“De acá salís muerto o presidente de la República”,
le dijo un “caracterizado e importante” dirigente político a Alejandro
Atchugarry, cuando asumió el Ministerio de Economía el 24 de julio de 2002, en
momentos en que la crisis económica en Uruguay ardía y la suerte del país
pendía de un hilo. “¿Cómo se hace para no salir ni una cosa ni la otra?”,
preguntó el senador colorado, fiel defensor del gobierno de Jorge Batlle en el
Parlamento, que llegaba sin proponérselo a conducir la economía, un hierro
caliente que nadie quería agarrar.
Eran las
12.45 y en 15 minutos los bancos abrían sus puertas, tras cinco meses de
corrida. Batlle se paró y dijo: “Bueno, voy a anunciar que no tengo ministro de
Economía”. Atchugarry no lo permitió y aceptó convertirse en secretario de
Estado.
El día que cayó
el entonces ministro Alberto Bensión, Batlle reunió a sus más íntimos
colaboradores en la mañana, porque saldría sobre el mediodía a comunicar quién
sería el nuevo ministro de Economía. Pero los candidatos desistieron: “Fue una
reunión a la cual llegué como senador, convencido de que me iban a presentar al
nuevo ministro”, recuerda Atchugarry. Eran las 12.45 y en 15 minutos los bancos
abrían sus puertas, tras cinco meses de corrida. Batlle se paró y dijo: “Bueno,
voy a anunciar que no tengo ministro de Economía”. Atchugarry no lo permitió y
aceptó convertirse en secretario de Estado.
Intacto desde que fue pieza clave en la salida uruguaya a la crisis de 2002, con el infaltable cigarro prendido entre los dedos y un vaso de refresco cola al alcance como combustible de su lucidez, recibió a El Observador para recordar, a 10 años, cómo vivió aquellos 12 meses en la picota.
No estaba convencido de que él, siendo abogado y político de raza, fuera una solución certera para aplacar la tormenta de la economía. Pero a Batlle la jugada le salió bien, porque el respaldo del sistema político y el sistema empresarial fue casi unánime.
Faltaba confianza y el “flaco” Atchugarry tenía crédito para sentarse a negociar con cualquiera. “Ahora, visto en perspectiva, sobre todo mirando la crisis europea, que nos ha enseñado mucho a todos, de alguna manera se valoriza la salida de Uruguay, que fue una salida donde quedamos bastante solos, pero que el país en un corto tiempo comenzó a crecer y a recibir confianza externa e interna”, asegura.
“El momento que yo sentí más crítico fue enero de 2003, cuando apareció
una misión del Fondo Monetario Internacional diciéndole a todo el mundo que,
irremediablemente, teníamos que ir a la quiebra, lo que generó un problema de
expectativas enorme. Hubo una semana que volvió la corrida y con mucho más
fuerza”.
“De aquel momento lo que a uno le queda es la amargura de cómo impactó en los uruguayos. A pesar de la salida rápida, a uno siempre le queda el costo humano de la situación. Pero claro, cuando se mira lo que está pasando hoy se percibe el grado de enorme dificultad, y que en el fondo este es un tema de decisiones políticas. Entonces no fue tan poco sabio, porque aun los economistas lo primero que miran ¿qué es?: la decisión política y la estabilidad política. Ese fue uno de los valores esenciales que Uruguay pudo mostrar”, agrega Atchugarry.
Contrario a lo que se podría pensar, para el ex ministro de Economía el momento más difícil no fue en 2002, sino a principios del año siguiente, cuando los retiros de los ahorristas en los bancos llegaron a niveles preocupantes.
“El momento que yo sentí más crítico fue enero de 2003, cuando apareció una misión del Fondo Monetario Internacional diciéndole a todo el mundo que, irremediablemente, teníamos que ir a la quiebra, lo que generó un problema de expectativas enorme. Hubo una semana que volvió la corrida y con mucho más fuerza. Fíjese que a la corrida esa que todos conocemos en 2002, el nivel de retiro era entre US$ 50 y US$ 60 millones diarios. En esos pocos días de enero de 2003, sin embargo, hubo retiros de entre US$ 150 y US$ 200 millones por día”, recordó Atchugarry.
¿Cómo se solucionó? “Se le habló a la gente”, explica. Y en algo que fue
“casi un milagro”, se detuvo la corrida. “Y así Uruguay fue caminando hasta que
el final impuso una salida propia, que se basaba en decir: Mire, este es un
pequeño país, donde el capital es ser creíble”, dice el exjerarca.
Fuente: Observador.com
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