A esta altura, lo que el presidente de la República dice, a
nadie asombra. Ya es más de lo mismo. Por ahí la novedad es preguntarse ¿cuál
es el exabrupto de hoy? A algunos tal vez les de gracia el improperio de turno.
Hay de esos. Recuérdese por ejemplo, al ministro de Defensa y amigo de la vida
del presidente, hace poco, en una conferencia, mentando a la madre de quienes
no le perdonarían su eventual arrepentimiento por haber conducido al país a una
feroz dictadura, lo cual fue festejado por su claque.
Sin
embargo, en honor a su investidura, debemos atender lo que dice el primer
mandatario. Entre contradicción e improvisación, a veces se le escapa alguna
afirmación que hay que leer detenidamente.
Este
viernes 25 de mayo, el semanario Brecha publicó una extensa entrevista a José
Mujica. Por lo extenso y por el contenido, amerita que escribamos mucho. Por
eso, debemos ir por parte. Voy a centrarme, en esta oportunidad, exclusivamente
en lo que me resulta más grave.
Cuando
los periodistas le preguntan qué va a priorizar en lo que le resta de gestión,
el presidente responde: “Yo voy a gobernar hasta el último día. Y mire que lo
más amargo puede venir al final. Las medidas fuertes se toman en los primeros
días, pero otras hay que tomarlas después. Este país tiene un error: hay mucho
tiempo entre las elecciones y la entrega del mando”.
¿A
qué se refiere el presidente? ¿Qué es lo más amargo? Si cree que esas
decisiones son buenas para el país, ¿por qué va a esperar hasta el final? ¿O no
son buenas? ¿Con qué está amenazando? ¿Tendrá que ver con el deseo de su señora
de tener un ejército fiel a su proyecto? ¿Tendrá que ver con seguir haciéndole
los mandados a la presidente argentina? ¿Va a tomar decisiones entre las
elecciones y la asunción del nuevo gobierno, en función de quién gane? ¿No
constituye eso una amenaza y una influencia para los votantes?
Seguramente,
si estas afirmaciones se mediatizan, saldrán los traductores del presidente,
Breccia, Cánepa, Topolansky, a decir -como hacen a menudo- que no se supo
interpretar lo que quiso decir; que lo sacaron de contexto; que la culpa es de
la prensa; que la equivocada es la Constitución; y vaya a saber cuánto
disparate más.
Nótese,
además, lo que no dijo. En realidad no responde cuáles son los temas a
priorizar. Y eso tienen una razón bien lógica: no tiene ni idea. Hace tiempo
que el gobierno perdió el rumbo y no lidera una agenda concreta. Todo es
improvisación, al golpe del balde. Lo que constituye un gran perjuicio por sí
mismo.
Pero
lo que sí dice, es una grave amenaza. No recuerdo a ningún presidente, desde
1985 a la actualidad, que haya deslizado tamaña aseveración.
El presidente debe explicarle al país qué está planeando hacer, desde fines de noviembre de 2014, cuando sea electo un nuevo gobierno, hasta el 1º de marzo de 2015, cuando asuma.
Para
descender un poquito al lenguaje presidencial, debo decirle: ¡¡No esconda la
leche, presidente!!
(*) Licenciado
en Ciencia Política. Representante Nacional por el Departamento de Montevideo
(Vamos Uruguay)
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