A cuarenta y ocho años de la desaparición física de Don Luis Batlle Berres:
“Al
morir Luis Batlle Berres, en 1964, Carlos Quijano escribió en su «tradicional» nota necrológica: «No es al Luis Batlle triunfador en
muchas jornadas al que ahora queremos evocar y honrar. Su hora más gloriosa fue
la de la derrota. Vilipendiado –la calumnia se lanzó a morderlo- recibió el
golpe con ejemplar serenidad. Todo lo había tenido. Todo lo había perdido. No respondió
a sus detractores; no se distrajo en lamentos, protestas o críticas. Calló y se
contrajo a recomponer sus fuerzas para las nuevas batallas».
(Marcha, 17 de julio de 1964). Las «nuevas
batallas» se verían coronadas por otro
duro revés electoral en 1962. Cumplía entonces 40 años en la política y 25 años
de influencia predominante en el Partido Colorado y en el periodismo y en la
vida pública.
En 1947, cuando llegó a la
presidencia de la República, contaba ya con una nutrida «carrera política»:
había sido activo parlamentario hasta el golpe de Estado de Terra de 1933, y
luego, en la legislatura 1942-46, jefe de redacción de El Día, fundador del
periódico La Lucha contra la dictadura «marzista»,
duro opositor al terrismo, exiliado en la Argentina y revolucionario bajo las
órdenes de Basilio Muñoz y Tomás Berreta en 1934. En 1959, la fracción que
dirigía ganó las elecciones por un abultadísimo margen, lo mismo que en 1954. Perdió
en 1958 y en 1962, a pesar de ser el candidato que recogió el mayor número de
votos.
Elocuente, enérgico (cuando
pudo), Luis Batlle tuvo dos poderes: el del Estado, que puso al servicio de su
concepto de cambio, y el que le daba su carisma, con el cual cosechó adhesiones
multitudinarias («mi
padre era caudillo hasta de espaldas», ha dicho su hijo, el Dr. Jorge
Batlle Ibáñez). Su obra gubernativa ameritó que la historiografía nacional
individualizara el período mediante los apelativos «neobatllismo»,
«batlleberrismo» o «postdatabatllista», como lo hizo Real de Azúa en El impulso
y su freno. Igual que su tío, José Batlle y Ordóñez, extendió el dominio
industrial del Estado: participó decisivamente en la creación de la ANCAP, ANP,
OSE, AMDET y AFE.
La conciencia de estar viviendo una era turbulenta, de
transformaciones rápidas, lo impulsó a acelerar las reformas sociales: «apresurarse a ser justo es
asegurar la tranquilidad», enfatizó en su discurso de
asunción en 1947. Con esto cumplió al crear un organismo destinado a actuar
como ente regulador de los precios para los artículos de la canasta familiar
(Consejo Nacional de Subsistencias) y al establecer el Instituto Nacional de
Colonización para distribuir tierras y promover la tecnificación del agro.
El periodismo como pasión y también
como complemento de la actuación política acompañó la vida de Luis Batlle hasta
su expiración. «El
22 de octubre de 1948 –anota Santiago Rompani- apareció el primer número de
Acción. Radio Ariel, que adquiriera en 1936, a su regreso del destierro, fue
una empresa encarada con el mismo criterio periodístico y una indudable orientación
política. Durante muchos años atendió personal y directamente una audición difundida
en las primeras horas de la mañana. Intervino activamente en todo lo
concerniente a ambas empresas hasta el día mismo de su muerte».
Según Germán D’Elía, Luis Batlle «fue
uno de los primeros políticos que comprendió el valor de la radio como medio de
comunicación de masas y la utilizó eficazmente para formar opinión».
Falleció el 15 de julio de 1964, «tiempos
de fin y de comienzo», según Quijano. En junio de 1960, Juan Carlos Onetti le
había dedicado El Astillero”.
Extraído de Caetano, Gerardo y Rilla, José: “Historia
Contemporánea del Uruguay. De la colonia al Mercosur”, Editorial Fin de Siglo,
Montevideo, pág. 175
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