Por
Graziano Pascale (*)
Las
cartas de Astori y Vázquez ("Me equivoqué"; "Nos
equivocamos") constituyen el último recurso de relaciones públicas para
manejar la crisis abierta tras la liquidación de Pluna S.A. En un desesperado
intento por apagar el incendio generado por ese desastre político, las dos
figuras más importantes del Frente Amplio respondieron de ese modo la movida
del presidente Mujica de instruir a la bancada parlamentaria para enviar todos
los antecedentes del caso a la justicia del Crimen Organizado.
Es una crisis de proporciones
gigantescas. Fracasaron todos los intentos de rutina para controlarla. Primero
la negación (las sonrisas burlonas del ministro Rossi cuando acudía a los
llamados del senador Moreira), luego la defensa en bloque de todo lo actuado,
después la intervención de Pluna S.A. con el desplazamiento y el pago de
"despido" a Campiani, acto seguido la farsa del "interés"
de Jazz, luego la liquidación y la burda mentira de los juicios en Brasil, hasta
llegar a las dos cartas de las últimas horas.
Han sido días vertiginosos, y el
desenlace de esta crisis contrasta con el que tuvo la del año 2002, manejada
por el presidente Batlle. Es probable que sus consecuencias políticas, sin
embargo, sean similares.
La diferencia entre los dos episodios,
sin embargo, estriba en la extendida sospecha que existe hoy sobre el posible
alcance delictivo que algunos tramos del proceso que termina con la liquidación
de Pluna pueden llegar a tener. Cabalgando sobre la misma, se exhuma en estos
días la recordada frase del entonces senador Mujica sobre la poca confianza que
le inspiraba Campiani ("no me gusta la cara"), y comparece en escena
el vocablo "vaciamiento", pronunciado con serenidad por la senadora
Topolansky.
La otra diferencia -aunque matizada por
algunas revelaciones contenidas en el libro "Con los días contados"
de Claudio Paolillo- radica en la fractura que el affaire de Pluna ocasionó en
el Frente Amplio. El cierre de Pluna, en vísperas de las vacaciones de julio,
fue, desde el punto de vista político, la peor salida en el peor momento.
Difícil imaginar una coyuntura en la que las consecuencias del desastre puedan
haber sido mayores.
Detrás de bambalinas, fuera de la vista
y también de los oídos de la mayoría, se procesa un "ajuste de
cuentas" en el oficialismo de proporciones épicas. Lo único seguro es que
en esa trifulca que ocurre en estas mismas horas, entre el torrente de reproches
y acusaciones cruzadas, hay dos palabras que nadie pronuncia: "Varig"
y "conectividad".
(*) Periodista
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