Por Prof. Juan Martín Sánchez.
La campaña electoral 2009-2010, estuvo dominada por el tema de la seguridad, o mejor dicho, de la inseguridad ciudadana y de las distintas formas de enfrentar el problema. El tiempo transcurrido desde la elección, y el ejercicio del poder por parte del nuevo gobierno de Izquierda han demostrado la complejidad del tema y su aparente falta de resolución.
Si algo me llamó la atención en el momento de las elecciones, y me sigue llamando la atención, es la ausencia casi total del tema social en la agenda política. Pobreza, desigualdad y exclusión social, parecen haber desaparecido de nuestro léxico político, como si las realidades que describen estuvieran resueltas. Nosotros entendemos que la inseguridad ciudadana que se ha venido agravando en los últimos años es producto de un clima social crecientemente deteriorado, en el cual nuestro país vive un fuerte proceso de desintegración de su estructura social, y por lo tanto la resolución del problema pasa por detener el creciente proceso de fragmentación.
Aclaramos, por cierto, que no es nuestra intención caer en la ingenuidad del discurso oficialista, que muchas veces confunde los términos. Entendemos que la inseguridad es un problema real, no una “sensación térmica” o una exageración de los medios de comunicación, pero también creemos que uno de los factores que ha contribuido sin duda a agravar el problema, es el creciente proceso de desintegración de la estructura social de nuestro país.
El Uruguay: la sociedad híperintegrada.
Hace tiempo, el sociólogo Germán Rama, uno de los referentes intelectuales más destacados de nuestro país, acuñó el concepto de “sociedad hiperintegrada” para referirse a las características de la sociedad uruguaya del siglo XX, una sociedad que se transformó y se fue integrando por medio de las políticas públicas aplicadas por el Estado desde principios de siglo.
Es de destacar que el motor del proceso de integración social en nuestro país fue el Estado. Recordemos que la sociedad uruguaya de principios de siglo XX, o fines del siglo XIX, era un sociedad heterogénea, integrada por diversos grupos sociales, con un fuerte componente inmigratorio ( incluso en fechas tardías, por ejemplo, en el censo de 1908, se destaca que el 17% de los uruguayos eran inmigrantes), el proceso de convertir la heterogénea sociedad “uruguaya” decimonónica en una sociedad uruguaya integrada socialmente, nacionalmente, en un sociedad de clases medias, ese proceso lo encabezó el Estado.
Siguiendo a los sociólogos Carlos y Fernando Filgueira (nos referimos al trabajo “El largo adiós al país modelo”, escrito por ambos autores), podemos decir que los pilares de la integración social del Uruguay fueron las políticas públicas, que podemos agruparlas en cuatro áreas:
I) Las políticas educativas, basadas en un sistema de educación público, construido desde la “Reforma Vareliana”, pero que a partir del Batllismo, y sobre todo desde la creación de los liceos departamentales, va a cumplir un rol central en la conformación de las “clases medias”.
II) La creación de un sistema de salud pública, que también cumple un rol abarcativo de amplios sectores sociales.
III) La creación de un sistema de previsión y seguridad social.
IV) Y las distintas leyes sancionadas durante los primeros años del siglo XX, las cuales fueron cubriendo la defensa de los derechos de la clase obrera, y otros sectores sociales.
La expansión del Estado y de las empresas públicas acompañada de un proceso de industrialización por sustitución de importaciones, también contribuyó a consolidar una clase media que era aún incipiente en el novecientos. El cenit del proceso será el confiado y próspero Uruguay de los años cuarenta y cincuenta, una sociedad con fuertes mecanismos de integración social, y con una democracia ya consolidada.
¿Qué ha pasado desde entonces?
Como todos conocemos, el proceso de crecimiento económico que había contribuido a consolidar esa expansión del Estado y de las clases medias, se detuvo a mediados de los años cincuenta del siglo pasado, y desde la década siguiente el país vivió un proceso imparable de deterioro en sus condiciones de vida. No es el objetivo de la presente detenernos en este tema, cuya complejidad exigiría escribir otra nota aparte: vamos por tanto, a detenernos en la evolución de la situación social del país, y de su “sociedad hiperintegrada”, desde la restauración democrática y hasta la fecha.
Cuando el país volvió a la vida democrática en 1985, el régimen de facto, entre otras cosas, nos dejaba con unos espantosos números de pobreza según los datos del INE, en 1986 el porcentaje total de pobreza era de 46%, es decir, casi la mitad de la población.
Conviene aclarar que en Ciencias Sociales cuando nos referimos a la pobreza nos referimos a la carencia de recursos para la satisfacción de las necesidades básicas, en nuestro país la misma se puede medir siguiendo dos métodos. El método de la “línea de pobreza”, que consta de fijar un ingreso económico requerido para satisfacer la CBA(canasta básica alimentaria), o la CBT(Canasta Básica Total), el otro método usado, en general considerado como el más adecuado es el de las “Necesidades Básicas Insatisfechas”(NBI). Los datos de pobreza son suministrados por el INE, y se actualizan mediante el método de la ECH o encuesta continua de hogares.
La evolución de los índices de pobreza en nuestro país durante el período de los gobiernos democráticos transcurridos desde 1985 hasta el año 2004, presenta la siguiente tendencia: desde 1985 y hasta 1995, la pobreza disminuye de forma significativa, en especial durante el primer gobierno del Dr. Julio María Sanguinetti, según cifras oficiales, en 1989 la pobreza había descendido hasta 26%. El gobierno nacionalista del Dr. Lacalle mantiene la tendencia a la baja en los índices de pobreza, los cuales se sitúan en 1994 en un 15%. Durante toda la década del noventa se registra un leve repunte de la pobreza que se sitúa casi sin variaciones entre 1994 y 1999, entre un 15 y un 17%, y comienza a dispararse entre 2000 y 2004(recesión y crisis de 2002 de por medio), llegando a su máximo guarismo en 2004 donde el país tenía un 32% de pobreza, (cerca de un millón de pobres!). Si continuáramos la tendencia de la evolución en los indicadores de pobreza nos encontramos con que desde 2005 la misma viene disminuyendo de forma significativa, pasando del 32% al 18%, que es el último dato disponible.
Como se puede ver la evolución de la pobreza ha sido variable, han pasado gobiernos de los tres partidos mayoritarios, y desde los años noventa(por supuesto descontando el dramático período de recesión y crisis, entre 1999-2002) la pobreza se mantiene en unos guarismos cercanos al 17%. Estos datos también demuestran que no es cierta la absurda precisión de los economistas neoliberales de que el “mercado derrama”, el crecimiento económico (que fue la constante en casi todo el período mencionado), por sí solo no es suficiente para poder resolver los problemas de pobreza y exclusión, sino que se necesita una fuerte y efectiva acción del Estado.
Exclusión y Segmentación Social.
El tema de fondo no es solo el de la pobreza, el problema central, es que en nuestro país se ha venido gestando un cambio profundo que conlleva la desaparición gradual de la vieja “sociedad hiperintegrada”, que mencionaba el Prof. Rama. El asunto es que la democracia pos-dictadura no ha sido capaz de restaurar plenamente los mecanismos de integración social, que le daban cohesión a la sociedad del Uruguay Batllista.
La pobreza en nuestro país ha venido generando un proceso de fuerte segmentación social, según Ruben Kaztman, la segmentación social es: “… es un proceso de formación de fronteras sociales y disminución de las oportunidades de interacción entre las personas de origen socioeconómico distintos. Su principal consecuencia es el debilitamiento de la integración de la sociedad y sus mecanismos centrales son la segregación residencial y educativa.”. Este proceso de segmentación social, viene cambiando la fisonomía de las ciudades del país, generando una situación en la cual se levantan rígidas fronteras de exclusión; por un lado barrios residenciales para ricos; y por otro barrios pobres (el crecimiento descontrolado del fenómeno de los “asentamientos irregulares”, cercano al 10% por año desde comienzos de la década del 2000, es solo uno de los síntomas). La segmentación social también revela le existencia de procesos de exclusión social, la misma se manifiesta en mecanismo que existen en nuestra sociedad y que hacen que los individuos no puedan contar con las mismas posibilidades de elevarse en la escala social, son mecanismos que dificultan la movilidad social ascendente, proceso que tan bien se había podido realizar en los tiempos de la “Sociedad Hiperintegrada”.
Entre los mecanismos de exclusión social de los últimos años, hay que destacar como muy significativos:
I) La des-industrialización del país, producida por el proceso de apertura económica. Y es que al desaparecer la tenue industria nacional, desaparecieron puestos de trabajo de clase media, que no pudieron ser reemplazados por una economía agraria que no generaba trabajo bien remunerado, es por ello que el país presenta hoy en día una distribución del ingreso bastante más inequitativa que antes. El agro contribuye al proceso de concentración de la riqueza, no distribuye de manera adecuada. Y eso tampoco hacen los puestos de trabajo generados en el sector servicios, porque muchas veces también son trabajos mal remunerados, que no requieren especialización ni capacitación.
II) La crisis del sistema educativo, ese es otro poderoso mecanismo de exclusión social, una educación, en especial la media que expulsa al 70% de los estudiantes, no es parte de la solución, es claramente parte del problema, y solo resolviendo la crisis de la educación se puede avizorar una mejora eficaz.
III) La segregación residencial y espacial, es otro de los mecanismos excluyentes, si los pobres y los ricos, viven en barrios de pobres y en barrios de ricos respectivamente, si no hay interrelación entre ambos, se genera un proceso de reproducción de pautas, valores y conductas. Que gradualmente van creando distintas subculturas sociales, alejadas y enfrentadas.
IV) Inequidades en la distribución del ingreso entre las generaciones, otro de los aspectos más preocupantes de la actual situación nacional, es el proceso creciente de infantilización de la pobreza, debido a este proceso es que la mitad de los niños nacen en hogares pobres y son pobres. Cuando el Uruguay salía de la dictadura la pobreza afacetada a los niños y a los adultos mayores más que a cualquier otro sector social, pero la democracia post-dictatorial hizo la opción por asignar más recursos a los adultos mayores, hoy la situación de la pobreza afecta de forma muy desigual a ambos sectores, en general hay cinco niños pobres por cada adulto mayor pobre. Lo que es una situación muy preocupante, y que de seguro significa que el Estado debe atender también la situación de infantilización de la pobreza, ya que de lo contrario las brechas sociales pueden agravarse con el paso del tiempo.
V) Proceso de desinstitucionalización creciente. En muchos casos por la propia segregación residencial, se viene produciendo una situación en la cual las redes sociales y estatales, como ser la educación y la salud no llegan a determinados segmentos de la sociedad.
Estos son algunos de los mecanismos que contribuyen a dificultar el proceso de integración social, la exclusión no es responsabilidad del excluido, sino de la sociedad. Debemos empezar por entender que los pobres no son pobres por su responsabilidad, el tema debe ser asumido como una deuda que nuestra sociedad debe resolver, el principal debe de la democracia post-dictadura es la exclusión y la fragmentación social, debemos asumir que ese es el mayor desafío.
El Congreso Ideológico del Partido Colorado tiene mucho que decir al respecto, el otrora “escudo de los débiles”, el Batllismo, tiene la responsabilidad histórica de contribuir a resolver el problema, nuestro principal eje político, ideológico y doctrinario debería ser volver a construir una sociedad integrada. Es nuestra responsabilidad porque hemos gobernado más que ningún otro partido, somos también responsables del problema, y debemos contribuir a resolverlo. Construir ciudadanía, un concepto muy caro al discurso oficialista, es fundamentalmente construí ciudadanía, la pobreza, y la exclusión conspiran contra el pleno ejercicio de la ciudadanía.
El Uruguay ha vivido en los últimos treinta años un proceso de fragmentación social, que le ha llevado a ser una sociedad latinoamericanizada, es cierto que aún tenemos la mejor distribución del ingreso en la región (la más desigual del globo…), y que los índices de pobreza e indigencia vienen disminuyendo, pero también es cierto que hoy tenemos una sociedad más desigual, con más pobres, y más excluyente de la que teníamos. Las tendencias actuales deben ser atendidas, deben ser revertidas antes de que se consoliden. La ausencia del tema en la agenda política no puede más que preocuparnos seriamente, no solo de caducidad y seguridad debe nutrirse el debate en política.
Hasta la próxima…
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