Así como la dirigencia frenteamplista no oculta su preocupación
por las consecuencias electorales que pueda tener la mala gestión municipal en
Montevideo, colorados y blancos miramos la otra cara de la moneda y vemos ahí
una oportunidad política. En el 2015, al cabo de 25 años de gobierno del Frente
Amplio en la capital del país, muchos montevideanos querrán votar por un
cambio; esa es la oportunidad para los partidos de la oposición.
Sin embargo, si las
elecciones se realizaran dentro del marco político y electoral actualmente
existente, el deseo de cambio no tendría cauce por donde fluir; votando por
separado, ni los colorados ni los blancos podemos soñar siquiera con ganarle al
Frente. Los números son demasiado claros y no dejan espacio alguno a la
ilusión.
En el 2010, con todos los
problemas que tuvo la candidatura de Ana Olivera, el Frente recibió 405.000
votos de un total de 762.000 votos válidos; es decir, un 53% de estos últimos.
Colorados y blancos, con una mínima diferencia de unos 15.000 votos entre
ellos, no llegaron siquiera al 20% cada uno; quiere decir que aunque el Frente
no lograra recuperar ni un solo voto, y uno de los partidos tradicionales
postulara a un candidato tan atractivo como para absorber todos los votos del
otro, el triunfo correspondería igualmente al Frente Amplio.
Si los datos del problema
son estos, la
ciudadanía puede pensar que la posibilidad de cambio sólo existe dentro del
Frente; si la coalición postulara dos o tres candidatos en Montevideo (como ya
lo ha hecho en otros departamentos), sus votantes podrían elegir entre apoyar a
la actual Intendenta, si aspirara a la reelección, o a quien se presentara como
alternativa de cambio dentro de la misma fuerza política. Gracias al doble voto
simultáneo (otrora tan denostado), la acumulación por lema podría hacer
triunfar al cambio con los votos del continuismo (o a la inversa, claro…).
Ante este panorama,
algunos integrantes de los partidos tradicionales hemos pensado que tenemos que
buscar la manera de sumar esfuerzos en Montevideo, para ofrecerles a los
sufridos vecinos de esta ciudad una posibilidad real, no meramente teórica, de
provocar la saludable alternancia de los partidos en el poder. La oportunidad
es también responsabilidad: la oposición tiene el deber de hacerse viable como
alternativa de gobierno, para que la gente pueda efectivamente elegir. De lo
contrario Raúl Sendic podrá volver a decir, sin temor a equivocarse, que llevando
a una heladera como candidato el Frente gana igual.
Para algunos, lo que
hay que hacer es muy sencillo. En Montevideo tendría que ocurrir lo mismo que
ya ha ocurrido en la mayoría de los departamentos del interior: que los
votantes de los dos partidos tradicionales apoyen espontáneamente al mejor
candidato, a quien encarne mejor el ideal del “buen vecino”, sin mirar el color
de su divisa. Para esto no se precisan reformas constitucionales, ni “lemas
accidentales” (o partidos nuevos): basta encontrar un buen candidato y
apoyarlo, por encima de fronteras partidarias. ¡Así de fácil!
No compartimos el
optimismo de quienes ven las cosas de esta manera. Ante todo, porque en
Montevideo no funciona el criterio del “buen vecino”, que tan eficaz resulta en
el interior del país; hace rato que la ciudad es demasiado poblada y demasiado
extendida como para eso. Pero además, y fundamentalmente, porque por más
arrastre que tenga el candidato de un partido tradicional
(como lo tuvieron Marne Osorio en Rivera, o Falero en
San José), siempre queda un núcleo duro del otro partido que se niega
a acompañarlo; y en Montevideo, bastión principal del Frente Amplio, no se
puede dar esa ventaja sin comprometer las chances de triunfo que pueda haber.
Si realmente queremos ganar, colorados y blancos hemos de votar bajo el mismo
lema –y distintos sublemas- en la elección .departamental.
Cabe señalar, además, que
el voto transpartidario por el “buen vecino” lejos
está de ser inocuo: produce el vaciamiento de uno de los partidos
tradicionales, que ve reducida al mínimo, o aún eliminada, su representación en
la Junta Departamental, con todo lo que eso significa cuando el gobierno
nacional corresponde también a otro partido y no ofrece amparo alguno a quien
perdió pie en su propio departamento. La demostración más clara de los efectos
que produce el votar al “buen vecino” del otro partido, es lo que pasó en San
José: en la última elección departamental el caudal electoral del coloradismo
se redujo al 3,9%, el más bajo de los diecinueve departamentos de la república.
Sígase por ese camino, y dentro de algunos años, cuando Chiruchi quiera ser
intendente por décima vez, le irá a pedir los votos “para que no gane el
Frente”, al Partido Independiente.
Colorados y blancos, así
como aquellos que no siendo blancos ni colorados quieren un cambio en
Montevideo, hemos de encontrar la manera de votar juntos en las elecciones
departamentales del 2015. Si no lo hacemos, ya podemos ir eligiendo heladera
(seguramente, habrá más de una en el catálogo…).
(*) Abogado. Senador de
la República (Vamos Uruguay- Partido Colorado)
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