“Velar se debe la vida/ de tal suerte/ que viva quede en la muerte”. Estos versos de Juan Zorrilla de San Martín estaban escritos con letras de bronce bajo el busto del “Poeta de la Patria” que veíamos los estudiantes del Liceo Zorrilla cuando entrábamos a clase cada día, allá a finales de los años sesenta y comienzos de los setenta. Algunas veces reflexionamos por propia iniciativa y en solitario acerca del significado de esas palabras. En otras ocasiones fueron los profesores quienes las comentaron o nos indicaron que las comentásemos nosotros. A propósito de “La Leyenda Patria” o “Tabaré”, solía salir a relucir la exhortación de Zorrilla a ocuparse de la propia vida como de una obra con vocación de trascendencia. Era buena semilla para sembrar en el espíritu de los adolescentes.
Si el CODICEN aprueba una reciente resolución del Consejo de Secundaria, los estudiantes que asisten al Liceo No. 1 de Minas leerán cada día el texto de un placa que dice así: “Aquí vivió Ricardo Zabalza Waksman (1948-1969). Formó parte del grupo de jóvenes idealistas y soñadores que querían una patria mejor como lo soñó Artigas. Integró el MLN Tupamaros, participó en la llamada “Toma de Pando” y fue herido en el Paraje Capra. Cayó al suelo sangrando con varias heridas, fue ejecutado con un tiro en la nuca por un soldado que recibió la orden de un coronel. De ambos se sabe el nombre. Minas, abril 2009. Comisión por la verdad”.
La llamada “toma de Pando” se produjo el 8 de octubre de 1969. Fue una acción delictiva, espectacular y sangrienta de los Tupamaros, que coparon una comisaría y otros establecimientos públicos mientras rapiñaban bancos y se alzaban con un botín de centenares de miles de dólares. Intervino la fuerza pública, hubo enfrentamientos y murieron varias personas; entre ellas, Ricardo Zabalza.
En los años sesenta, los Tupamaros estaban empeñados en conquistar el poder mediante la violencia. La dictadura comenzaría recién en 1973, pero diez años antes, en plena vigencia de las instituciones democráticas, los Tupamaros habían comenzado a cometer delitos para concretar sus propósitos. Primero fueron hurtos y rapiñas; después secuestros, atentados con bombas, homicidios. Creían que el fin –el triunfo de la revolución socialista y antiimperialista que anhelaban- justificaba el empleo de esos medios. Expusieron sus propias vidas en la empresa, y algunos la perdieron. También tomaron vidas ajenas, y no sólo las de los policías y militares que cumpliendo su deber, los enfrentaron, sino también las de civiles totalmente ajenos a la lucha (un vecino de Pando, la limpiadora del bowling de Carrasco, un peón rural, etc.).
La violencia política desatada por los Tupamaros, cuando aquí se podía cambiar el gobierno en paz y a través del sufragio, le hizo un enorme daño al Uruguay (mientras escribo esta nota, escucho en la radio comentarios acerca del nuevo libro de Leonardo Haberkorn, Milicos y Tupas, que me hacen pensar que aún hoy ignoramos la cabal magnitud de ese daño y, por consiguiente, la de la responsabilidad de quienes lo causaron).
La lucha de los Tupamaros contra las instituciones democráticas (no contra la dictadura, no está demás repetirlo) no es ejemplo de nada, salvo de lo que no hay que hacer. La abnegación y aún el heroísmo de quienes se empeñaron en ese ataque criminal contra las instituciones que son el alma del Uruguay, que son el Uruguay mismo, no los justifica ni los redime. También fueron valientes y abnegados, a su manera, los fanáticos que se inmolaron para derribar las Torres Gemelas de Nueva York, y a nadie se le ocurre homenajearlos.
Una placa recordatoria, un retrato, un busto colocados en un establecimiento de enseñanza, son otras tantas incitaciones a emular a los homenajeados. La conducta de quienes empuñaron las armas contra la república y trataron de imponerles sus ideas políticas a los demás mediante la violencia, no debe ser propuesta a los estudiantes liceales como un ejemplo a seguir. Se debe exaltar la tolerancia, el respeto al prójimo, el apego a la Constitución y a la ley; no la violencia.
Los estudiantes del Liceo No. 1 de Minas tienen derecho a formarse como personas y como ciudadanos, cultivando los valores que le dan sentido al hecho de ser uruguayo.
Ante el extravío del Consejo de Secundaria, es ahora responsabilidad del CODICEN garantizar ese derecho.
(*) Abogado. Senador de la República. Secretario General del Partido Colorado.
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