El Frente Amplio ha disfrutado de la suerte
histórica de recibir el gobierno con un país saliendo de la tremenda crisis
importada desde la Argentina en el 2002. Por añadidura, el comercio mundial
comenzaba a regalarle a América Latina la mayor bonanza de precios
internacionales de que se tuviera noticia. Todos los países, con gobiernos más
a la derecha, como Colombia, Perú o Chile, o más a la izquierda, como Ecuador o
Brasil, registran notables crecimientos de su actividad económica. El viento
viene de afuera y sopla para todos.
Era -y es, aunque tarde- el gran momento para dar un vigoroso salto
hacia adelante. Era el momento de invertir en energía, sin la cual no hay
inversión productiva posible. Lejos de ello, estamos hoy en plenas
restricciones, apagando hasta la luz de las oficinas en el mismo instante que
la crisis de seguridad impone más iluminación. Era también el momento de poner
al día la infraestructura vial. Diariamente escuchamos los lamentos de los
transportistas por el deterioro que acusan las carreteras.
Las grandes recaudaciones habilitaban un gran cambio en la educación
para que la juventud uruguaya saliera de esa lamentable posición de bajos
rendimientos en que nos ubican las evaluaciones internacionales. Allí se puso
dinero, mucho dinero, pero de nada sirvió. Ni los locales pudieron mantenerse
en condiciones. A esa incompetencia de gestión se le añadió la parálisis
educativa, impuesta por las corporaciones gremiales a las que la malhadada Ley
de Educación del gobierno anterior les dio el poder. Un modesto acuerdo entre
el gobierno y los partidos políticos es saboteado sistemáticamente por esos
sindicatos que permanecen anclados en los criterios históricamente sostenidos
por el Frente Amplio.
Esos medios acrecidos hubieran permitido encarar rápidamente los
problemas de seguridad ciudadana que sufría el país. Lejos de resolverse, se
agravaron hasta un límite que sacude hoy, en profundidad, a toda la sociedad
uruguaya. El gobierno del Dr. Vázquez, con sus ministros Díaz y Tourné,
llevaron al tema la visión con la que el Frente cuestionó desde siempre a los
gobiernos colorados y blancos: la responsabilidad del delito es de la sociedad
y no del delincuente; la pobreza es la que lleva al delito; la represión no es
la respuesta… Aflojaron leyes y controles y la situación se desbordó. Este
gobierno ha intentado reaccionar ante la evidencia de que todo lo anterior era
falso, pero como no tiene convicción en la severa aplicación de la ley, sigue
enredado en sus telarañas ideológicas. Hasta se opone a la baja de la imputabilidad
penal de 18 a 16 años, cuando es notorio que la mayoría de los crímenes los
cometen, precisamente, muchachos de esa edad.
En la inserción internacional de nuestro país, la bonanza nos abrió
todos los caminos. El gobierno anterior cometió el error -sin duda histórico-
de no suscribir el Tratado de Libre Comercio que ofreció los EE.UU. y nos dejó
encerrados, atados de pies y manos, en la falacia propagandística de "más
y mejor Mercosur". Los gobiernos kirchneristas nos han tratado simplemente
como una provincia díscola del viejo Virreinato del Río de la Plata. Hoy, los
obreros que pierden su trabajo o los transportistas que tienen sus camiones
detenidos, testimonian que esa relación internacional no es simplemente un tema
de diplomáticos. Nos arrastramos en un Mercosur llevado a nivel de esperpento,
que niega su sustancia, la libertad comercial, y hasta hiere nuestra propia
dignidad nacional.
En lo social, el momento económico ofrecía todos los medios para llevar
de nuevo los niveles de pobreza a los que se daban antes de la crisis de 2002 y
encarar el remanente con una real política social, que mediante educación
integral, más vivienda, más empleo y una salud pública renovada, quebraran el
círculo vicioso de la estrechez. Lejos de ello se optó por un asistencialismo
clientelístico, en el que -mediante dinero- se ha tratado de comprar el voto de
los más necesitados. Por este camino, los pobres seguirán pobres y sus hijos no
se superarán, criados en la práctica de vivir sin trabajar, de la mendicidad estatal.
El país recién está despertando a estas realidades. Dramáticas si se
piensa que se han desaprovechado los mejores siete años del comercio
internacional, cuyo horizonte -si bien no es crítico- anuncia una pérdida de
velocidad. Y esto no es personal de los presidentes Vázquez y Mujica. El Dr.
Vázquez quiso el TLC, pero no lo dejaron. Mujica sabe que en la educación está
la clave pero la ideología sembrada por ellos mismos durante cuarenta años les
paraliza. El problema no son las personas. Es el Frente como Frente. Es nuestra
proclamada izquierda, que hasta quiere un ejército politizado y adoctrinado
como el chavista, en un propósito que envuelve a todo el Frente y no sólo a la
senadora Topolansky. Aunque no se confiese y reconozca.
(*) Abogado. Ex presidente de la República (1985- 1990 y 1995-2000)
Fuente: El País Digital
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