El planteo de legalización de la marihuana que
lanzó nuestro gobierno tuvo, como era de esperar, una repercusión internacional
realmente resonante. Asumir el rol del primer Estado narcotraficante asombró a
muchos. Otros se quedaron simplemente en la legalización y lo vieron con
simpatía. Casi todos opinaron sobre titulares, sin analizar el contenido y el
contexto insólito de la propuesta, brindando opiniones a veces extravagantes
por lo alejadas de nuestra realidad.
El debate nacional, por su lado, ha ido decantando y luego de dos
semanas en el exterior, advierto que han ido quedando definidos aspectos
fundamentales.
La unanimidad de profesionales del tema ha dejado en claro que no tiene
el menor sentido pensar en legalizar la marihuana como posible método para
alejar de su adicción a los consumidores de pasta base. O sea que la
introducción del tema dentro de una propuesta de seguridad pública se ha
revelado como una improvisación sin el menor fundamento.
Otra conclusión sin atenuantes es que el Estado uruguayo estaría
violando compromisos internacionales asumidos. La Convención de Viena,
ratificada por ley uruguaya, lejos de autorizar una deriva como la propuesta,
obliga a los Estados parte a calificar como delito la producción y distribución
de tales sustancias.
El Mecanismo de Evaluación multilateral de OEA, por su parte, nos
compromete a ejercer una vigilancia activa para impedir su difusión.
También se ha reconocido, como lo está en el mundo entero, que la
marihuana es nociva para la salud. En algunos países incluso ha sido llevada a
la categoría mayor de droga, tomando en cuenta el resultado de investigaciones
que, con la perspectiva del tiempo, han podido evaluar sus daños como no
ocurría anteriormente. En otros ámbitos no se llega a conclusiones tan drásticas,
pero nadie -nadie en serio por lo menos- niega que es dañina.
Estas tres conclusiones claras y hoy indiscutidas, nos llevan a un
simple razonamiento de buen sentido. Cualquiera sea el camino que adoptemos,
¿no es imprescindible realizar una muy amplia e inteligente campaña para
desalentar el consumo de marihuana? Si se llegara a legalizar, con el
consiguiente riesgo de elevación del consumo, ¿no estaríamos obligados como
sociedad a advertir sobre sus riesgos e intentar, por todos los medios posibles,
reducir esa difusión?
Habiéndose obtenido razonables resultados con el consumo de tabaco, más
amplio e históricamente arraigado en nuestra civilización, ¿no cabe pensar en
algo análogo para esta droga que se aproxima a los jóvenes con una atrayente aureola
de rebeldía y libertad?
Aun sin entrar al debate de la legalización, que, aunque en retroceso,
persiste en el mundo; aun sin discutir sobre el disparate de la producción por
el Estado o su compra para posterior distribución; alejándonos incluso del irreal
mecanismo propuesto, que comienza con un impracticable registro de
consumidores, ¿no piensa el gobierno que debería hacerse algo para que los
jóvenes reciban información adecuada y la población en general elementos de
juicio científicos sobre las consecuencias de la marihuana? ¿ O es que además
de legalizar vamos a propiciarla?
En lo personal no nos resignamos a que bajar los brazos sea lo mejor,
simplemente porque el consumo ha crecido y es popular en ciertos sectores de la
juventud. Pero aun sin introducirnos en ese debate, ¿no se advierte que es
groseramente contradictorio con un enfoque responsable de la salud emplear
todos los medios que se han usado contra el tabaco y al contrario instalar el
permisivismo sobre este otro vicio?
En el caso del tabaco se ha tenido que luchar con un prestigio
tradicional, con un consenso histórico que se instaló incluso cuando no había
conciencia de la magnitud de sus males. En nuestra juventud ni idea teníamos
del potencial cancerígeno del cigarrillo.
Pese a todos esos inconvenientes, se ha avanzado mucho en la limitación
del tabaco. Los médicos y educadores, en general, han sido un auxiliar notable
en esa labor. Hecho todo lo que se ha hecho contra esa ese vicio, muy maligno
pero que -en todo caso- no cambia la conducta del fumador, ¿no se propone nada
en serio para dejar en claro que la marihuana no es algo deseable?
En estos días, el mensaje subliminal que flota en el ambiente es que
consumir marihuana es algo normal y hasta deseable. Es lo que hemos observado
en muchos países en los que se legalizó el consumo y más tarde retornaron -o
están retornando- ante su expansión. Ya que el gobierno se jacta de su valentía
en instalar el tema en el debate nacional, lo primero que debería hacer es
explicar, clara e inequívocamente, que legal o ilegal, no es un buen camino
recurrir a esas drogas.
(*) Abogado. Ex presidente de la República (1985-1990 y 1995-2000)
Fuente: El País Digital
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