Diputado Daniel Bianchi |
"Eran
intervenciones menores, operaciones de rutina de las que se hacían diariamente
en el Boston General Hospital. Pero algunos pacientes, demasiados, no
despertaban. Quedaban en coma en la mesa de operaciones, víctimas de
inexplicables accidentes. Hasta que una joven practicante de medicina decidió
averiguar qué había detrás de tales coincidencias…"
Así, con ese
parágrafo, es presentada formalmente “Coma”, la segunda novela -escrita en 1977
y llevada al cine al año siguiente- del celebérrimo médico y escritor
contemporáneo estadounidense, Robin Cook, el autor por excelencia del “thriller
médico”.
Otro de los títulos
del prolífico novelista, “Como si fuera Dios”, de 1984, relata la historia de
un matrimonio de médicos jóvenes y brillantes, que asciende rápidamente en su
carrera profesional mientras se presume que alguien, peligrosamente inteligente,
está matando a los pacientes que se encuentran en su fase terminal y manipula a
su entera voluntad la vida y la muerte.
“Podría escribir
artículos sobre temas de medicina, pero la mayoría sólo tomará conciencia de
estos problemas si se los presentan como una novela”, afirma Cook, cuyas
ficciones son consideradas las mejores inspiradas en la tecnología de la salud,
las conjuras de las grandes corporaciones médicas y las inagotables
controversias entre la ética y la medicina.
No obstante, esas
novelas parecen haberse abstraído del papel para hacerse carne en la realidad.
Y no precisamente en un hospital del estado de Massachusetts, sino en dos
instituciones médicas de Montevideo.
En efecto, las
resonancias del caso de los tres enfermeros procesados con prisión por el
homicidio de 16 pacientes en los CTI y Cuidados Intermedios del Hospital Maciel
y de la Asociación Española, lejos de aplacarse continúan generando
repercusiones a todo nivel.
Máxime cuando, el
martes de la presente semana, en conferencia de prensa las autoridades del
Ministerio de Salud Pública (MSP) informaron que los enfermeros homicidas
utilizaban los momentos en los que sobrevenían situaciones de emergencia -por
ejemplo, paros cardiorespiratorios o hemorragias intensivas, que requerían medidas
inmediatas de reanimación, por lo que frente a la importancia de dar medicación
de inmediato para salvar la vida, el contralor del uso de medicamentos para
cada paciente quedaba de lado- para apropiarse de las drogas que más tarde
inyectaban a sus víctimas.
La Justicia llegó a
probar, incluso, que los dos enfermeros procesados por homicidio -una enfermera
fue además procesada por encubrimiento- se enviaban mensajes de texto por sus
celulares para contar que habían dado muerte a otro paciente a su cuidado, en
una suerte de competencia irracional.
La sociedad y el
cuerpo médico uruguayos han repudiado con ímpetu lo actuado por los procesados
-que distintos protagonistas del ámbito policial y del entorno de la
psiquiatría no han dudado en calificar como “asesinos seriales”- al tiempo que
se han solidarizado con los familiares de las víctimas y han reclamado
vigorosamente que se definan las responsabilidades institucionales y políticas.
Pero, al margen de la
investigación policial, del procedimiento judicial, del seguimiento médico y de
las repercusiones políticas que este triste episodio conlleva, lo cierto es que
el mismo le atiza un nuevo golpe, esta vez inesperado, a la estructura
sanitaria. La falta de confianza de parte del paciente y de su familia hacia
algunas instituciones médicas, públicas y privadas, en particular cuando medie
una internación en el CTI o en Cuidados Intermedios, acudirá sin dudas
prestamente al imaginario popular.
Recuperar la confianza
de la población en la relación médico-paciente no será tarea fácil, y para ello
será necesario que el MSP proceda con la mayor transparencia posible, sin
ocultar detalles, informando a la población en forma amena y con un lenguaje
claro, ameno, sencillo. Pero además, deberá explicar a la población por qué,
cuándo y cómo el personal médico puede suministrar medicamentos que no han sido
formalmente recetados.
Las autoridades de la
salud deben profundizar la investigación para lograr el esclarecimiento
absoluto de estas gravísimas irregularidades y delitos, para asegurar que
episodios de estas características sean desterrados para siempre de suelo
uruguayo, de manera tal de garantizar la vida y la cobertura sanitaria a las
que la población tiene derecho.
Que ningún enfermero,
ningún médico y tampoco ningún jerarca iluminado, desconozca cuál ha sido su
responsabilidad y la de la Secretaría de Estado a su cargo.
Que nadie actúe como
si fuera Dios.
(*) Médico. Representante
del departamento de Colonia (Vamos Uruguay, Partido Colorado)
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