El SEMANARIO RECONQUISTA es el órgano de prensa de la Agrupación Reconquista del Partido Colorado, fundado por Honorio Barrios Tassano y Carlos Flores. Director Prof. Gustavo Toledo.

sábado, 5 de mayo de 2012

Santoro

Graziano Pascale
Por Graziano Pascale (*)


El pasado domingo 29 de abril se cumplió el primer aniversario de la muerte del Dr. Walter Santoro, uno de los dirigentes políticos uruguayos más importantes de la segunda mitad del siglo XX. 

Santoro había comenzado su militancia política junto al Dr. Luis Alberto de Herrera en los años 40, cuando arreciaba en su contra la campaña difamatoria impulsada por el Partido Comunista, que exigía que el viejo caudillo, veterano de las guerras civiles de 1897 y 1904, fuera enviado a la cárcel bajo la infamante y falsa acusación de "nazi". Fue aquel un bautismo de fuego, que habría de marcar toda su trayectoria política, enfrentando casi siempre desde el llano a sus adversarios políticos desde su querido departamento de Canelones, y su Santa Lucía natal.

Conocí al Dr. Santoro en Buenos Aires en octubre de1983, cuando Wilson Ferreira Aldunate acompañaba la victoria electoral de Ricardo Alfonsín. El nombre de Santoro ya era leyenda en el Uruguay. Diputado de Herrera, senador de Wilson, Santoro había sido ya entonces lugarteniente de los dos caudillos civiles más importantes del Partido Nacional. Había desempeñado también funciones ejecutivas en el "segundo gobierno blanco" (1963-1967) como Ministro de Industria y Trabajo. Durante la presidencia del Dr. Luis Alberto Lacalle llegó a ocupar incluso en forma interina la Presidencia de la República.

Luego de aquel primer encuentro de 1983 siguieron otros, tanto en su despacho del Palacio Legislativo como en su casa de Santa Lucía. A lo largo de esos casi 30 años en los que cultivé su amistad, fui descubriendo, con el ritmo que marcaba su trato cortés y al mismo tiempo reservado, una de las personalidades más ricas que he conocido en la vida política del Uruguay. Dueño de una memoria que no cesaba de maravillarme, y de una elocuencia que se agigantaba con el paso de las horas, sus recuerdos iban siempre acompañados de reflexiones punzantes y certeras sobre personajes y circunstancias de la historia uruguaya que le tocó vivir.

Como pocos, Santoro supo convivir tanto en el mundo de las módicas aspiraciones de la gente sencilla, como en el de las abstracciones propias del intelectual volcado a la reflexión o a la labor legislativa y de gobierno.

Al borde de su retiro de la política activa, anticipó los cambios que entonces se estaban gestando en el Uruguay. Veía en ellos el resultado de un proceso de deterioro de la sociedad y su sistema educativo, que condujo como si el país se hubiera lanzado por un imparable tobogán, a la actual decadencia de los valores sociales básicos, que parece no tener fin.

Como contracara de este presente en el que le costaba reconocer a su propio país, Santoro fue la encarnación de lo mejor que tuvo el Uruguay. Hijo de un hogar con raíces italianas, en el que se rendía culto a los valores del trabajo y la honradez, Santoro pudo alcanzar la cima de los honores que concede la democracia uruguaya en base a su dedicación al estudio, y a la tenacidad en la lucha por obtener el apoyo popular. En su presencia, el valor de la igualdad, sobre el que se basa la democracia, convivía con el señorío hijo de su cultivado talento, que determinaba que, con naturalidad, su interlocutor lo colocara siempre en un nivel más elevado que el propio.

El legado de Santoro, defensor a ultranza de las libertades públicas y del sistema democrático de gobierno, será fundamental en el proceso que conducirá al Uruguay al reencuentro con sus mejores tradiciones de tolerancia, respeto y libertad.

(*) Periodista

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