Doña Matilde Ibáñez y don Luis Batlle Berres |
Si
bien Doña Matilde Ibáñez Tálice nació en Buenos Aires el 3 de marzo de 1907, el
destino quiso que la mayor parte de su vida transcurriera de este lado del río.
Aquí conoció al gran amor de su vida, don Luis Batlle Berres -para ella,
simplemente, "Batlle"- con quien se casó y tuvo tres hijos: Jorge, Luis
y Matilde.
Doña Matilde acompañó
a su esposo a lo largo de su vida política. Tanto en las buenas como en las
malas. Tuvo la suerte de compartir junto a él los almuerzos domingueros en la
quinta de Piedras Blancas, donde se sentaba a la derecha de don Pepe; pero también
le tocó atravesar el trago amargo del exilio junto a sus hijos en la vecina
orilla durante la dictadura de Terra. "Yo quedé sola con los tres
chiquitos y casi sin dinero. Vivía en una pensión horrorosa llena de chinches y
para peor mi hijo Luis se enfermó y estuvo al borde de la muerte", le
contó en cierta ocasión al periodista César Di Candia. "Yo creo que estos
problemas que yo viví desde el primer día junto a Batlle, me hicieron bien, me
fueron endureciendo para enfrentar la vida", comentó.
Como primera dama,
desarrolló una importante labor social que continuó aún después de que su
esposo abandonara el gobierno. Fue madrina del Liceo Militar. Creó y presidió la Fundación del Niño, desde la
cual buscó aliviar la situación de la niñez carenciada. Con anterioridad, había
ejercido el periodismo en la emblemática radio Ariel (CX 10).
Tras la muerte de don
Luis, acompañó, guío, retó y motivó a su hijo Jorge en su carrera política,
compartiendo con él derrotas y victorias, hasta que alcanzó la presidencia en
1999.
Al asumir el poder, el
1° de marzo de 2000, una vez cumplidos todos los actos protocolares de
transmisión de mando, la primera visita que realizó el nuevo presidente fue a
la casa de su madre. Batlle comentó, ese mismo día, que doña Matilde era
"un libro abierto" y que había concurrido no sólo a saludarla y a
compartir su alegría con ella sino para pedirle consejos.
A lo largo de los
meses que siguieron a su investidura, mientras la dirección del viento cambiaba
de dirección y las cosas comenzaban a complicarse, mantuvo un contacto
permanente con su madre, y cuando por alguna razón se olvidaba o se demoraba en
llamarla, era ella quien lo hacía. "No me aflojes Jorge, no me aflojes
Jorge", le alentaba en sus últimos días, consciente de las graves
dificultades que estaba enfrentando el país.
Una anécdota la pinta
en cuerpo entero. A inicios de la presidencia de su hijo, le hizo un pedido al
ministro de Transporte y Obras Públicas de la época, Lucio Cáceres. Pero éste,
por alguna razón, no pudo cumplir con ella.
El Ing. Cáceres
llamaba todos los años a doña Matilde el día de su cumpleaños, y en el último
recordó la fecha, pero no se animó a telefonearle por temor a que le reprochara
su desliz. Al día siguiente, recibió la llamada de doña Matilde. "Lucio,
no me llamaste para mi cumpleaños, sos un ingrato", le recriminó.
"La verdad
Matilde es que estuve todo el día pensando en ti, pero no me animé a llamarte
para saludarte por miedo a que me recordaras el pedido de...", le
respondió Cáceres. "¡Pero Lucio, eso estuvo muy mal, tú tienes que
llamarme igual! No te olvides que yo fui mujer de un político y madre de otro,
y sé muy bien que ustedes los políticos reciben muchos pedidos y que no le es
posible cumplir con todos", le dijo.
El sábado se cumplió
un nuevo aniversario de su nacimiento. No hubo actos ni recordatorios. Ni
siquiera una simple mención. Sólo olvido y silencio.
Sería bueno que todos
los batllistas (e incluso aquellos que no lo son) la recordáramos con afecto y
gratitud. No sólo por haber sido la esposa de don Luis, la “sobrina política”
de don Pepe y la madre de Jorge, sino por haber sido una señora con mayúsculas
que sirvió a la República con discreción y grandeza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario