Cuando tenía unos 15 o 16 años, allá por el año 1968, los
jóvenes se polarizaban, se llamaban ‘fachos’ y ‘bolches’, y no había cosas
intermedias. Yo, por supuesto, no me sentía ni una cosa ni la otra. Un día, un
dirigente mayor condujo a un montón de niños de 12 años, de primero de liceo, a
una manifestación. Yo caminé cuatro cuadras a su lado tratando de convencerlo,
a él y a otros dirigentes, de que eso era un disparate. En determinado momento,
llegó un patrullero y alguien tiró una piedra. Algunos de esos dirigentes se
quedaron, otros se pusieron en la vereda de enfrente y yo, que había ido hasta
ahí tratando de convencerlos de que no fueran, me quedé. Por supuesto que esa
noche terminé en el Clínicas con guardia a la vista. Siento que tal vez soy
responsable de no haber podido convencerlos y no quiero adoptar la posición
fácil de quedarme en la vereda de enfrente para decirles: ‘Se los dije’”.
Con esa anécdota, Alejandro Atchugarry (Lista 15), desde su banca en la Cámara de Representantes, intentó explicar su posición en contra a la ley que ratificó el Tratado de Asunción del Mercosur, que logró un apoyo casi unánime del Parlamento.
Para él, no se trataba de dejar todo en manos del mercado ni todo en manos del Estado. Por eso, argumentó en contra para intentar convencer a los demás, pero terminó dando su voto a la mayoría por disciplina partidaria.
Los únicos diputados que votaron en contra aquel jueves 11 de julio de 1991 fueron los frenteamplistas Helios Sarthou, Hugo Cores y Sergio Previtali.
“Yo siento que hoy, más que votar un tratado, estamos asumiendo un compromiso moral y ético ante la sociedad uruguaya de postergar nuestra ideologías, de postergar nuestros sentimientos partidarios, a los cuales honro”, dijo Atchugarry en su posición casi solitaria en la cámara baja.
Enfrente tenía a la bancada oficialista del Partido Nacional (gobernaban los blancos y el presidente era Luis Alberto Lacalle), a sus correligionarios colorados y al Frente Amplio, que mantuvo un “apoyo crítico” a la firma del bloque regional.
Para quien luego en 2002, en medio de la profunda crisis económica y social, asumió el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), la participación de Uruguay en el Mercosur iba a poner “en riesgo” todo el “aparato industrial”. Además, proyectaba que parte de lo que el país estaba exportando no lo podría exportar más a causa de ello.
“Escuché con asombro cómo el presidente de la Cámara de Industrias anunciaba que iba a haber 50% de incremento en el empleo industrial. Creo que después la gente nos va a reclamar si no le mostramos que éste es un camino muy duro y muy difícil”, continuó el legislador colorado.
A 21 años de aquella
decisión, el actual presidente de la Cámara de Industrias, Washington Burghi,
recuerda que había en ese tiempo 25 mil unidades industriales en Uruguay, y
hoy, por el “costo” que tuvo que pagar el país al ingresar en el bloque
regional, existen 13 mil. “Perdimos la mitad. Ya pagó Uruguay el costo de
entrar al Mercosur, ahora es tiempo de cobrar esa cuenta”, dijo al diario El
Observador.
En los primeros 50 años del siglo XX, Uruguay tomó distancia de sus vecinos por considerarlos menos preparados frente a la “Suiza de América”, hasta que el cambio en las reglas de juego del comercio internacional obligó a Uruguay, ya económicamente deteriorado, a buscar el acercamiento.
En los primeros 50 años del siglo XX, Uruguay tomó distancia de sus vecinos por considerarlos menos preparados frente a la “Suiza de América”, hasta que el cambio en las reglas de juego del comercio internacional obligó a Uruguay, ya económicamente deteriorado, a buscar el acercamiento.
Atchugarry dijo en 1991, en la discusión en la Cámara de Diputados de la ley que ratificó el Tratado de Asunción, que sería difícil controlar el cumplimiento de las reglas por parte de los socios mayores, Argentina y Brasil.
“El modelo de tratado que nos traen refleja una realidad: es muy vago en constreñir, en obligar a nuestros socios, y particularmente a Brasil, en aquellas cosas en las que sabemos que ese país es muy difícil que llegue a obligarse”, sostuvo.
De forma casi unánime, ahora, se sostiene que el talón de Aquiles del Mercosur son los tribunales de controversia, donde se supone que los países recurren en casos de violación del tratado y luego deben asumir los fallos. Ello no ha ocurrido hasta el momento y, como era alertado por el legislador colorado, los laudos del tribunal son ignorados por Argentina y Brasil. En sus profecías esa noche de julio en el Parlamento, Atchugarry también aseguró que la participación de Uruguay en la asociación regional iba a “someter” a la sociedad a sus “vaivenes” y a un “grado de dependencia” a las decisiones económicas que asuman Argentina y Brasil. “El impacto de las políticas macroeconómicas, y en especial las cambiarias, va a ser aun mayor en la sociedad uruguaya”, dijo.
Fuente: Observador.com
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