La manera de ser y de actuar de José Mujica podrá gustarles más o menos a unos o a otros, pero nadie puede negar que concita la atención, gana espacios en los medios de prensa, provoca comentarios y hace de Mujica una figura política colorida y singular, capaz de recoger adhesiones en todos los sectores de la sociedad. No vale la pena detenerse en el inventario de los rasgos que componen esa singularidad; ya fueron señalados muchas veces y son bien conocidos por todos. Tampoco parece útil volver a destacar la tremenda eficacia electoral del “estilo Mujica”: el tiempo electoral ya pasó y Mujica es hoy el presidente.
De lo que se trata ahora es de gobernar, y lo que estamos viendo es que los rasgos de personalidad y las maneras de actuar que ayudan a ganar a un candidato, no necesariamente son los que definen a un buen presidente.
En lo que va del año se han configurado varias situaciones que ponen de manifiesto un alarmante desorden en el Poder Ejecutivo, generado por un presidente que parece no entender que él y sus ministros no pueden andar cada uno por su lado.
El episodio más reciente es el atinente al aumento del impuesto sobre la tenencia de tierras. El presidente anunció por la prensa su propósito de promover ese aumento. El Ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca no estaba enterado de las intenciones presidenciales. Se molestó y amagó con renunciar a su cargo. Después de una reunión “tensa” con el presidente –así la calificaron todos los medios- Aguerre habría desistido de su intención de abandonar el gabinete. No le resultará cómodo, suponemos, explicarle al Congreso de la Federación Rural –al que asistirá mañana sábado- que se entera de la política tributaria para el sector leyendo Búsqueda...
Otro que está molesto es el ministro de Turismo y Deporte, Héctor Lescano. El presidente se reúne con la gente del fútbol y no lo hace en su compañía, sino junto a otras figuras del gobierno. El ministro se siente desairado y no es para menos; especialmente, teniendo en cuenta que esto ocurre después que Tenfield criticara duramente su gestión.
En cambio, al ministro de Industria, Roberto Kreimerman, no parece preocuparle demasiado la opinión presidencial. Mujica ha dicho y repetido que no quiere impulsar una “ley de medios” (de comunicación); en una entrevista que concedió al diario argentino “La Nación” llegó a decir que las preguntas sobre el tema lo tienen “podrido” y que si alguien le lleva un proyecto de ley en esa materia, lo tirará a la papelera. Pese a estas contundentes manifestaciones presidenciales, el titular de Industria confirmó esta semana a “La Diaria” que su ministerio sigue trabajando en la elaboración de un anteproyecto y que se lo enviarán al presidente, para que él lo evalúe, “más adelante”. “La libertad es libre y cada uno hace lo que quiere”, parece pensar el ministro, y el presidente lo consiente.
El trámite del fracasado proyecto de ley de anulación de la Ley de Caducidad es bien conocido. Durante meses, el canciller Almagro y su subsecretario Conde le dijeron al Parlamento y a la prensa que promovían dicho proyecto en nombre del Poder Ejecutivo. Después Mujica dijo que no era así y que el Canciller se le había “escapado”. Y lo que es aún peor: después que el presidente se pronunciara en esos términos, el subsecretario Conde lo desmintió públicamente, insistiendo con la versión de que el Ministerio de Relaciones Exteriores había actuado siempre como instrumento de ejecución de la política del Poder Ejecutivo. Ante tantas señales contradictorias los diputados frenteamplistas optaron, como es notorio, por ignorar las tardías recomendaciones de Mujica, de Astori y de Vázquez, votando a favor del proyecto de ley en cuestión.
Son demasiadas contradicciones e incongruencias, cuando ya pasó más de un año desde que se instaló el gobierno. La improvisación, la falta de método, el individualismo exacerbado y la consiguiente imposibilidad de trabajar en equipo pueden no restarle nada y aún agregarle valor mediático al candidato Mujica, pero debilitan evidentemente la gestión del presidente Mujica. Donde debiera haber certezas, hay dudas; quien tendría que ser el principal sostén de las primeras, es la gran usina generadora de las segundas.
El actual no es un gobierno para “un país de primera”.
Más se parece a una renovada puesta en escena de aquel viejo programa de televisión, “Polémica en el bar”.
El hecho nos duele, a quienes nos empecinamos en seguir creyendo y sosteniendo que la república no es un boliche.
(*) Abogado. Senador de la República. Secretario general del Partido Colorado.
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