El SEMANARIO RECONQUISTA es el órgano de prensa de la Agrupación Reconquista del Partido Colorado, fundado por Honorio Barrios Tassano y Carlos Flores. Director Prof. Gustavo Toledo.

sábado, 8 de diciembre de 2012

La batalla por la clase media


Por Daniel Bianchi (*)

Un informe del Banco Mundial (BM) divulgado el pasado martes 13 reveló que la clase media en América Latina aumentó a niveles récord entre los años 2003 y 2009, hasta llegar a constituir un inesperado 30% de la población, pasando de 103 millones de personas a 152 millones.

A efectos del trabajo, se considera como integrante de la “clase media” a una persona que obtiene un salario de entre 10 y 50 dólares al día (entre $ 200 y $ 1000) o una familia de cuatro integrantes de ingresos anuales entre 14.600 y 73.000 dólares.

Curiosamente, al tiempo que trascendía este dato, en forma paralela una frase ganaba el espacio uruguayo en los últimos días: se perdió la batalla por la clase media.

Inequívocamente podría sugerirse que la expresión fue deslizada por algún actor político de la oposición. Pero no fue así. El autor de la misma fue, nada más y nada menos, que el titular del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), Fernando Lorenzo.

Que un gobernante asuma un error -y no hablamos de los desatinos de PLUNA- es algo ya de por sí infrecuente, pero que además quien lo hace afirme que la Reforma Tributaria aprobada durante el gobierno de Tabaré Vázquez se hizo "a pesar" de que se perdió "la batalla por la clase media", cuando menos merece una reflexión.

La frase de Lorenzo se incluye en un análisis del economista Andrés Rius presentado el lunes 19 en las Jornadas de Economía del Banco Central, y alude a la polémica reforma que creó el Impuesto a la Renta de las Personas Físicas (IRPF), un propósito sostenido tozudamente por el partido de gobierno.

Lorenzo, quien fue director de la Asesoría Macroeconómica y Financiera del MEF que encabezara Danilo Astori durante el proceso de la reforma, fue entrevistado para este trabajo, y deslizó la frase mencionada, señalando Rius que “en la afirmación hay implícito un sentimiento de derrota, en una disputa en la que habrían salido airosos los opositores a los cambios”.

En buen romance, la teoría indicaba que el gobierno de Vázquez estaba firmemente convencido de la necesidad de equiparar la relación entre las cargas tributarias y la capacidad contributiva, y en ese escenario, se anunciaba que serían los estratos altos los que asumirían la mayor parte del pago del nuevo impuesto, lo que se veía como un acto de justicia.

No obstante, luego se vio que el IRPF era -tal como había anunciado reiteradamente la oposición- un verdadero impuesto al trabajo, que castigaba más no al que más tenía, sino al que más trabajaba. En resumidas cuentas, el castigo cayó forzosamente sobre las espaldas de la clase media. Lejos de obligar tributariamente a los “poderosos ciudadanos de mayores ingresos”, la reforma afectó principalmente a los “ciudadanos de a pie”, muchos de los cuales respaldaban el cambio pero, inesperadamente, se vieron sorprendidos por encontrarse afectados por la reforma e identificados como tributarios del nuevo impuesto. Esos fueron los primeros decepcionados.

Según Rius, “desde el gobierno se percibió que no se había logrado convencer a un segmento fundamental del electorado de que la reforma no era un ataque a sus intereses, y menos aún que sectores importantes de esas mismas capas medias incluso resultarían favorecidos por los cambios en el esquema tributario”.
Pero lo de Lorenzo no es nuevo.

Ya durante el año 2008, legisladores oficialistas plantearon al equipo económico la situación de la "clase media castigada" por el IRPF. Y la situación entre ambas partes, era claramente contrapuesta. Astori y su equipo aseguraban que "los más débiles no pagan IRPF, se quejan los que ganan $ 50.000, que no se mueren de hambre, y les va muy bien”. Los legisladores del propio Frente Amplio, en cambio, planteaban la necesidad de elevar los montos mínimos imponibles durante aquel año y no en 2009, como preveía Astori. Los reclamantes aseguraban que el IRPF estaba “trayendo problemas", y manejaban la posibilidad de “perder votos” de la clase media. Incluso, Astori se mostró molesto y llegó a afirmar que "es paradójico que la izquierda le haga el favor a los que ganan $ 50.000, o a los profesionales que nunca pagaron…”

La realidad mostraría años más tarde que el IRPF afectaría a la amplísima mayoría de los uruguayos, y en especial a los que percibían bastante menos de $ 50.000: Astori se equivocó.

Con seguridad puede afirmarse que, en Uruguay, la clase media no se identifica con una ideología o un partido político, sino que, antes bien, todos los partidos tienen adherentes afines a todas las clases sociales.

No obstante, no menos cierto es que al incrementarse el gravamen sobre la clase media, se extiende el desencanto de la misma con el gobierno y, en consecuencia, se acrecienta el poder de decisión que ella tiene sobre los procesos electorales.
Y esa potestad, de decidir nada más y nada menos quién tendrá la responsabilidad de dirigir los destinos de un país, no es menor.

Quién sabe si, unos y otros, habrán aprendido la lección.

(*) Médico. Representante Nacional por el Departamento de Colonia (Vamos Uruguay – Partido Colorado) 

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