El próximo domingo, 31 de marzo, se cumplirán
80 años del suicidio de Baltasar Brum, en meditado gesto de protesta y rebeldía
contra el golpe de estado perpetrado ese día por el entonces presidente de la
República, Gabriel Terra.
Corría
el año 1933 y Brum era uno de los nueve integrantes del Consejo Nacional de
Administración. En el “Ejecutivo bicéfalo” que establecía la Constitución
entonces vigente, el Consejo era el órgano colegiado competente en
materias económicas y sociales, mientras los asuntos de defensa, seguridad y
relaciones exteriores eran de resorte de la Presidencia de la República.
En
América y Europa el momento era de graves dificultades económicas, malestar
social, inestabilidad política y tensiones internacionales (Gran
Depresión en Estados Unidos, Hitler y Mussolini mandando en Alemania e Italia,
golpes de estado en Argentina, Brasil y Perú en 1930, guerra del Chaco entre
Paraguay y Bolivia, etc.).
El
presidente Terra promovía la reforma de la Constitución para hacer frente a la
crisis, según decía, pero no quería seguir los lentos procedimientos de reforma
establecidos por las normas vigentes; pretendía salteárselos e ir directamente
a la consulta popular. Lo apoyaban un sector del Partido Colorado y el sector
del Partido Nacional encabezado por Luis Alberto de Herrera. Se oponían a Terra
el llamado “batllismo neto” (los Batlle Pacheco y el diario El Día, Baltasar
Brum, Luis Batlle Berres, Julio C. Grauert y la Agrupación Avanzar, etc.) y el
nacionalismo independiente (Gustavo Gallinal, Ismael Cortinas, Eduardo
Rodríguez Larreta y otros), así como los partidos menores de la época
(socialistas, cívicos y comunistas).
Cuando
se hizo evidente que el presidente y sus aliados estaban “montando en las
sombras la máquina de la dictadura”, Brum se decidió a resistir el golpe de
estado y a llevar su resistencia hasta las últimas consecuencias. Comunicó su
propósito a Ismael Cortinas, miembro nacionalista del Consejo Nacional de
Administración. En las vísperas del golpe, le dijo a Domingo Arena que “las
libertades públicas siempre se han asentado sobre sangre de dirigentes”.
En la mañana del 31 de marzo, cuando dos agentes policiales intentaron
arrestarlo en su domicilio, los echó a balazos. La casa de Río Branco esquina
Colonia fue rodeada por la fuerza pública, pero antes de que el cerco se
completara algunos parientes y amigos de Brum lograron llegar hasta él para
acompañarlo. Fue así que Baltasar pudo decirle a su hermano Alfeo: “Si vivo, la dictadura durará veinte
años; si muero, cinco”.
Uno de
los amigos de Brum que lo acompañó en aquella jornada fue el Dr. Conrado H.
Hughes. En nota publicada en El Día el 6 de abril de 1934, contó el Dr. Hughes
que Brum se había propuesto cruzar el cerco policial, abriéndose camino a
balazos si era necesario. Cuando manifestó su intención, otro de sus amigos, el
Dr. Asdrúbal Delgado, le hizo notar que de esa manera podría matar a algún
funcionario policial, acaso esposo o padre, que estaba allí cumpliendo
órdenes y nada tenía que ver con el golpe de estado. Momentos después Brum se
adelantó solo, con el revólver en la mano; llegó hasta la mitad de la calle,
gritó “¡Viva Batlle! ¡Viva la democracia!”, y se partió el corazón de un
balazo.
Cuando
murió, Brum no tenía aun 50 años; los hubiera cumplido el 18 de junio. Tras
recibirse de abogado había sido Ministro de Instrucción Pública (para
designarlo, el presidente Batlle y Ordóñez debió esperar que cumpliera
los 30 años requeridos por la Constitución), de Relaciones Exteriores, del
Interior y de Hacienda; presidente de la República entre 1919 y 1923;
presidente del Directorio del Banco Hipotecario; presidente y posteriormente
miembro del Consejo Nacional de Administración. Casi está demás decir que
también fue muy intensa su actividad en el plano partidario: fue convencional y
miembro del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Colorado por varios períodos,
así como director del diario El Día por más de un lustro.
En
suma: Baltasar Brum dedicó su vida a la política; fue, en la más cabal acepción
de la expresión, un político profesional. Sus convicciones eran radical y
apasionadamente democráticas y batllistas. Las defendió y luchó por ellas con
honradez, con dedicación y con brillo. Y cuando en una hora crucial sintió que
el sacrificio de su vida podía ser útil para la República (“si vivo, la
dictadura durará veinte años; si muero, cinco”), la ofrendó sin vacilar.
En los
años treinta, la inmolación de Brum hizo vibrar de emoción a los jóvenes
batllistas de entonces. Más de cuarenta años después, en otro Uruguay y en otro
mundo, su ejemplo seguía convocando a las nuevas generaciones batllistas que
procuraban el restablecimiento democrático. Su sacrificio, pues, no fue en
vano; su gesto perduró, desprendiéndose de las concretas circunstancias
históricas en las que se gestó, para brillar más allá del tiempo, con la
luz de las acciones heroicas y abnegadas.
La
democracia puede engendrar demagogos, corruptos y sinvergüenzas de toda laya,
pero produce también héroes civiles como Baltasar Brum. Es bueno recordarlo,
para no resignarnos a la degradación de la calidad moral de la república que
queremos ser.
(*)
Abogado. Senador de la República (Vamos Uruguay-Partido Colorado)
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