El SEMANARIO RECONQUISTA es el órgano de prensa de la Agrupación Reconquista del Partido Colorado, fundado por Honorio Barrios Tassano y Carlos Flores. Director Prof. Gustavo Toledo.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Mujica y los hombres de blanco

Por Gustavo Toledo
Al presidente Mujica le preocupan las asimetrías que existen en el acceso a la salud en el interior del país en comparación con Montevideo. Por eso pidió en el Consejo de Ministros del lunes 5 que se analice la posibilidad de obligar a los profesionales –y en particular a los médicos- que se reciben en la Universidad de la República a “devolver a la sociedad” con trabajo aquello que esta les proporcionó con el pago de sus impuestos, y así descentralizar esos servicios.
El novel ministro de Salud Pública, Jorge Venegas, señaló al día siguiente que la idea es “que los profesionales que egresan puedan dar parte de su trabajo, o trabajar para complementar su formación”.
Por su parte, la senadora Lucía Topolansky explicó en rueda de prensa la ocurrencia de su esposo. “Capacitamos gente, formamos gente y después no conseguimos un médico para algún punto del interior”, declaró. Según ella, como es el MSP el que habilita a los egresados de la Facultad de Medicina a ejercer su profesión, podría pedirle que trabajen “un par de años” antes de entregar el título. Agregó que “dos años no es nada” y que “es casi como ir a hacer un posgrado a Ginebra”. Además “si el médico es joven, recién recibido, se enamora de una muchacha o muchacho del lugar y lo podemos afincar allí”, opinó la primera dama. Sin palabras, ¿verdad?
Como era de esperar, los médicos –siempre sensibles a la intervención del poder político en sus asuntos- pusieron el grito en el cielo. Incluso aquellos más afines al gobierno cazaron en el aire por dónde venía la mano y se fueron a las cuchillas. “Es una locura”, dijeron.
Obligado por las circunstancias, el mismísimo presidente salió a defender su propuesta y a denunciar la falta de “solidaridad” de los hombres de blanco. En su audición radial en M24 (¿Mujica 24 horas?) se preguntó: “¿Por qué esa manía de hacerlo todo imposible, todo difícil, y todo de entrada `no se puede´, `qué barbaridad´? Barbaridad es tener un callo en el corazón. Esa es la barbaridad”.
Fiel a su estilo, el señor presidente no sólo chapotea en la improvisación más absoluta, sino que además tiene la peregrina idea de que la ciudadanía aplauda cada una de sus “gracias” como si formáramos parte de un ejército de focas amaestradas dispuestas a festejar cada pescado que nos lanza al aire. ¿Si no compartimos la sensibilidad presidencial, tenemos un “callo en el corazón” o en alguna otra parte de nuestra anatomía? Y en ese caso, ¿deberíamos consultar a una pedicura o a un cardiólogo?
Su razonamiento es tan pobre y primitivo que movería a risa si no fuera por el espíritu que lo anima.
Pasa que este buen señor está acostumbrado a tirar ideas sin demasiado sustento, a menudo auténticos “bolazos”, que sus colaboradores se encargan de debatir públicamente, cuando deberían hacerlo primero en forma reservada contrastando opiniones técnicas como Dios manda y luego darlos a conocer, a que algún ministro asuma la ímproba tarea de darle forma y contenido y luego, finalmente, se transforme en ley. Así se gobierna. A golpes de balde. Con el único propósito de llamar la atención y subir algún puntito en las encuestas. Manteniendo a “la barra” contenta porque “hay un presidente que se preocupa por los que menos tienen”.
Ahora bien, la propuesta de marras -si es que cabe denominarla de ese modo- no es original. Casi noventa años antes de que el señor presidente pusiera esta idea sobre la mesa, el padre de la revolución socialista, Vladímir Ilich Uliánov, más conocido como Lenin, transformó los llamados “sábados comunistas”, que en principio estaban concebidos como jornadas de trabajo voluntario al servicio de la “construcción del socialismo”, en obligatorios. A impulsos del régimen, los “sábados (o domingos) comunistas” se convirtieron en eventos políticos a los que no convenía faltar, si no se quería terminar en Siberia contando cubitos de hielo; incluso había uno dedicado al camarada Lenin, a modo de homenaje en el día de su cumpleaños. Una muestra más del talante totalitario de aquel régimen que nuestro gobierno importa con casi un siglo de retraso, con el mismo propósito pretendidamente generoso y solidarista con el que lo hicieron los marxistas de antaño y que terminó como terminó.
Es curioso, pero tanto al presidente de la República como el núcleo duro de sus colaboradores les cuesta entender algo tan simple como que la libertad es libre. No entienden que cada persona es dueña de su destino y que si recibe un beneficio del Estado, es decir de la sociedad en su conjunto, no pasa a ser su esclavo y menos que menos un ariete al servicio de los intereses demagógicos del gobierno. No entienden que por más que esto se realice en otras partes del mundo, sigue siendo un dislate. No entienden que una cosa es un ciudadano libre, autónomo, con poder de decisión en el marco de una sociedad democrática y otra muy distinta es un siervo, limitado en sus movimientos, adscripto a la tierra y a merced de los caprichos del señor feudal. No entienden que una cosa es el mundo del medioevo y otro radicalmente distinto es el mundo parido por las revoluciones liberales a partir de finales del siglo XVII.
Sería bueno que en vez de querer forzar a la gente a que haga lo que no tiene ganas de hacer, que vaya a donde no quiere ir y agraviarla gratuitamente del modo que lo hace el señor presidente, acusando indiscriminadamente a quienes se oponen a sus caprichos de tener un “callo en el corazón”, se preocupara por asumir de una buena vez las riendas de un sistema de salud que se cae a pedazos, en buena medida víctima de la acción combinada de mafias y corporaciones de larga y sospechosa trayectoria, que se encargara de designar a personas verdaderamente competentes en sus diferentes niveles y no “poetas” al servicio “la causa” y, si faltan galenos en el Interior, se preocupara por generar un régimen de incentivos para que los médicos jóvenes (o no tanto) se sientan motivados a radicarse en el Interior profundo y cubran esas necesidades por libre y propia voluntad. ¿O acaso hablar de incentivos va contra algún principio no escrito del socialismo rural que nubla sus cabecitas?
Cuando el presidente se sale del personaje mediático que nos regala a diario y da rienda suelta a su veta ácrata, auténticamente libertaria, me resulta hasta simpático. (¡Cómo no me va a caer simpático un romántico enamorado de la libertad! No hay enamoramiento más noble y fecundo que ese…) El problema es que le aflora en cuentagotas. Muy de vez en cuando. La que prima, por desgracia, es su veta socialista, como en este caso, en la que le brota junto a cierto resentimiento profundamente arraigado en él, quizás relacionado con aquellos años de preparatorios de Derecho que vio truncados por vaya uno a saber qué cosa… Cuando esto sucede, la prodigiosa imaginación de este señor adquiere un tinte peligroso, impredecible. Me recuerda a alguno de sus pares del vecindario.  
Eso sí, de lo que no me cabe dudas es que les tiene una bronca bárbara a los hombres de túnica blanca. Quizás por eso, entre otras razones, apenas tolera a su antecesor y compañero de ruta, el doctor Tabaré Vázquez.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...