Cuando en medio de la campaña electoral del 99, el Dr. Jorge Batlle prometió “dejar el alma en la cancha por el Uruguay”, nadie se imaginó cuán difícil sería el partido que le tocaría jugar durante su presidencia (debacle argentina, crisis bancaria, aftosa, contrabando, etc.). De lo que nadie tuvo dudas es que hablaba en serio y que cumpliría su promesa a rajatabla. Y así lo hizo, como bien lo reconocieron hace algunos días el ex ministro de Economía, Alejandro Atchugarry, y el actual vicepresidente de la República, Danilo Astori, durante la presentación del libro de Carlos Steneri, “Al borde del abismo: Uruguay y la gran crisis del 2002-2003”.
“Vivimos momentos muy duros. Realmente duros”, recordó el ex ministro en esa instancia. “Debo reconocer una cosa. Este presidente se rompió el alma por el país. Merece un reconocimiento”, señaló, con voz entrecortada y lágrimas en los ojos, refiriéndose a Batlle.
Por su parte, Astori señaló que el gobierno que encabezó el ex presidente colorado enfrentó una crisis “tan dura” actuando con “gran responsabilidad”, lo que constituye una “lección” para el futuro. Dijo, además, que es necesario agradecer “a quienes tomaron las decisiones que había que tomar. Desde el presidente Batlle, sus ministros y su cuerpo de trabajo”.
“Si hoy el Uruguay está obteniendo buenos resultados económicos, en gran parte se debe al camino que se inició en aquel momento”, agregó.
Casi diez años nos separan de aquellos agitados días en los que el país se asomó al abismo, como señala Steneri en su libro y describe con tanta precisión Claudio Paolillo en el suyo (“Con los días contados”); días que todos recordamos con angustia, en los que apenas un puñado de canallas que todos conocemos se encargó de echar leña al fuego e intentó -sin éxito- sacar provecho de la situación.
Por fortuna, poco a poco vamos tomando real conciencia de lo que sucedió en aquel entonces y de lo que pudo haber sucedido y no sucedió. De a poco vamos tomando dimensión de la profundidad de la crisis que atravesamos y de que pudimos salir de ella gracias a un sistema político que con sus luces y sus sombras supo estar a la altura de las circunstancias, a un grupito de valientes que supo dar pelea en todos los frentes (Bensión primero, Atchugarry después, Alfie, Davrieux, De Brun, Fernández Faingold, el propio Steneri) y a un presidente que supo jugarse la camiseta en cada momento y defender al Uruguay como un padre defiende a sus hijos de las peligros de adentro y de afuera.
Gracias a esa conjunción de factores, pero sobre todo al coraje y a la determinación de Batlle, a quien algún día la historia también le reconocerá los muchos otros servicios prestados a la nación, no sólo se rescató a los bancos del fondo del pozo, se acomodaron las financias, se reactivó la economía y se reestructuró la deuda, sino que se preservaron nuestras instituciones. ¿No es poca cosa, verdad?
Pese a las presiones para que renunciara a la presidencia y tomara medidas contrarias a nuestra tradición democrática y republicana, se mantuvo fiel a los principios que heredó de sus mayores y nos condujo a la salida de ese oscuro y largo túnel que muchos creímos interminable y que hoy incluso sus antiguos adversarios reconocen con gratitud y admiración.
Me alegra que se haga justicia con Jorge Batlle. Si alguien ha hecho méritos para entrar a la historia por la puerta grande y ser valorado como un patriota de verdad, ese es él.
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