Por Fitzgerald
Cantero Piali (**)
Leí Relato oculto, el libro en el que
Leonardo Haberkorn y Luciano Álvarez, demuestran la vinculación de Víctor Hugo
Morales con la dictadura uruguaya, a pesar de la imagen autoconstruida de
“progre”.
No analizaré el contenido del libro. Por lo menos no en esta
oportunidad. Sí me quiero detener, en reflexionar sobre algunas repercusiones
que la publicación ha generado.
Algunos artistas y políticos, de ambos lados del Plata,
descalificaron al libro y a sus autores. Algunos, además, -Mónica Xavier y
Rafael Michelini, por ejemplo- tuvieron la dignidad de reconocer que no lo
habían leído. Dignidad que no les alcanzó para excusarse de opinar sobre algo
que sólo conocen el título y algún comentario colateral.
Por supuesto que aquello que los políticos opinamos, está
cargado de subjetividad. No podría ser de otra manera. Lo que los intelectuales
expresen, siempre, está cargado de subjetividad también. Y es válido. A éstos
se les debe exigir un mayor rigor científico en sus análisis y una cierta
demostración del mismo. Estoy convencido que los políticos debemos demostrar lo
que decimos con ejemplos y hechos concretos.
La mayor gravedad que este debate posee de manera intrínseca es
la relación entre intelectuales y políticos. Claro que algunos de los
defensores de Morales son amigos suyos y talla en ese extremo el afecto y no la
objetividad; otros lo defienden por compañerismo partidario.
Pero debemos preguntarnos, ¿qué rol deberían jugar los
intelectuales en una sociedad?
¿Deben ser difusores, propagandistas y amigos del poder de
turno, como lo fue Morales con militares de la dictadura, del mismo modo que lo
es hoy con Fernández de Kirchner?
En otras partes de occidente, quienes piensan distinto al
gobierno y generan debates críticos hacia determinadas políticas, son bien
vistos. En nuestros países el que critica y cuestiona es un “amargo” y se lo
descalifica. Rápidamente se cae en la etiqueta.
En nuestro país, altamente partidizado, es fácil especular a
quién vota tal escritor o tal periodista. No sé, ni me interesa, a qué partido
votan Haberkorn y Álvarez. Lo que sí sé es que ambos escriben magistralmente y
eso me es suficiente para respetarlos y seguir sus columnas y libros. Sé lo que
vota Morales, y aunque no lo comparto lo respeto. Lo que le rechazo, es su
genuflexión al gobierno argentino y su ruindad en la discusión. Atacar
descalificando burdamente, en lugar de refutar los elementos que contiene Relato oculto, demuestran su calaña.
Pensamiento totalitario
Los “intelectuales” al servicio de una ideología le hacen mucho
daño a las sociedades. Más daño aún que el que puede provocar un mal gobierno.
Me refiero tanto a “intelectuales” de izquierda o de derecha, que no son más
que mercenarios cumpliendo una función, como lo hace un administrativo, un
gerente, un portero o un barrendero.
El sábado 11 de agosto, el diario argentino La Nación, publicó
una entrevista al intelectual francés Guy Sorman. En ella, entre otras cosas,
habla de una “distancia crítica” que debe mantener el intelectual. Al respecto
fue consultado: “En Francia, ¿usted ha sido tan
crítico con Sarkozy, con quien coincide ideológicamente, como con François
Hollande?” y Sorman responde: “Creo que he sido mucho más crítico con Sarkozy que con
otros políticos precisamente porque yo era muy cercano a Sarkozy”.
Esto es llamativo en
nuestras latitudes. Ante ello el comentario del periodista: “Interesante: usted es más crítico con quien se siente
ideológicamente más cercano”. Y reparen en la
respuesta: “Sí. Mi deber era criticarlo. Si sólo
lo hubiera halagado, no habría estado cumpliendo con mi tarea. Necesito ser más
crítico frente a Sarkozy, que frente a Hollande, porque en relación con
Hollande ya estamos en posiciones diferentes. (...) Entonces, estoy tratando de entender lo que hace
Hollande. Un intelectual honesto no debería pretender representar la verdad.
Nosotros representamos una parte de la verdad. En el mejor de los casos, el
cincuenta por ciento. La obligación de un intelectual es entender al otro”.
Vuelve a la carga el periodista: “Primero entender y luego quizá cuestionar”.
Y Sorman remata: “Exacto, pero primero entender al
otro. Si no, se cae en el totalitarismo. El problema con la Argentina es que
hay como una especie de nube oscura cubriéndolo todo, la permanente tentación
del pensamiento totalitario en nombre de la inclusión”.
Cambiar a Argentina por otro país latinoamericano, no cambia en
nada la afirmación.
Ojalá la mayoría de nuestros intelectuales cumplieran la tarea
de mantener la distancia crítica, entendieran que la verdad se construye con
todas las perspectivas y no fomentaran esa nube oscura que desemboca en el
pensamiento totalitario.
(**) Representante Nacional (Vamos Uruguay – Partido Colorado)
(*) Columna publicada en
el mensuario Vamos a Más
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