La afirmación de que la mujer es menos inteligente que el hombre es aceptada como verdadera no sólo por el hombre, sino que también por la mujer misma. Yo creo conveniente someterlo a un ligero examen.
En una familia cuyos hijos han recibido, todos, la misma educación, la mujer parece, siempre, más culta. Muchas veces lo he observado en las familias modestas: la mujer habla mejor, tiene más finos modales, viste con más esmero y presenta en general un conjunto muy superior al del hombre… ¿Será acaso, porque es menos inteligente?
La mujer tiene gustos más delicados que los del hombre. Observemos, si no, los seres que viven a nuestro alrededor. El hombre va al café, fuma, bebe, se embriaga, disputa con los amigos, pierde todo lo que tiene al juego. La mujer permanece en su casa, cuida de ella, ama las flores, los pájaros y los niños, se embelesa con el adorno que la embellece, se extasía con la lectura y la música y sueña con una vida de orden y calma… ¿Será acaso porque es menos inteligente?
Cuando el hombre elige entre nosotras la compañera que ha de completarlo y acompañarlo durante toda su existencia, no hace gran caso de nuestra inteligencia, de nuestra bondad, de la elevación de nuestro carácter; su mirada se basa casi exclusivamente en las formas de la belleza material. La mujer, al contrario, busca, ante todo en el que ha de ser su asociado en la vida las altas dotes intelectuales y morales, la ilustración, el talento, el valor, la honradez, la nobleza, sin desestimar por eso ni la buena postura ni la belleza varonil… ¿Será acaso, porque es menos inteligente?
El hombre es brutal, ladrón, asesino. Las crónicas de criminalidad están llenas de su nombre y las cárceles parecen sus habitaciones más frecuentadas.
La injusticia, la violencia movida por ella, tienen para él enorme atractivo; mira con desdén a su compañera porque no le acompaña en sus empresas de bandolera…
La mujer es suave, honesta, compasiva, pocas veces se la ve mezclada en hazañas criminosas, escasea en las cárceles y penitenciarías… ¿Será acaso, porque es menos inteligente?
Nosotras, aunque nadie se preocupe de darnos dirección, somos superiores a él por la median de nuestra cultura.
¿Se dirá que no sobresalimos, ni mucho menos, en el ejercicio de las artes, de las letras y de las ciencias, ni de la política? Pero, ¿cómo hemos de sobresalir si se nos aparta de ellas sistemáticamente?...
Para el hombre no hay más que estímulos. Padres, parientes, amigos, conocidos, extraños, todos aplauden la resolución que adopta el joven adolescente de dedicarse a alguna carrera científica o artística. Nada importará que ya le apunten las orejas.
Se creerá conveniente, por lo mismo, que trate de adquirir, por el estudio, algo de lo que la naturaleza le ha negado; no reza con el hombre aquello que reza con la mujer de que, porque parece menos inteligente, no debe estudiar. Y se le halaga y se le hace creer que será personaje culminante por sus vastos talentos aunque no prometa ser más que una acémila!
En cambio, para nosotras no hay más que obstáculos. Se nos desanima, se nos desalienta de todas maneras. Seremos objeto de mofa. Se inventarán apodos para denigrarnos. Se nos insultará en artículos, como el que ha publicado este mismo diario de Daniel Muñoz. Y cuando se vea que nada de esto basta, se invocará el buen apetito del hombre, como lo ha hecho el Dr. Melián Lafinur y se tocará a rebato ante el enorme peligro de que podemos ocupar nosotras alguna de las canonjías en que él, actualmente, se encuentra feliz!
No, lo que hay que extrañar no es que sean pocas las mujeres que se han distinguido por sus talentos; lo que hay que extrañar es que algunas hayan podido distinguirse!
El pleito entre el hombre y la mujer sobre quién es más inteligente no se podrá fallar con justicia, sino cuando ambos se hallen en las mismas condiciones, esto es, cuando a ambos se les eduque de la misma manera, se les estimule con el mismo empeño y se les rodee de la misma libertad”.
(*) Seudónimo con el que José Batlle y Ordóñez defendió la creación de la Sección Secundaria para la Enseñanza Femenina. Diario El Día, 3 de abril de 1912.
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