El
presidente Mujica dedicó más de la mitad de los veinte minutos de su audición
radial del jueves pasado (8 de noviembre) a hablar de lo mal que estaban el
país y su gente durante la crisis del 2001 (otro argentinismo del presidente,
que confunde nuestro año terrible –el 2002- con el de los vecinos). Utilizando
como muletilla la frase “Nos hemos olvidado…”, el presidente se regodeó pasando
revista a distintos aspectos del desastre de aquellos años.
El Frente Amplio ya
capitalizó electoralmente la crisis en el año 2004, y no ha dejado de invocar
“la herencia maldita” desde entonces. Sin perjuicio, naturalmente, de su
derecho a intentar aprovechar nuevamente las desgracias de antaño en la campaña
electoral del 2014, sería conveniente que en medio del período de gobierno el
presidente dedicase mayor atención a los problemas del presente y a
la construcción del futuro.
Cuando se cansó de
hablar del 2001, el presidente retomó su práctica de atacar a la oposición (“el
corso opositor”, como dijo para exhibir su respeto de siempre por los que no
piensan como él). Nos imputa, a los opositores, el estar en contra de las
políticas redistributivas y el querer terminar con la ayuda del Estado a los
más débiles. Por supuesto, el presidente rechaza propuesta tan atroz. Pero,
dando una prueba más de su amplitud de espíritu, declara entender a la gente de
clase media que se queja porque lo que le sacan con los impuestos se lo dan a
otros que no hacen nada. El presidente reconoce que ha llegado el momento de
“apretar un poco más”, y exigir a quienes reciben los subsidios estatales que,
por lo menos, manden los hijos a la escuela o barran la vereda durante una
hora…
La ciudadanía sabe
perfectamente que la sensibilidad social no es monopolio del Frente Amplio y
que las políticas sociales no empezaron con el gobierno de José Mujica; el
Batllismo es bastante anterior…Tanto en el Presupuesto como en la Rendición de
Cuentas le hemos votado al gobierno (que ni siquiera necesita nuestros votos)
cuanto ha pedido para atender las necesidades sociales; pero le hemos
reprochado sí, reiteradamente, los escasos o malos resultados que ha obtenido
con la enorme masa de recursos públicos de que ha dispuesto durante
todos estos años de bonanza proveniente del exterior. En
particular, hemos condenado el asistencialismo concebido no como solución de
emergencia, sino como política sostenible durante períodos prolongados, sin
exigir a cambio contraprestación alguna. Ahora es el propio presidente el que
advierte que se ha ido demasiado lejos por ese camino, pero en vez de reconocer
simplemente el error y disponer su rectificación, le atribuye a la oposición lo
que nunca sostuvo y pretende transformar los verdaderos argumentos opositores
en “autocrítica” del gobierno. El presidente esté convencido, se ve, de que
habla para un auditorio de imbéciles.
En su defensa de un
apoyo a los más débiles que nadie cuestionó, el presidente dejó traslucir su
vieja visión clasista de la sociedad. Se refirió “al que nunca pasó hambre
porque ha vivido eternamente bajo los privilegios de tal o cual posición
social”. Posteriormente aludió al viejo proverbio que dice que no hay que
regalar pescado, sino enseñar a pescar, comentando que no es posible hacerlo
cuando a los pobres les han robado las cañas, los anzuelos y hasta el pescado…
Ignora el presidente
que en el Uruguay hay mucha gente que nunca pasó hambre porque sus padres
trabajaron honestamente y pudieron darle de comer, y porque ellos mismos
trabajaron cuando estuvieron en edad de hacerlo. Cree el presidente que los que
no tienen, no tienen porque antes les robaron lo que tenían: las cañas, los
anzuelos, etc. O sea: “la propiedad es un robo…”.
Partiendo de esas
premisas, es lógico que la utopía sea la sociedad de los Kung San: trabajan dos
horas por día y viven en medio de la escasez, lo que garantiza que nadie
incurra en “consumismo” ni explote a nadie. El ocio y la pobreza serían fuentes
de virtud individual y felicidad social. Volvamos a la horda y al comunismo
primitivo: la sociedad ideal no es la de la ciencia y el futuro,
sino la de la naturaleza y el pasado.
¡Socorro!
(*) Abogado. Senador de la República
(Vamos Uruguay – Partido Colorado)
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