Por
Gustavo Toledo
Si
bien Doña Matilde Ibáñez Tálice nació en Buenos Aires el 3 de marzo de 1907, el
destino quiso que la mayor parte de su vida transcurriera de este lado del río.
Aquí conoció al gran amor de su vida, don Luis Batlle Berres -para ella,
simplemente, "Batlle"- con quien se casó y tuvo tres hijos: Jorge,
Luis y Matilde.
Doña Matilde acompañó a su esposo a lo
largo de su extensa vida política. Tanto en las buenas como en las malas. Tuvo
la suerte de compartir junto a él los almuerzos domingueros en la quinta de
Piedras Blancas, donde se sentaba a la derecha de don Pepe; pero también le
tocó atravesar el trago amargo del exilio junto a sus hijos en la vecina orilla
durante la dictadura de Gabriel Terra. "Yo quedé sola con los tres chiquitos y
casi sin dinero. Vivía en una pensión horrorosa llena de chinches y para peor
mi hijo Luis se enfermó y estuvo al borde de la muerte", le contó en
cierta ocasión al periodista César Di Candia. "Yo creo que estos problemas
que yo viví desde el primer día junto a Batlle, me hicieron bien, me fueron
endureciendo para enfrentar la vida", comentó.
Como primera dama, desarrolló una
importante labor social que continuó aún después de que su esposo abandonara el
gobierno. Creó y presidió la Fundación del Niño, desde la cual buscó aliviar la
situación de la niñez carenciada. Con anterioridad, había ejercido el
periodismo en la emblemática radio Ariel (CX 10).
Tras la muerte de don Luis, acompañó,
guío, retó y motivó a su hijo Jorge en su carrera política, compartiendo con él
victorias y derrotas, hasta que conquistó-al igual que su padre, su tío abuelo y
su bisabuelo- la presidencia de la República en 1999.
Al asumir el poder, el 1º de marzo de
2000, una vez cumplidos todos los actos protocolares de transmisión de mando,
la primera visita que realizó el nuevo presidente fue a la casa de su madre.
Batlle comentó, ese mismo día, que doña Matilde era "un libro
abierto" y que había concurrido no sólo a saludarla y a compartir su
alegría con ella sino para pedirle consejos.
A lo largo de los meses que siguieron a
su investidura, mientras la dirección del viento cambiaba de dirección y las
cosas comenzaban a complicarse, mantuvo un contacto permanente con ella, y
cuando por alguna razón se olvidaba o se demoraba en llamarla, era doña Matilde
quien lo hacía. "No me aflojes Jorge, no me aflojes Jorge", le
alentaba en sus últimos días, consciente de las graves dificultades que
atravesaba su hijo mayor.
Culta, inteligente y dueña de una
fuerte personalidad, son muchas las anécdotas que la pintan en cuerpo entero.
Sin ir más lejos, no tuvo reparos en llamar al ex presidente y líder del
Partido Nacional, Luis Alberto Lacalle, para reprenderlo por precipitar la
renuncia del ministro de Economía, Alberto Bensión. "¿Te parece bien haber
hecho renunciar a Bensión?", le recriminó.
Falleció poco después, el 4 de septiembre de 2002. El ex presidente Julio María
Sanguinetti señaló en su momento que
con ella se iba “un trozo de nuestra historia, un trozo de la vida del país, de
un modo de hacer, de un modo de vivir, de un modo de actuar".
Sería bueno que todos los batllistas (e
incluso aquellos que no lo son) la recordáramos con respeto y gratitud. No sólo
por haber sido la esposa de don Luis, la “sobrina política” de don Pepe y la
madre de Jorge, sino por haber sido una señora con mayúsculas que sirvió a la
República con discreción y grandeza.
Ejemplos como el suyo, no abundan.
Menos aún, en tiempos como éstos.
1 comentario:
Felicitaciones por el artículo. Me parece excelente el reivindicar el papel de mujeres como Matilde qué siempre fueron respetadas y tuvieron su espacio en la vida política del País, lo que demuestra una vez más que en el Batllismo la participación de la mujer no es algo nuevo!
Publicar un comentario