Por Graciela Matiaude (*)
El martes 8 se celebra en todo el mundo el Día Internacional de la Mujer, fecha que fue reconocida por la Organización de las Naciones Unidas, ONU.
Fue a fines del siglo XIX que se gestó la necesidad de destinar un día específico, y no fue casual que surgiera en ese momento específico, teniendo en cuenta el esplendor de la revolución industrial y el auge del movimiento obrero.
Hubo un antes y un después en la psiquis de la mujer. En tiempos remotos, la mujer se consideraba inferior al hombre y ella se había concientizado de ese servilismo, pero como obviamente todo ser pensante, evaluando la situación en que se desenvolvían poco a poco, la mujer empezó a desarrollar acciones, para acceder a una plena calidad ciudadana.
La historia enseña que el 8 de marzo de 1908, murieron calcinadas ciento cuarenta y seis mujeres trabajadoras, de la fábrica textil Cotton, de Nueva York.
No fue un accidente, sino un incendio provocado por bombas, que les lanzaron ante la negativa de abandonar la protesta por los bajos salarios y denunciar al mismo tiempo las condiciones de esclavitud que padecían en el trabajo y a las que debían someterse en casi todos los ámbitos de actuación, tanto en los círculos íntimos o familiares como colectivos y sociales.
Ese hecho de emancipación de la mujer, generó una gran transcendencia, no sólo en la historia social de los Estados Unidos, sino en el mundo entero.
La idea de instaurar una jornada para reflexionar sobre la importancia de establecer una sociedad en pie de igualdad, que permita un desarrollo integral como personas, no implica que sólo dediquemos dicha fecha a conquistar nuestros sueños. Por el contrario, es un desafío permanente que nos impulsa a avanzar día a día, aunque es valioso que el mundo entero tome conciencia de nuestra lucha y el 8 de marzo permite que ese tiempo de evaluación interna, sea simultáneo en el mundo entero.
Desde entonces -y hoy más que nunca- debemos conquistar como sociedad, y de manera cotidiana, la igualdad de acceso a la educación, a la capacitación, a la ciencia, a la tecnología, a la política, para que el mundo que habitamos hombres y mujeres, sea construido por hombres y mujeres.
Existen muchos ejemplos de las situaciones de oprobio y degradación que han padecido en toda cultura y lugar las mujeres, en el pasado y aún en el presente. ¡Luchemos por erradicarlas del futuro!
No se concibe una sociedad sana, si persisten hechos de violencia, discriminación, desigualdad y cualquier actitud tendiente a degradar al prójimo.
Las mujeres padecen muchas discriminaciones en el campo laboral, político, social e incluso cultural.
Esta percepción da una idea de lo mucho que aún falta evolucionar, como sociedad, para alcanzar equidad de género, en términos de democracia, libertad, justicia y construcción de nuestra sociedad.
Es indudable que los derechos humanos de la mujer son parte inalienable e indivisible de los derechos humanos universales.
Es muy interesante observar como la mujer va ingresando poco a poco al mundo que alguna vez fue exclusivamente masculino, pero esta conquista tiene muchas limitaciones aún.
Los derechos que conquistamos se suman a nuestras obligaciones, las tareas del hogar continúan siendo “obligación de la mujer”. Esto ha provocado graves consecuencias: su estado civil, el número de hijos, la sobrecarga de responsabilidades fuera del hogar, y dentro, anexando los roles tradicionales, generan dobles jornadas, además de falta de redes de apoyo eficientes, ya que si bien existe la estructura legal, el seguimiento de cada caso es casi nulo o poco práctico, todos estos aspectos a tener en cuenta, son cruciales para sus condiciones de vida.
La igualdad tiene que asimilarse conceptualmente, a nivel social y no solo individual, para ser aplicada en cuanto a criterios, en primer lugar, de no discriminación.
Considero como mujer parlamentaria, que “querer es poder”, que se puede acceder aún a lugares donde se maneja el poder, aunque reconozco que los roles tradicionales destinados otrora al género femenino, coartan socialmente a la mujer, limitando sus posibilidades.
Quiero resaltar que lucharé por sentar las bases para que nuestra sociedad no discrimine, de forma que el acceso de la mujer al ámbito que deseemos alcanzar, dependa solo de nuestra capacidad para desempeñar dicho rol.
Madres, no sólo ustedes son responsables de sus hijos, los padres lo son en igual grado; amas de casa con trabajo asalariado fuera del hogar, no sólo ustedes son responsables de las tareas de la casa, si ambos trabajan fuera, ambos quieren descansar al llegar, compartan y dividan tareas y no permitan que se las limite o encasillen en obligaciones de género, luche cada una por su libertad y su igualdad, cada recorrido comienza con el primer paso, y paso a paso, se llega al destino!
Mujeres de todos los partidos políticos, mujeres de todas las edades, que cada 8 de marzo les permita creer que para alcanzar un sueño, sólo debemos animarnos a soñar!
(*) Representante Nacional por el Partido Colorado. Contribución especial para Reconquista
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