Por Carlos Maggi
La obra de Antel en contra de un buen
servicio de comunicaciones, empezó hace veinte años justos. En 1992, los
funcionarios de Antel sintieron el peligro de ser controlados por una asamblea
de socios y movidos por ese temor organizaron un plebiscito contra la ley de entes autónomos. El
escrutinio fue favorable a los empleados.
Los clientes de Antel
votaron por los dueños del monopolio. Fue un inolvidable momento de ignorancia
popular y de rígida y mal entendida ideología batllista.
De este modo quedó
establecido un gran absurdo, muy perjudicial para el bien colectivo. A tal
grado perturban los defectos en el esqueleto que, desde entonces, todos los
gobiernos prometen la reforma del Estado; y ninguno de ellos ha logrado atenuar
la malformación del aparato estatal.
A los burócratas del
Uruguay que son legión, se les llama ¡trabajadores! y eso les da una cobertura
y un estilo en su acción gremial que los asimila a los proletarios. Media en
esto una confusión entre entidades radicalmente diferentes.
Los funcionarios
públicos tienen sindicato y hablan como los oprimidos y manejan los valores que
corresponden a los explotados por un patrón. Pero ¡son inamovibles! Y el temido
dueño de la empresa es alguien que no tiene afán de lucro. Al revés, el
gobierno empleador del funcionario, tiene interés político en halagar a su
gente.
La diferencia entre la
situación de un trabajador y un burócrata es abismal, pero para el tratamiento
de las cuestiones laborales, las expresiones son las mismas y los valores se
ordenan mecánicamente. Es del mejunje de los términos, que salen las maniobras.
En el caso del Uruguay, donde la mitad de la economía está en manos de
empleados públicos, la igualación del habla lleva a casos aberrantes: al hundimiento
del mundo laboral en beneficio creciente de una casta autónoma y favorita.
Los verdaderos
trabajadores son las víctimas de los precios monopólicos de las empresas
públicas y son víctimas del desprecio con el cual los burócratas tratan al
público y al país. En los hechos, funciona un espejismo: es como si los entes
fueran la patria.
Por si ese truco no
bastara, sucede para reforzar el no sense nacional, que el patrón Estado no
tiene afán de lucro, pero tiene afán electoral; y para ganar poder (las
pérdidas las pagan los usuarios) el patrón (los políticos) tratan de caer en
gracia.
Aunque también es
verdad que este planteamiento se complica por la maldad ostensible de los
monopolios, que cada vez son más difíciles de justificar. Todo monopolio se crea
para ordeñar a los clientes cautivos. Cuando hay "UNA" empresa (te
guste o no) va a imponer sus abusos y sus faltas de sentido.
En el horrible caso de
Antel su voluntad pugna para atajar el progreso técnico. Una entidad en
competencia con otras similares, cuando se abraza al pasado, se funde como le
pasó a Kodak: se quedó sin clientes, cuando se quedó vendiendo rollos de
negativos, en medio de la eclosión digital.
Las tres empresas más
grandes del Uruguay, industriales y comerciales (Ancap, Antel y Ute) son
monopólicas y en consecuencia los combustibles, las comunicaciones y la
electricidad se venden a precios muy superiores al precio internacional;
mientras los combustibles son de calidad inferior, las comunicaciones son más
lentas y la electricidad, tan escasa que Ute paga para que no le compren.
Estos desbarajustes
autónomos, cobran lo que quieren y arrojan pérdidas tan cuantiosas, que afectan
el equilibrio presupuestal de la Nación.
Las amas de casa
registran el atropello al cual me refiero: mes a mes, pagan las cuentas
rollizas que le llegan al hogar. Es en estas condiciones que el gobierno
actual, para satisfacer los reclamos del sindicato de Antel, resuelve imponer
un monopolio más: intenta prohibir para los demás el uso de la nueva técnica
para la transmisión de datos.
Antel que ostenta el
monopolio de la telefonía fija, lo ejerce usando venerables cables de cobre,
una antigualla que cada vez contrasta más sus gordos aparatos con lo que es un
teléfono. Se da en el Uruguay una larga maniobra inadmisible, a raíz de cual,
las telecomunicaciones son voluntariamente inferiores.
Antel deteriora, por
todos los medios, la velocidad de la banda ancha para que la transmisión de la
voz humana por otras vías se haga imposible. Dicho más claro: para evitar que
una empresa semigratuita como Skype, que el resto del mundo usa normalmente
para comunicarse por teléfono, pueda sustituir a nuestra telefonía fija,
técnicamente obsoleta.
Para proteger su
privilegio, Antel rechazó la conexión al cable de Global Crossing que circunda
el continente; le fue ofrecida sin costo y Antel no aceptó ¡alegando
falsamente, que la demanda estaba satisfecha! Y del mismo modo, Antel hizo
anular la licitación para la compra de fibra óptica (cuando se iba adjudicar) y
así se impidió que Antel mejorara su servicio.
¡Esa fibra en la
medida que mejora las comunicaciones, atenta contra el monopolio de la
telefonía fija! La empresa dedicada a comunicar, actúa como el perro del
hortelano.
Al ente Antel no le
bastan los retrocesos descritos, ahora necesita detener el buen servicio ajeno
y pide un nuevo monopolio. ¡El monopolio de la fibra óptica! Algo así como si
Ancap exigiera monopolizar el hormigón, a pretexto de vender nafta.
El procedimiento
atolondrado seguido en el caso de la transmisión de datos mediante fibra, es
vergonzoso.
Primero hubo una
resolución del directorio de Antel, que le dio orden a la empresa
"Claro" de desmantelar sus conexiones de fibra. Después intervino la
Ursec, para imponer lo mismo mediante su "autoridad" en la materia.
Después se firmó un decreto imponiendo la prohibición de usar fibra. Después de
esa escalada, alguien se dio cuenta que los monopolios se imponen por ley y que
todo texto referido a monopolios es de interpretación estricta: solo se
monopoliza lo que la ley nombra de modo preciso e inequívoco. De ese modo
aterrizaron en la etapa de usar la iniciativa del Poder Ejecutivo en materia de
leyes y se abocaron a redactar el proyecto…; y ese momento se acordaron de lo
que había dicho sabiamente, el Presidente de la República:
-"Si yo me atengo
a la lealtad de competencia internacional, el espacio de las telecomunicaciones
uruguayas termina en dos o tres empresas transnacionales. Pero si me pongo a
obstruirles el paso le creo un problema jurídico al país" -lo dijo Mujica
el 17 de marzo; y esas palabras lo honran. (El Observador, 18/3/12)
El tratado de libre
comercio con México es la norma en la cual se apoyará la telefónica Claro para
defender su justo derecho; y todo indica que Claro ganará en vía judicial. Pero
el daño ya está hecho.
Sucede que se procede
sin estudiar, como quien mira a Tinelli, para no pensar en nada. ¿Dónde están
los asesores de este gobierno? ¿Cuántas veces vamos a desmentir la promesa de
"vengan tranquilos a invertir aquí", si aquí tenemos impuestos
traicioneros, denuncias para la impositiva argentina, develación de sociedades
anónimas, monopolios chuecos?
Hay que hacer dieta de
Argentina, su enfermedad moral es contagiosa. Debemos dragar y dragar, hacer
cualquier sacrificio con tal de mantener caudaloso el río que nos separa de los
asambleístas de Gualeguaychú. El Uruguay se cristiniza en cómodas cuotas
mensuales. ¡¡¡Ay!!! Esto de monopolizar la fibra óptica, es como quedarse con
el gas de Neuquén… pero a lo chico. Cosa de ratero. También para hurtar con
disfraz de patriota, se necesita grandeza.
Fuente: Diario El País
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