El
semanario Búsqueda publicó días atrás que el presidente José Mujica expresó
ante empresarios convocados por el Council of the Americas que es
“imposible” hacer cambios en la educación. Así el mandatario reconoce que en
unos de los pocos temas en los que el gobierno encararía el futuro casi por
obligación (cosa que había anunciado en su discurso inaugural del 1º de marzo
de 2010), también ha claudicado.
Ya no hará lo
que debe ni lo que prometió. Simplemente no hará nada con la educación. Renuncia.
Esta retirada,
más allá de la gravedad que implica por tratarse de un aspecto fundamental para
un país de nuestras dimensiones que pretende alcanzar índices de desarrollo medianamente
decorosos, revela situaciones aún más preocupantes. El Poder Ejecutivo subordina
la ética del deber y lo que los académicos denominan el “determinismo
histórico” (es decir el deber condicionado) a las conveniencias de su partido
político. Ningún condicionamiento interno ni externo hará que Mujica haga lo
que tenga que hacer, ni en éste ni en ningún otro asunto si no conviene.
Para el
presidente y su entorno es más importante que el Frente Amplio permanezca en el
poder que cualquier otra cosa. Obviamente dedicarse a restablecer el rumbo en
materia de enseñanza lleva, inevitablemente, a dejar en evidencia una vez más
al ex presidente Tabaré Vázquez, en cuyo gobierno se implementó esta nefasta
Ley de Educación, así como otras también nefastas como las que implementaron las
reformas en la Salud, la venta de PLUNA, etc.
El escaso 39 %
de índice de confianza que reveló la encuestadora Factum días atrás es fiel
reflejo de la falta de políticas certeras, de sus indefiniciones y de la propia
impronta, absolutamente autocrática, de Mujica. Pero es también una
demostración de desilusión de la ciudadanía ante las irregularidades que
culminaron con el cierre de PLUNA, el descalabro del nuevo sistema de Salud y
la caótica situación de la enseñanza que no fueron causados por el actual mandatario
sino por las reformas impulsadas por Vázquez durante su mandato. Sin embargo el
expresidente, retirado según él de la “vida política pública” por decisión
personal desde hace casi un año, encabeza la lista de los políticos más
populares del país, por delante del propio
presidente (según la consultora Equipos Mori).
A lo que vamos:
existen percepciones diferentes acerca de sus cualidades porque son distintos el uno del otro pero Mujica
y Vázquez comparten el mismo enamoramiento por la permanencia en el poder. Quien
renuncia ahora a la actividad política es nada más ni nada menos que el
presidente para que el futuro candidato vuelva al ruedo con su imagen lo menos
desgastada.
Presumiblemente
ésta será la tónica del gobierno. Tragarse los sapos crudos. Mujica hará la
plancha hasta que termine el mandato cuidando la imagen de Tabaré Vázquez que
decidirá por su parte y en el momento que entienda más oportuno anunciar su
candidatura. O lo que es lo mismo: el Frente Amplio demorará, una vez más, las
soluciones urgentes por su conveniencia electoral renunciando como hace Mujica
al determinismo histórico.
Como hizo
siempre.
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