Apenas un día después de que su esposa y compañera política, la senadora Lucía Topolansky, arremetiera contra los grandes medios de comunicación y reclamara un medio propio para que el Frente Amplio comunique –“sin distorsiones”- los logros y actividades del gobierno, el presidente José Mujica participó en un foro de comunicación en el que se refirió al tema, con ese tono filosofal que lo caracteriza.
Afirmó que se debe utilizar la comunicación para brindar "libertad de pensamiento" y oportunidades a los que "se sienten pisoteados". Además, advirtió de los peligros que acompañan el control de los medios, ya que pueden convertirse en los instrumentos "más formidables de opresión".
La discusión de "cómo y para qué se usan (los medios de comunicación) es una batalla central y casi desesperante" para marcar "el rumbo del hombre", acotó el mandatario en el seminario "Comunicación, pluralismo y papel de las nuevas tecnologías", celebrado el pasado viernes 24 en el Hotel Radisson.
En una reunión bastante más modesta realizada un día antes en el comité de base “A Redoblar”, la senadora y primera dama respondió a la inquietud de algunos de los presentes, respecto a la falta de difusión de los planes y acciones del gobierno a través de la prensa, señalando que: “desgraciadamente no tenemos un medio propio, ese es un problema nuestro. (…)Tenemos que trabajar para tener un medio de comunicación. Es una herramienta formidable”.
La senadora puso énfasis en el tiempo que los medios dedican a las noticias policiales, y resaltó diferencias con otras noticias. “Hay prensa escrita que miente flagrantemente (…) incluso pone entrecomillados a fuentes, y sin ningún tipo de ética hacen decir lo que se les canta a la fuente entrecomillada", agregó.
"El problema de la prensa es una guerra que tienen todos los gobiernos progresistas del continente. Lo tuvo Lula, lo tiene Dilma ahora. Vos hablás con los presidentes y lo primero que te dicen es eso. (…) Yo no puedo censurar a la prensa, porque estoy en un país libre", subrayó.
Asimismo, opinó sobre la “nacionalidad” de ciertos medios de prensa: "A radio El Espectador la compró radio Clarín (sic) y a El Observador lo compró Correia (sic), que es un brasilero que se instaló en el Uruguay y es dueño del frigorífico PUL. Es decir, todos esos gestos no se hacen porque sí. Porque le sirven para algo, para una orientación política, para algo".
Su planteo, aunque entreverado e inexacto, es muy simple de entender: la gente no sabe lo que estamos haciendo en el gobierno por culpa de la prensa, que privilegia otros temas y `miente flagrantemente´ sobre lo que hacemos; si tuviéramos un medio de comunicación propio (¿del partido o del gobierno?), otro gallo cantaría. El resumen sería más o menos ése, con el agregado de la supuesta “extranjerización” de una parte de la prensa, desmentida por los medios aludidos (“curiosamente” no mencionó a La República, este sí en manos extranjeras), lo que supondría, desde su perspectiva, una amenaza a los intereses de la nación.
Es curioso el divorcio entre la realidad descripta por la senadora y la que se refleja en la prensa. Cuando uno recorre los medios audiovisuales y escritos no percibe el panorama que tanto le preocupa. Por el contrario, uno advierte una extendida y cerrada complicidad con el gobierno. Una extraordinaria pasividad para cuestionar, incluso, exabruptos como éste.
Si nos guiamos por los noticieros de los canales de aire, por ejemplo, el gobierno en general y el presidente en particular poseen un espacio considerablemente superior al de toda la oposición sumada. Basta con mirar el informativo de Canal 10, para constatar que se reproduce cada una de las declaraciones del presidente; se cubre cada una de sus actividades oficiales; y, cuando no hay noticias, reporteros y camarógrafos recorren el caminito que conduce a la chacra de Rincón del Cerro a fin de la clásica “notita de color” con el Pepe trepado al tractor, recogiendo acelgas de su huerta o cortando gladiolos para la venta.
Si de algo no se puede quejar la senadora es de los medios de comunicación, en su mayoría, amansados e inventariados desde hace rato.
Que El País, El Observador o El Espectador (le faltó mencionar a Búsqueda, el “archienemigo” que el gobierno lee cuando se quiere informar de lo que realmente sucede en el país) no digan que sí a todo lo que hace, es algo lógico y natural en un “país libre” como el nuestro. ¿O no lo sabe?
Que algunos medios señalen las contradicciones del poder y reflejen las idas y vueltas de un gobierno sin norte ni brújula, no debería sorprender a nadie ni mucho menos alarmar a la primera dama. ¡De eso se trata la democracia!
Ahora, que no den pie con bola no es culpa de la prensa sino de ellos mismos.
Si no plantean lo que hacen, es porque no tienen nada realmente importante para comunicar.
Si no llegan a la ciudadanía con un mensaje claro, es porque carecen del mismo o no saben cómo hacerlo.
Si no son capaces de instruir a sus militantes y adherentes sobre la línea de acción que vienen siguiendo, es porque lisa y llanamente no existe o es tan retorcida que es imposible de trasmitir en público.
Cualquier lector medianamente atento coincidirá conmigo en que lo planteado por la senadora va más allá de la crítica al manejo que hace cierto sector de la prensa de la información. Refleja un viejo y profundo desprecio a la libertad de expresión, esa “libertad burguesa” que sólo es funcional a sus intereses si están en la oposición, y una concepción gramsciana del poder que no es nueva en el Frente Amplio. Una cosa es el gobierno y otra es el poder. El primero se conquista con votos; el segundo, se alcanza silenciando a las voces discordantes, domesticando a las díscolas y potenciando aquellas que son adictas al régimen. Así fue en el pasado, y así es en los gobiernos “progresistas” de la región (Argentina, Venezuela, Bolivia, Ecuador, etc.), en los que la prensa libre fue sustituida por aparatos propagandísticos solventados por el propio poder. ¿Es ése el modelo que tiene en mente la senadora y primera dama? ¿O está pensando en algún otro?
Hace algo menos de un año, el presidente Mujica aseguró, con absoluta razón, que “la mejor ley de prensa es la que no existe” y aconsejó a los gobernantes “soportar” las críticas de los medios para “no perder dos veces”.
Supongo que ese sabio consejo también corre para la primera dama. De ser así, sería bueno que la senadora y alter ego de su esposo, lo tuviera en cuenta más seguido. Aunque más no fuera, para cumplir con las formas del sistema que tanto desprecia.
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