Hipocresía

Por Gustavo Toledo

Dos reflexiones…

Murió Laura Pollán, fundadora de las Damas de Blanco. Como Yoani Sánchez, la doctora Hilda Molina y tantísimas mujeres que dan pelea por su libertad y la de su pueblo, un referente. Un ejemplo. Como lo son aquellas admirables viejas que en épocas oscuras recorrían cárceles, hospitales y cuarteles en busca de sus esposos e hijos desaparecidos y nunca se cansaron de golpear puertas en busca de respuestas.

Dentro de pocas horas -si no ha comenzado ya- el aparato propagandístico del régimen y sus sicarios desperdigados por el mundo se encargarán de ensuciar su memoria. Inventarán historias. Crímenes. Complicidades. Buscarán por todos los medios desprestigiarla. Convertirla en una bestia negra. En un ser olvidable. No podrán. Las cosas ya no son como antes. Túnez, Libia, Egipto abrieron el camino. No hay balas ni tanques capaces de detener a un pueblo que busca su libertad. Aunque parezca anestesiado por medio siglo de mentiras, enemigos imaginarios y amenazas. Esta valiente y admirable mujer de ojos azules sembró una semilla que pronto germinará. No tengo dudas.

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A cierta altura de la vida, el nivel de tolerancia con los mentirosos profesionales va decayendo hasta extinguirse. Un día, uno explota. Decide no bancarse más que le vendan gato por liebre, que lo tomen por tonto, que lo quieran convertir en cómplice de sus embustes. Por eso, cuando lea, escuche o vea una declaración de solidaridad con la resistencia cubana o de condolencias por la muerte de Laura Pollán, redactada y firmada por los supuestos defensores de los Derechos Humanos voy a comenzar a creerles. Mientras tanto, seguiré pensando que no defienden los Derechos Humanos sino a ciertos humanos que consideran derechos por pensar como ellos. Mientras tanto, si me disculpan, seguiré pensando que son unos hipócritas. Un grupo de mentirosos. Una jauría de lobos disfrazados de corderitos...

La defensa de la vida, la libertad y la dignidad de las personas es una causa universal. No distingue entre derecha e izquierda. Para los verdaderos defensores de los Derechos Humanos no hay dictaduras buenas y dictaduras malas. Hay dictaduras y punto. Sienten asco por los déspotas, asesinos y carniceros de cualquier signo, no compasión y mucho menos admiración por sus tropelías. No practican ninguna forma de doble discurso. Hacen lo que dicen; y dicen lo que piensan. Para ellos, su lugar es al lado de las víctimas y nunca de los victimarios; al lado de los seres esclavizados, censurados o amenazados por sus ideas políticas, creencias religiosas, orígenes raciales u opciones sexuales. Su credo es la verdad. Y nunca la mentira.

Cuando los vea predicar con el ejemplo y hacer honor a sus palabras, recién ahí empezaré a creerles. Mientras tanto, ¡váyanse a mentir a otra parte!