Antes
que un gran físico, Albert Einstein fue un gran observador (y quizás por eso llegó a ser lo primero), a quien nada de lo humano le era ajeno. Lejos de
encerrarse en su laboratorio o de privilegiar la compañía de sus pares,
recorría las calles, dialogaba con la gente, buscaba pistas que le permitieran
desentrañar la realidad que tenía a su alrededor. Así, durante los años que
siguieron al crac del 29 advirtió que aquellos que lograban levantar cabeza
antes que otros e incluso le indicaban el camino de salida al resto eran
justamente quienes habían aplicado una mayor dosis de ingenio a su búsqueda.
“La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en
la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias.
Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar superado. Quien atribuye
a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a
los problemas que a las soluciones”, concluyó.
Hace pocos días, el
diario ABC de España publicó una interesantísima nota que le da la razón al
hombre del bigote y cabellos revueltos. Bajo el título “Nuevas profesiones:
aquí sí hay empleo”, el periodista T.S. Vicente señala que en medio de la
desoladora coyuntura económica que atraviesa su país -con más de cinco millones
de desempleados y una incesante caída de los salarios-, existe una serie de
oportunidades de trabajo que la mayoría de los españoles ignora, en las que la
demanda supera ampliamente a la oferta y el nivel de retribución es superior a
la media.
¿Cuáles son esas
oportunidades? A saber: Expertos en analítica Web (ingenieros o estadistas
encargados de medir los datos de audiencia y publicidad de una web con el fin
de mejorar su posicionamiento); Arquitectos de información (responsables de la
estructura y organización de un portal web para mejorar su navegabilidad);
Expertos en usabilidad (responsables de investigar qué es lo que buscan y
quieren los usuarios de la Red); Responsables de e-Commerce (encargados de las
ventas “online” de una empresa”); Product manager (responsables de identificar
nuevas oportunidades, tendencias y problemas para desarrollar productos de
éxito); Especialistas SEO (encargados de posicionar los contenidos de una web
en los buscadores de manera que destaquen entre las páginas web de la
competencia); Community manager (responsables de la comunicación de la empresa
con el exterior a través de las redes sociales como Facebook, Twitter o
Linkedin); entre otros.
Un dato nada menor:
ninguno de esos trabajos existía hace diez años. Otro: ninguno necesita de una
oficina, fábrica o local para llevarse a
cabo, ni de que los profesionales que los desempeñan marquen tarjeta.
Como se verá, no es
casual que todos ellos estén relacionados con Internet y las redes sociales. La
revolución tecnológica es una fuente inagotable de oportunidades para quienes
reúnen al menos cuatro características: 1) un dominio básico del lenguaje
informático; 2) disposición a reciclar sus conocimientos y habilidades de
manera constante; 3) poseer una mirada a largo plazo; y 4) aportar valor
agregado a lo que produce (es decir, agregar “pienso”).
Nada demasiado
complicado, ¿verdad?
En ese orden, la
realidad uruguaya no es muy diferente a la de la Madre Patria. En nuestro país,
el desempleo en el área de las TICs es cero o cercano a cero. Somos una pequeña
potencia en esa materia –12.000 empleos directos y exportaciones por más de
doscientos millones de dólares al año-, cuyo principal cuello de botella está
precisamente en la falta de recursos humanos calificados.
¿Por qué sucede esto?
Básicamente por cuatro razones: 1) el desconocimiento de los jóvenes –y también
de sus padres- de la oferta de carreras relacionadas con las tecnologías de la
información y sus oportunidades de desarrollo profesional y laboral; 2) la
forma a menudo anacrónica, aburrida y poco efectiva para el alumno de la
enseñanza de la informática dentro el sistema educativo (¡en algunos sitios se
enseña a través de pizarrones de tiza!); 3) el peso social y el prestigio que
aun conservan las carreras tradicionales frente a las tecnológicas; y 4) la
escasa o nula preocupación del sistema educativo en cultivar la creatividad y
el ingenio de los estudiantes desde que ingresan hasta que egresan de él.
Ken Robinson, un
pedagogo británico cuyos libros son furor en Europa y Estados Unidos, señala
algo que deberíamos repetirnos cada mañana: “los niños de ahora harán trabajos
que aun no están inventados”, y si queremos que las economías prosperen y ellos
sean dueños de su futuro “necesitamos niños que piensen de forma creativa y
entiendan los valores culturales de su tiempo. La creatividad son ideas originales
que tienen un valor”.
Así de simple.
Por eso, no hay tiempo
que perder. La siembre de hoy, será la cosecha de mañana. Tanto el sistema
educativo como la sociedad debemos cambiar nuestros objetivos y dar respuesta a
las necesidades de los más jóvenes. No debemos ser un lastre para ellos, ni
empujarlos al pasado como venimos haciendo, sino proporcionarles las
herramientas que necesitan para sobrevivir en este mundo en el que lo único
constante es el cambio, y estimularlos a que conquisten su destino en base a
sus talentos y virtudes.
Las crisis más graves
no son las de los mercados sino las existenciales. Cuando una sociedad no sabe
hacia dónde ir, tiende a copiarse a sí misma.
Ya lo dijo el viejo
Albert: “si siempre hacemos lo mismo no esperemos resultados distintos”.
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