Luis Jiménez de
Azúa un penalista español acusado de plagio, dijo con razón, para excusarse:
"Podrá usted discutirme la fecha del dicho, pero no, su originalidad; esa
idea suya estaba en el aire y de ahí la tomé yo".
Algo de eso me pasó cuando leí en La Nación de Buenos
Aires a un pensador francés, Guy Sorman, hablando de Argentina. Dice por
ejemplo: "El primer deber de un intelectual es atender al otro." Y
aclara: En materia política, lo común es atender a un 50% de lo que está
pasando; cuando lo que vale, es atender al 100%.
Comento: Para pensar libremente, la primera
condición es superar el fanatismo, practicar la ecuanimidad: ver toda la
cancha. Entender al adversario.
Hay también condicionantes menores, como no
afiliarse a ningún partido; la afiliación exige una fidelidad mecánica; cuanto
digan los líderes y cuanto resuelva la colectividad, tiene que ser acatado
(admitido como bueno y defendido). La acción exige que todos se ciñan a la
disciplina; unirse para lograr fuerza.
Dice Sorman desde lejos:
Hace 25 años, en Brasil había hiperinflación, más
proteccionismo. (En el Uruguay esa situación duró hasta hace 15 años, 1997). En
Chile, hubo dictadura militar y libre mercado. En países como Perú, una suerte
de capitalismo mafioso. América latina era una especie de laboratorio de
experimentos económicos y políticos. Pero 25 años después, todo ha sido probado
y finalmente todos sabemos que "democracia y libre mercado" son los
dos fundamentos no solo del desarrollo económico, sino también de la justicia
social, de los medios de prensa independientes, la moneda estable, los derechos
humanos. El factor clave del desarrollo económico es lo que llamamos el Estado
de Derecho.
Esto lo sabemos todos, menos la Argentina (que
aplaude cuando deja de pagar, cuyo gobierno dispone del ahorro ajeno o expropia
sin pagar lo que vale el bien expropiado, etc.).
Argentina es como el museo de un debate que murió;
el peronismo no termina de encontrar su lugar en la historia, sigue presente,
en actividad. En Italia buscaron la manera de incluir a los excluidos; y ese
había sido el argumento de los intelectuales fascistas para imponerse ¡en 1920!
Estoy a favor del Estado de bienestar y estoy muy a
favor de la redistribución… si es que usted tiene algo para redistribuir.
El gobierno nunca crea riqueza. No es su trabajo.
No sabe cómo hacerlo. El papel del gobierno es crear las condiciones para la
creación de riqueza, lo cual es completamente diferente. Y así se piensa en el
mundo, excepto en la Argentina...
Es el Estado, el gobierno, quien debe proteger a la
gente de los excesos del mercado. Esta es básicamente, la función de la
democracia (en lenguaje local: ser el escudo de los débiles).
También es cierto, lo sabemos por experiencia, que
cuando el Estado se desborda, crea un desastre. España es ejemplo de una
intervención excesiva, del Estado. Lo mismo pasa en Grecia, donde el gobierno
es dueño de todo.
Comento: ¿qué pensar del Uruguay, donde las
empresas más grandes y poderosas, son los entes autónomos?
También la ideología batllista se hace anacrónica a
lo largo de los años.
Sigue Sorman: En la Argentina, hay una tendencia
constante a reunir en lugar de separar: el peronismo es radical: yo tengo
razón, usted debe sumarse a mi causa; o es un traidor.
El problema de la Argentina es una permanente
tentación hacia el pensamiento totalitario, en nombre de la inclusión de todos
en la misma bolsa.
Comento: Destaqué simetrías uruguayas en las
brillantes observaciones del francés. Y quedan por mostrar algunas
coincidencias más, que no atendí por ser meros estertores totalitarios, que
también existen en nuestro país, como intenciones encubiertas; que no se
atreven a ser bandera oficial de nadie.
Esteban Valenti escribe: "En el Uruguay actual
nadie dirá nunca una sola palabra contra la democracia y la democratización, el
problema es cuando hay que concretar esa visión y sobre todo cuando atañe a
nuestros espacios de poder".
Este es un punto a detenerse en cuanto al ejemplo
argentino. El peronismo practica el dúplex; consiguió atar dos moscas por el
rabo: exaltar la igualdad e imponer el autoritarismo, las dos cosas a la vez,
como enseñara Mussolini. A tal grado pudo, que Tinelli, el más chabacano, es el
dueño de los sueños argentinos; y la señora Cristina concentra en la Casa
rosada, los tres poderes. De esa forma se teje el centralismo porteño que viene
desde los tiempos de la revolución de Artigas y no decae.
En 1811, Sarratea nos vendió a los portugueses y
nuestra gente tuvo que emigrar en masa (la Redota).
En 1816 Sarratea nos vendió por segunda vez, a los
portugueses, y tuvimos una guerra que duró cuatro años, terminó en derrota y
pasamos a ser una provincia portuguesa, la Cisplatina.
En 1828 (cuando juntos, argentinos y orientales
habían vencido a Brasil y Rivera lo había invadido) los porteños nos vendieron
por tercera vez, y para conseguir la paz, Sarratea y compañía, nos dejaron
fuera de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
¿No será suficiente? No digo quebrar malamente.
Digo, simplemente, precavernos. Macaco viejo no sube a palo podrido, dicen los
norteños. Tenemos que hacer dieta de Argentina.
Lo mejor sería reunir a todos los agentes
económicos uruguayos (exportadores, importadores, instituciones financieras,
turismo, agropecuaria, logística, transporte, etc.) y leerles una declaración
de independencia dirigida a país determinado.
Cada tanto, Argentina nos tumba... nos contagia y
al final nos fulmina. Toda la moderación, más el gradualismo, más el prestigio
de nuestra seriedad cumplidora, toda nuestra sensatez, es barrida por el
trapecismo porteño. Son nuestros hermanos, pero además son los reyes de la
cuerda floja. Argentina nos endulza primero incluyéndonos en su boom, nos
adaptamos a su moda que es un modo de ser: y después implosiona; y nos
arrastra.
Antes de explotar, la gran Argentina frecuenta grandes
gestos que inflaman nuestra nostalgia de la patria grande; y eso seduce; por
algo Buenos Aires es el París de los que viajan en 24 cuotas sin intereses.
Allí se puede declararle la guerra al Reino Unido, o apropiarse del yacimiento
de gas que saca medalla de bronce en el concierto de las naciones y se llama
nada menos que Vaca muerta.
Cada veinte años un manotazo del infortunio hace
que el mundo llore por ti, Argentina. Son como golpes de la Providencia
equivocada; anticipan el Titanic de una dictadura o la falencia financiera más
cuantiosa que se conoce. El corralito que inventó Cavallo, constituye el error
financiero más asombroso del planeta; y a nosotros nos costó los horrores del
año 2002.
Estamos a tiempo de apartarnos mientras los precios
de las commodities, disimulen los delirios de Cristina.
Argentina es nuestra droga: regala picos de
bonanza, cambia la economía y la cultura agraria del Uruguay y le queda resto
para multiplicar por dos, Punta del Este.
Pero desde la convertibilidad al proteccionismo
actual, los allende el río desafían las reglas básicas de la salud y hasta
logran enfermarse en pleno boom regional. Sálvese quien pueda de nuestro vecino
fraterno. Alejarse en el tiempo, ya que geográficamente es imposible, es
nuestra salida de emergencia.
Una vez más, Buenos Aires murmura un ruido a
explosión. Nuestra tarea no es fácil, se trata de levantar una cordillera de
los Andes, en el Río de la Plata.
(*) Abogado. Escritor. Periodista. Historiador.
Fuente: El País Digital
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