Por Ing. Enrique Baliño
Hoy, 4 de julio a las 4 de la tarde robaron a Natalia. Iba caminando por Canelones y Jackson para encontrarse con Lorena en una reunión de trabajo allí cerca. Volvió llorando a la oficina. Dolorida por el golpe contra el piso y por los forcejeos que hizo resistiendo el ataque de un muchacho que le robó la cartera.
Natalia trabaja con nosotros. Es una madre joven que tiene dos hijos y trabaja todo el día. Es una gran persona. Es eficiente y se preocupa de mejorar cada día. Es alegre. Tiene garra. Es de espíritu muy fuerte. Encara los problemas como desafíos y no como amenazas. Resuelve. Toma decisiones. Es excelente. En la oficina la queremos mucho y valoramos todos sus aportes. No me extraña que haya resistido con todas sus fuerzas el ataque.
Natalia es una más de las víctimas de la inseguridad que reina en Uruguay. Y tuvo mucha suerte. Solo le robaron la cartera y quedó un poco machucada, nada más. Te das cuenta; estoy festejando que no le pasó más nada….estoy loco?…no? Estoy muy contento que no le pasó nada más. Estoy feliz porque no la apuñalaron ni le pegaron un tiro…estoy feliz porque está viva.
Pensándolo mejor: sí, estoy loco. Porque festejar que sólo le robaron la cartera y la empujaron al piso y lucharon con ella es, para decir lo menos, estar loco. Estar contento porque “no le paso más nada!!!!”??
Hace tiempo que estoy por escribir un artículo titulado “Y…nos acostumbramos…” pero nunca lo termino. A cada rato encuentro algo más para escribir.
Nos acostumbramos a la mugre insoportable de la ciudad, a los caballos cagando en la calle tirando de los carritos repletos de desperdicios con gente desgraciada condenada a la pobreza y a la marginalidad. A ver a esos pobres niños, jóvenes y veteranos, metidos dentro de los contenedores hurgando. Y a eso, algunos le llaman un trabajo.
Nos acostumbramos a los “acomodadores/cuidadores” de automóviles, que hacen su “trabajo”. Nos acostumbramos a que en cada semáforo nos acosen los limpia-vidrios, haciendo su “trabajo”. Nos acostumbramos a que haya gente viviendo en la calle, haciendo cualquier cosa en la calle, eventualmente muriendo en la calle.
Nos acostumbramos a tener cada vez más empleados públicos, a que hayan paros sistemáticos donde, por ejemplo, no te dan la información que te pertenece en Registros Públicos (si, la información es tuya, pero los muchachos no te la dan y por eso trancan la operativa de todo). Nos acostumbramos a las ocupaciones.
Nos acostumbramos a ser casi los peores en “la tabla” del descenso en la educación. Y así sucesivamente. Y nos acostumbramos a que los políticos de turno nos expliquen las razones. Encuentren las justificaciones, las excusas, los pretextos. Hábiles declarantes, diría yo.
Todo esto pasa en el período en que la economía uruguaya ha experimentado la mayor bonanza de su historia. En dos períodos en que se han tenido las mayorías parlamentarias que nunca se han tenido. Así que si de recursos se trata, no hay excusas. Y si de poder se trata, tampoco.
En fin, como quiero hacer la lista completa, nunca puedo terminar el artículo.
Entre todas las cosas para escribir en el artículo, nos acostumbramos a la inseguridad. Hoy festejo que a Natalia le robaron la cartera y solo quedo un poco golpeada.
Sí, nos acostumbramos a que roben y lastimen (cuando no dejen paralíticos o maten) a nuestros amigos, familiares y compañeros que tienen trabajos de verdad. Que se rompen el alma, todos los días, en forma honesta, para poder vivir.
Por eso me di cuenta que debo estar loco. Festejar que no le pasó nada más!? No puedo festejar eso. Tengo que reclamar que realmente quien tiene la responsabilidad se haga cargo. Ese es el Ministro del Interior. Es el ejecutivo. De lo que hace un ejecutivo, sé algo.
Así que Señor Ministro: ¡No más Pálidas! No me explique el porqué. No me dé las excusas. No más pretextos. Déjese de echarles culpas a otros. Hágase cargo y resuelva el tema. Esa es su responsabilidad. Salvo que confiese que no puede (en cuyo caso deje su lugar a alguien que sí pueda). O salvo que confiese que no quiere. Me rehúso a pensar esta última. Pero quizás me equivoque.
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