Yoani Sánchez |
Por
Yoani Sánchez (*)
A
veces con buenas intenciones –otras con no tan buenas- alguien intenta acallar
mis quejas sobre el machismo en mi país diciéndome: “Las cubanas no la pasan
tan mal… peor están quienes habitan en algunas naciones africanas donde las
someten a la ablación”. El golpe argumental es bajo, me duele en la ingle, me
deja conectada al grito de una adolescente indefensa, mutilada y entregada por
su propia familia a ese suplicio. Pero los derechos de las mujeres no deben
reducirse solamente a poder mantener la integridad física y a defender su
capacidad biológica para experimentar placer. El clítoris no es lo único que
podemos perder, hay una larga lista de posibilidades sociales, económicas y
políticas que también nos son arrebatadas.
Como vivo en un país
donde los caminos de la protesta cívica han sido cortados y satanizados, me
atrevo a intentar en este blog (http://www.desdecuba.com/generaciony/)
un
listado de los atropellos que aún subsisten en Cuba contra las féminas:
- No nos permiten
fundar nuestras propias organizaciones femeninas, con las que podamos unirnos y
representarnos a nosotras mismas. Grupos que no sean poleas de transmisión del
gobierno hacia las ciudadanas, como tristemente ocurre con la Federación de
Mujeres Cubanas.
- Cuando se habla de
mujeres en los estamentos políticos, se percibe claramente que éstas no tienen
un poder real de decisión sino que están allí para cumplir con cuotas o
asignaciones de género.
- El ícono de la FMC
–la única organización de este tipo permitida por ley- exhibe una figura con un
fusil al hombro, en clara alusión a la madre como soldado, a la hembra como
pieza del conflicto bélico que se cuece más arriba.
- La ausencia en la prensa nacional de un reporte de la violencia doméstica no elimina su presencia real. Callar no sirve para detener el golpe del agresor. En las páginas de nuestros periódicos deben estar también esas historias de maltrato, porque si no ¿cómo vamos a comprender que tenemos un serio problema de agresiones silenciadas entre las paredes de tantos hogares?
- ¿Dónde va una esposa
cuándo es golpeada por su marido? ¿Por qué no hay refugios o no se publica en
los medios de prensa la ubicación de estos lugares de amparo para las mujeres
maltratadas?
- Comprar pañales
desechables es casi un lujo en esta sociedad, donde la mayoría de las recién
paridas todavía tienen que emplear buena parte de su tiempo en el lavado manual
de la ropa de su bebé. Toda emancipación necesita una infraestructura material
de la libertad, de lo contrario se quedará sólo en las consignas y los lemas.
- El alto precio de
todos aquellos productos que tienen que ver con la maternidad y el embarazo es
un elemento que también influye en la baja natalidad. Una cama con colchón para
bebé cuesta el equivalente a 90 USD en un país donde el salario medio mensual
no supera los 20 USD.
- La manutención que
el padre debe pasar a sus hijos después del divorcio -según estipula la ley- no
supera en muchos casos al equivalente de 3 USD mensuales, lo cual deja a la
mujer indefensa económicamente ante la crianza de sus hijos.
- Los elevadísimos
precios de los alimentos con relación al salario encadenan a la mujer cubana al
fogón haciendo piruetas gastronómicas para lograr poner un plato de comida
sobre la mesa. Son las féminas y no el sistema político-económico las que
logran cada día el milagro de que las familias cubanas coman, más o menos bien,
más o menos mal.
- Después de tantos
lemas sobre la emancipación y la igualdad, las mujeres cubanas nos hemos
quedado con una doble jornada laboral y decenas de engorrosas tareas
burocráticas. Basta salir a la calle para notar el efecto de esta sobrecarga:
la mayoría de las mujeres de más de cuarenta años tienen un rostros amargado,
no hacen planes de futuro, no salen con sus amigas a un bar, ni planean una
escapada de la familia y del tedio.
- Cuando una mujer
decide emitir críticas al gobierno inmediatamente le recuerdan que lleva falda,
la acusan de amoral, infiel a su esposo, manipulada por alguna mente masculina,
“prostituta”, “gallita”, “jinetera” o cuantos insultos de corte discriminatorio
puedan imaginarse.
- No puede intentarse
la liberación de un grupo social en específico en una sociedad atenazada por la
falta de derechos. Ser mujer en la Cuba de hoy es padecer doblemente esas
ausencias.
En fin, que queremos
tener clítoris y derechos, sentir placer y decir nuestras opiniones, asociarnos
por nuestras faldas, pero especialmente por nuestras ideas.
(*) Bloguera cubana
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