". Los profesores entonces serán más, pero peor formados. Lo que quiere decir que si ponemos a los profesores en la misma bajada que los estudiantes, lo que recogeremos al final del tobogán será pobre, paupérrimo, para afrontar este mundo competitivo…
Lo peor es que no nos detenemos en la educación. El Centro de Estudios Judiciales, que forma jueces, venía perdiendo aspirantes a magistrados y, como en 2009 solo se inscribieron 35, luego que en años anteriores anduvieran alrededor de los 70, había que hacer algo. ¿Qué se hizo? No exigir más un promedio de BMB (7 sobre 12) ni que hubieran reprobado menos de 5 materias en la carrera.
Este año, entonces, se inscribieron 95. O sea que podemos estar contentos: vamos a tener más jueces, aunque tengan un nivel de mediocre hacia abajo.
La sociedad uruguaya toda, en ámbitos diversos pero todos fundamentales, comienza a abandonarse. Lo estamos viviendo, también dramáticamente, en la salud.
No hace mucho lo dijo el Dr. Trochansky, ex presidente del Sindicato Médico, reconociendo que así como hasta hace pocos años éramos referencia internacional en varias especialidades y acogíamos gente de afuera, hoy es a la inversa.
Y basta leer el diario para tocar el desastre. Los hospitales públicos, pese a estar descargados de 450 mil usuarios, están en una crisis tan enorme que el propio Presidente tuvo que cesar a los administradores; y las mutualistas padecen una superpoblación que las rebasa, atadas al corsé financiero de cuotas pagadas por el Estado en el nuevo sistema de reparto establecido en el FONASA.
O sea que el 1:300.000 que se atiende en ASSE (el sector más modesto), está peor, y el otro, aún más numeroso, que se atiende en las mutualistas, padece en instituciones desbordadas en que las emergencias no dan abasto y los especialistas o análisis demoran semanas y meses en dar respuesta a los pacientes. Aparentemente, somos más iguales, pero peor atendidos…
El Presidente Mujica nos prometió en su campaña un país "de Primera". Ya lo éramos, por cierto, pero todos interpretábamos esa expresión como la voluntad de búsqueda de los mejores niveles en todo.
No dudamos de su intención. Pero los hechos hoy nos hablan de una resignación a la medianía. Nuestro sueño no es Harvard ni la Sorbona. Es el país del medio-tanque, del más o menos, del "nos vamos arreglando", de que, ante cada comprobación, miremos hacia abajo y sigamos, peldaño a peldaño, rápidamente descendiendo.
(*) Abogado. Ex presidente de la República (1985-1990) y (1995-2000)
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